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"folklore", el disco de Taylor Swift que nació del encierro y que el mundo celebra

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Taylor Swift. Foto: Beth Garrabrant

LANZAMIENTO

La cantante estadounidense lanzó el viernes pasado un disco que anunció algunas horas antes, y en el que muestra una versión suya diferente

Todo los planes que Taylor Swift había hecho para este año, igual que los planes de la mayoría de las personas, se desvanecieron a causa de la pandemia del coronavirus. Lo que la mayor estrella pop de la actualidad no había planeado era lanzar su octavo disco de estudio apenas 11 meses después de Lover. Sin embargo, eso fue lo que el confinamiento le trajo: folklore, un álbum aclamado de forma unánime por la crítica, que algunos ya señalan como el mejor de su carrera, y que batió records en horas.

Estrenado el viernes casi que de sorpresa, folklore (estilizado así, en minúsculas) vendió 1,3 millones de copias en 24 horas y fue viral. Consiguió 80,6 millones de reproducciones en Spotify en su primer día, y las 35,47 millones de Apple Music la convirtieron en la dueña del disco pop más escuchado en su debut en esa plataforma de streaming.

Swift anunció la salida de folklore a través de su popular cuenta de Instagram, apenas horas antes de que el disco llegar a los servicios. La cancionista dijo que en este disco había vertido todos sus “caprichos, sueños, miedos y reflexiones”, y explicó algunos detalles, como que había escrito y grabado las canciones sola, o que había colaborado con algunos de sus héroes musicales como Aaron Dessner de The National (con quien coescribió la mayoría del repertorio), su eterno aliado Jack Antonoff y un misterioso William Bowery.

“Aislada, mi imaginación enloqueció y este álbum es el resultado, una colección de canciones e historias que fluyeron como una corriente de conciencia. (...) He contado estas historias lo mejor que he podido, con todo el amor, la maravilla y el capricho que se merecían. Ahora depende de ustedes pasarlas”, fueron las palabras con las que Swift acompañó este lanzamiento que es, a nivel global y musical, de lo más relevante en lo que va de un año diferente.

Y folklore es un disco diferente. Es, se lee por todos lados, “el disco indie” de una popstar enorme, aunque en verdad es mucho más que eso: es una reinvención que, sin perder ni un ápice del nivel de perfección que Swift ha manejado en su carrera, ofrece todo un nuevo mundo a descubrir en el que los protagonistas son las atmósferas melancólicas, la intimidad y la narrativa.

La portada ofrece ya una cantidad de pistas a atender. La paleta gris es una indicación clara del clima por el que se transitará, y la imagen en sí es la confirmación de un cambio de foco. Si todos los discos anteriores tenían en portada a Swift como protagonista absoluta, acá la atención se la lleva el paisaje. Este es un disco de Taylor y no sobre Taylor: está su elogiada capacidad compositiva, quizás en su mejor momento; están unas melodías vocales y un tipo de canción que fácilmente se le pueden asociar a su canon personal, pero no está el pop catchy ni están esas letras de destinatarios obvios, esas letras autobiográficas. No hay baile ni hay estribillos explosivos ni exnovios a los que identificar entre los versos, sino que hay personajes diversos y en casos interconectados.

En folklore, el protagonista es este momento puntual en la carrera de Taylor Swift. Es la intención de abrir la intimidad desde un lugar mucho más profundo que el del sincericidio que tantos conflictos internos le ha costado. Reputation, su disco de 2017, era la catarsis más oscura de todo un período largo de atosigamiento y sobreexposición.

Después de aquella rebeldía sobre densa base electropop, vinieron una seguidilla de revelaciones que resignificaron la imagen de Swift ante la mirada pública. Por un lado, tuvo que envolverse en una nueva cruzada mediática que una vez más dejó en evidencia el machismo imperante en la industria musical. Su antiguo sello, Big Machine, fue adquirido por Scott Braun, quien se adueñó así de los derechos de todas las canciones de la estrella previas a Lover. Swift había acusado al productor Braun de acoso y de maltrato.

Por otro lado, el documental Miss Americana (Netflix) expuso lo doloroso de un trastorno alimenticio y un juicio por agresión sexual. Sobre todo, la cantante se abrió respecto a su necesidad de ser libre y dejar de obrar en función de lo que se le imponía. De alguna manera folklore —que salió al mundo con un combo de ediciones deluxe en vinilo, un videoclip (el de “Cardigan”) y un lyric-video por canción, un filtro de Instagram y una colección cápsula—, un disco de una artista de esta magnitud lanzado de sorpresa en la era de la inmediatez, es un gesto de rebeldía.

No estaba, en los planes de Taylor Swift, lanzar un disco este año, y sin embargo folklore llegó sin estrategias de comunicación ni cortes de difusión ni su pop más característico. Y es un verdadero éxito.

Aunque es un álbum de cambios, la impronta acústica permite establecer conexiones con su etapa inicial, country, sobre todo con ciertos momentos de Fearless o con temas como “Sad Beautiful Tragic” de Red. Y aunque es de narraciones y personajes, hay cantidad de versos que parecen hacer referencia directa a toda esta metamorfosis de Swift.

“Si nunca sangras, nunca vas a crecer” (“The 1”), “cuando sos joven asumen que no sabes nada” (“Cardigan”) o “Me estoy tomando mi tiempo, porque me quitaste todo” (“Mad Woman”) son algunas líneas a resaltar de un material que es un resultado y al mismo tiempo, el registro de un camino. De ahí que este nuevo sonido Taylor Swift pueda aceptarse con tanta naturalidad: su génesis artística está mucho más cerca del folk y la raíz que del pop brillante que le dio masividad, y sus letras calzan a la perfección en esta sucesión de down y mid-tempos y baladas —su dueto con Bon Iver en “Exile” es realmente bello— que se respaldan en pianos, sintetizadores, guitarras y percusiones suaves, y en una producción que tiende a lo minimalista y etéreo sin perder el foco moderno. Antonoff y Dessner hacen un buen equilibrio.

Ese marco permite que Swift complete un trabajo vocal que le saca el mayor provecho a su rango y matices, con momentos sombríos a lo Lana del Rey que le quedan de maravilla. Es la frutilla de la torta de un disco que no es rupturista: tarde o temprano, Taylor Swift iba a llegar a este lugar estético e iba a confirmar, una vez más, que es una compositora brillante. La cuarentena dio el espacio para que folklore emergiera.

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