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Crítica: En "After Hours", The Weeknd se confiesa pero también se repite

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The Weeknd. Foto: Difusión.

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El viernes, The Weeknd publicó "After Hours", su primer disco en cuatro años; además de los éxitos "Heartless" y "Blinding Lights", el canadiense le da espacio a las confesiones

Volvió The Wekeend. Ese músico que en 2015 sorprendió al mundo con “I Can’t Feel My Face”, uno de los mayores éxitos de aquel año, acaba de lanzar After Hours, su primer álbum en cuatro años. Claro que en ese tiempo, el músico (cuyo verdadero nombre es Abel Tesfaye) hizo mucho más que “I Can’t Feel My Face”: en 2016 lanzó un disco con dos exitazos (“Starboy” y “I Feel It Coming”, ambas producidas por Daft Punk) y en 2018 publicó el oscuro y melancólico EP My Dear Melancholy.

En este nuevo capítulo de su carrera, publicado el viernes en plataformas digitales, el canadiense presenta una colección de 14 canciones donde los éxitos instantáneos se entrelazan con canciones climáticas construidas sobre colchones de sintetizadores bien ochenteros.

Quienes hayan seguido de cerca los tres primeros adelantos del álbum (“Heartless”, “Blinding Lights” y “After Hours”) seguramente estaban pensando que el resto del disco se iba centrar en esta fórmula de éxitos radiables que definió una gran parte de Starboy. Es más, desde que se editaron, los temas recién nombrados —especialmente “Blinding Lights”— están en los primeros puestos de lo más escuchado en Spotify. Las canciones con tintes bailables y estribillos bien pegadizos hicieron que After Hours se convirtiera en el segundo disco del año (detrás de YHLQMDLG, de Bad Bunny) con mejor debut en la plataforma:61,3 millones de reproducciones en un día.

Pero apenas comienza a sonar “Alone Again”, la primera canción del álbum, uno se topa con un ambiente oscuro, sintetizadores bien densos y el canto desalmado de The Weeknd. “Sacame este disfraz, / Estoy viviendo la vida de otra persona, / Escondiendo a quien estaba dentro”, canta el canadiense con un tono lleno de súplica. En el resto de la canción, aborda los efectos de la fama y sus problemas con las drogas (“Tomé demasiado, no quiero morir / No sé si voy a poder volver a dormir solo”).

Este tono confesional se mantiene en “Too Late”, donde retoma el sonido que definió a My Dear Melancholy, y le pide perdón a su pareja tras una serie de malas decisiones que definieron su vida durante los últimos años. En esta canción de ritmo rápido y sintetizadores —que representa muy bien una etapa llena de adicciones— se esconde el secreto del que será el tema recurrente del álbum: “Ya es muy tarde para salvar nuestras almas”.

Con muy pocas variaciones en términos líricos y musicales (siempre en la línea del drum & bass), “Hardest To Love” mantiene el tono autocrítico:“No puedo creer que me sigas queriendo después de todas estas rupturas, / No puedo creer que todavía confíes en mí”.

After Hours comienza a crecer a partir de la novena canción, la ya nobrada “Blinding Lights”. Ahí es donde el sonido up-tempo (similar al que define el álbum Starboy)se funde con un estribillo irresistible y una pegadiza línea de sintetizador. Nuevamente, la letra está dirigida a una mujer que lo salva de los peores momentos.

El resto de las canciones se vuelven un poco más optimistas, sobre todo en términos musicales, pero el disco no ofrece mucha novedad. Tras casi una hora de canciones, uno se queda con gusto a repetición. Lo más conveniente es quedarse con los tres adelantos del álbum; esos son los verdaderos protagonistas de After Hours.

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