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La dulce sonoridad de su guitarra

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Mandala: lo último de Eduardo Larbanois.

Los mandalas, como es sabido, son representaciones simbólicas espirituales y rituales del macrocosmos y el microcosmos, utilizadas en el budismo y el hinduismo. El término, de origen sánscrito, remite, más ampliamente a la actitud meditativa, a la relajación, al descanso. Y el nuevo disco de Larbanois sumerge a quien lo escucha en esa situación calma, pero también va más allá de eso.

Ya en la primera de las once composiciones que lo integran (que justamente se llama "Mandala"), el trabajo expresa ese sentido de equilibrio. Pero en otras, como "Malena", el conocido tango de 1941, escrito por Homero Manzi y con música de Lucio Demare, surge en una versión cargada de matices, que explora las variaciones musicales de la seductora melodía. En ese aspecto, el músico tomó una composición popular y la reelaboró en un trabajo exquisito. Así, el uso sofisticado de la guitarra inscribe este disco en la mejor escuela del instrumento, con pasajes que recuerdan a toda la tradición española.

La profunda sonoridad de la guitarra es recorrida por el músico con mucha sensibilidad, con momentos que evocan las creaciones de Joaquín Rodrigo. Pero el sabor es fuertemente local, y remite a lugares y sensaciones de esta geografía. "Fronteras", al respecto, es muy representativa. También aparece "Adiós mi Salto", melodía que muchos estudiantes de guitarra han tocado alguna vez, aquí se interpreta cargada de nuevas sonoridades.

La maestría de Larbanois en dupla con Mario Carrero es más que conocida. La gracia y sensibilidad del dúo, y hasta su humor, también. Pero Mandala ofrece otra faceta: cada composición tiene su rumbo y su cuota de originalidad, y el conjunto es arrobador: el disco puede ser escuchado una y otra vez (siempre que el escucha sea el adecuado) sin cansar.

Mandala [****]

Autor: Eduardo Larbanois, sobre composiciones propias y de otros creadores. Sello discográfico: Montevideo Music Group.

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