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"Chega De Saudade", el disco que demostró que no es necesario gritar para hacerse oír

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"Chega de Saudade", un clásico de Joao Gilberto. Foto: Difusión.

LA PROPIA DISCOTECA

"Creo que todos somos discípulos de João Gilberto. Sin dudas, él ha hecho este camino mucho más fácil para nosotros”, le dijo Gilberto Gil a El País. "Chega De Saudade" fue el primer paso.

"Creo que todos somos discípulos de João. Sin dudas, él ha hecho este camino mucho más fácil para nosotros”, le dijo Gilberto Gil a El País en 2019. “João fue mi maestro total. En su estilo encontré las principales herramientas de apreciación estética, no solamente musical”, le comentó luego Caetano Veloso a El País. Los comentarios de dos de los músicos más importantes de la música brasileña son más que suficientes para comprender el legado de João Gilberto, uno de los maestros de la música del país vecino.

La influencia que supuso la de aparición de Gilberto en la escena brasileña es equiparable a la de The Beatles en el resto del mundo. Sin embargo, el lenguaje era totalmente distinto: con una batida de guitarra que se alcanzaba pellizcando las cuerdas con delicadeza, y con su voz tan dulce como susurrada, demostró que no era necesario gritar para liberar una revolución musical. Y Chega De Saudade, su álbum debut, es el manifiesto que inspiró a más de una generación de artistas.

“Esto es bossa-nova, esto es muy natural”, canta Gilberto en “Desafinado”, una bellísima canción donde le responde a todos aquellos puristas que no podían comprender que un artista eligiera el susurro antes que los melismas y el virtuosismo de los crooners de la época. Pero no era necesario para transmitir el mensaje. En Chega De Saudade están todas esas canciones que entraron al songbook brasileño: “Bim-Bom”, “É Luxo Só”, “Desafinado” y, claro, “Chega De Saudade”.

Acompañado de pinceladas orquestales, letras llenas de imágenes y una voz que cautiva enseguida, Gilberto definió el inicio de la bossa-nova. Luego, en 1964, llegó su versión de “Garota de Ipanema” junto a su esposa Astrud y el saxofonista Stan Getz, y la revolución alcanzó al resto del mundo.

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