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Claudio Rojo, el cupletero que navega la historia para recuperar la antigua mística

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Claudio Rojo en Saltimbanquis

Carnaval 2018

La construcción colectiva de las murgas más modernas desarticuló y desdibujó a los personajes pícaros de antaño. Sin embargo, Saltimbanquis fue en busca de aquel legado

Los cupleteros de antaño eran los verdaderos protagonistas de las murgas.

“Comba” Insúa en Don Timoteo o Araca la Cana, Carlos Scarpelli en Don Timoteo o Los Nuevos Saltimbanquis, Bizancio y Polanco en las principales, Juan José “Cocina” Márquez en Patos Cabreros, Carlos Prado en Los Diablos Verdes o Saltimbanquis, “Abrojo” Cadenas en La Milonga Nacional, La Nueva Milonga y Araca la Cana, Marcel Keoroglian en Contrafarsa o Pinocho Routin en Falta y Resto marcaron una época dorada del género, aunque sus presencias excluyentes fueron dando paso a representaciones más colectivas, donde los relatos eran desarrollados por el coro.

Ese modo de narración llegó de la mano de las murgas jóvenes, donde aquellas figuras protagónicas quedaron en segundo plano, al punto que hoy en día de hoy sobran los dedos de la mano para reconocerlos.

Sin embargo, Claudio Rojo sigue siendo un representante de aquella estirpe olvidada, y Saltimbanquis lo puso en escena para recordar a los personajes que supieron alegrar a las barriadas con sus remates picarescos, que también eran indicador de un humor y una sensibilidad que hoy ya no está presente, aunque muchos la añoran.

En conversación con El País, Rojo dijo que se sintió “muy cómodo” con el libreto de este año, donde la murga reivindica a los cupleteros. El artista se refiere al pasaje final del repertorio, donde un cupletero de la vieja guardia trae a este tiempo los viejos remates pícaros, que son sometidos a una mirada crítica de la murga, cuyo coro, en contraste, le reclama un aggiornamiento a estos tiempos.

“Estos son los personajes que me gustan, aunuqe respeto todos los estilo”, sostuvo Rojo, y no descartó que su retiro de los escenarios esté próximo, en la medida que ya casi no hay murgas que se decanten por este tipo de cuplés.

“Hay que dar paso a las nuevas generaciones, pero también es necesario tener en cuenta que los cupleteros fueron muy importantes, porque salían al frente para hacer reír y divertir”, puntualizó el principal protagonista de la murga de la familia Espert, en su regreso al carnaval, tras dos décadas.

UNA ANÉCDOTA IMPERDIBLE

Cómo derrotar a Claudio Rojo

El siguiente relato fue realizado por José Dorta, murguista de Araca la Cana, Nos Obligan a Salir, Murgamérica, Arlequines, La Gran Muñeca, La Bohemia, Momolandia, La Margarita, Colombina Che, La Soñada y Los Diablos Verdes, entre otras. Se denomina “Un ramo de morcillas, la fórmula para ganarle a Claudio Rojo”, e integra el libro Cien Veces Murga, de Guzmán Ramos y Fabián Cardozo. El relato de Dorta describe un momento esplendoroso de los cupleteros de antaño, proponiendo un curioso mecanismo para sorprenderlo y dejarlo en blanco en escena.

“El Negro” Claudio Rojo es uno de los cupleteros más graciosos de carnaval.
Yo he tenido la suerte de actuar muchos cuplés humorísticos, como una vez que hice levantar a una señora que se estaba orinando a causa de las carcajadas, pero jamás vi reírse a tanta gente como con sus gestos, voces e improvisaciones.

En 1990, Claudio era jovencito e iba a participar en Nos Obligan a Salir.
A mi me llevó Oscar Díaz para La Bohemia e inmediatamente le pedí que lo trajera, porque podíamos hacer una dupla fulminante en un cuplé sobre la lambada. Desde los primeros ensayos se notaba que la íbamos a romper, porque él bailaba, actuaba y tenía enormes virtudes para el canto, una condición que ahora han perdido muchos cupleteros.

La murga funcionaba muy bien en los tablados, con Claudio como gran figura, así que se había generado una sana competencia entre nosotros.
Como la gente disfrutaba tanto, empezamos a poner mechas y agregados, que eran el único punto donde él flaqueaba. Yo tenía mucho oficio y le tiraba alguna cosa inventada en el momento, pero él quedaba mudo.

Como sabía que no le gustaba, se las empecé a decir en todos los tablados, pero Claudio seguía sin respuesta, totalmente en blanco.

Para la noche del Teatro de Verano le anticipé que iban a venir algunas mechas nuevas, pero no le dije cuáles.Cuando a entramos a escena, me dio la mano y yo salté lanzando grito.

—“Me asusté porque nunca había visto un ramo de morcillas”, le dije, despertando la risa de la platea.

—“¿Y vos sabes lo que sos?”, respondió, haciéndome suponer que su remate iba a partir al medio todo el Collazo. —“Vocé é uma bolsa de óseo”, dijo, en una mezcla disparatada e indescifrable de español y portugués.

La gente no entendió nada, quedó descolocada.

Y yo aprendí que para ponerme a rueda de un gran cupletero no hay mejor forma que descolocarlo y mojarle la oreja en su punto más flaco.

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