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Brooklyn ante el peligro de morir artísticamente

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Byrne, líder de los Talking Heads, habla de los peligros que amenazan la vida artística de la ciudad.

El efervescente y multiétnico barrio de Williamsburg en Brooklyn, que ha visto surgir a las principales bandas de rock de Estados Unidos desde la década de los ‘90, podría estar a punto de perder su estatus como cuna de la escena musical mundial.

Los mismos factores que han convertido esta zona de Nueva York en un paraíso "hipster" —por ejemplo, que está cerca de Manhattan y de su vibrante vida nocturna— han elevado los precios de los alquileres y puesto en riesgo el futuro de la música independiente.

En 2014, al menos cinco salas de concierto en Williamsburg o en el vecino Brooklyn cerraron o anunciaron sus planes de mudarse, lo cual deja a cada vez más músicos con la duda sobre adónde deben ir para lanzar sus carreras musicales.

La leyenda de Talking Heads David Byrne, símbolo de la ciudad y del movimiento musical que allí surgió décadas atrás, dijo que Nueva York seguía siendo "todavía un lugar estimulante y emocionante para vivir y trabajar", pero que la vida cultural "ha sido usurpada por el 1%", refiriéndose a la clase social más alta.

"Si los talentos jóvenes y emergentes no pueden encontrar un punto de apoyo, entonces (Nueva York) se convertirá en una ciudad más parecida a Hong Kong o Abu Dhabi que al lugar fértil que históricamente ha sido", escribió Byrne.

Molly Hamilton, cantante y guitarrista de la aclamada banda de rock indi Widowspeak, creció en Tacoma (Washington, en el extremo noroeste de Estados Unidos) y se estableció en Brooklyn en 2008, atraída por una escena musical tan intensa que sólo en los últimos años ha producido bandas como Grizzly Bear, Yeah Yeah Yeahs y TV on the Radio. Pero ahora Brooklyn, donde las rentas mensuales alcanzan los 3 mil dólares, se ha vuelto simplemente imposible para un músico de tiempo completo.

"Cuando llegé, sentí que tenía la puerta abierta de par en par", dijo la músicaantes de tocar en uno de los últimos espectáculos en Glasslands, una sala de conciertos en Williamsburg que cerró tras ocho años. No será fácil duplicar el fenómeno que se dio en Williamsburg, donde artistas y fans iban de uno a otro show cada noche para descubrir talentos nuevos y ver a los conocidos.

"No puedes tener una banda si no puedes pagar la renta", dijo Hamilton.

Aún a pesar de la última oleada de hipsters que recibió, Williamsburg sigue siendo un barrio de judíos, polacos, puertorriqueños y otras comunidades. Pero los cambios en este barrio son un reflejo de otras transiciones que ocurrieron en el pasado a lo largo del East River, en el antes marginado vecindario Lower East Side, que se convirtió en un lugar artístico de moda y aún tiene numerosos escenarios musicales gracias a que varios clubes de punk abrieron allí en los años 70.

Los locales que cerraron en Williamsburg, como Glasslands, ahora buscan localizarse en otras zonas más económicas de Nueva York. Pero algunos buscan un futuro más brillante y más barato en otra parte.

Es el caso de Galapagos Art Space, que anunció el mes pasado su total abandono de la ciudad: la sala de conciertos se instalará en Detroit, que ofrece precios económicos gracias a años de declive industrial y, por tanto, está atrayendo a un creciente número de artistas. "En pocas palabras, Nueva York se ha vuelto demasiado caro para seguir incubando jóvenes artistas", dijo Robert Elmes, director ejecutivo de Galapagos Art Space, al anunciar su mudanza.

A pesar de sus costos, Nueva York sigue teniendo cualidades difíciles de igualar. Entre otras, es un escenario musical que recorre todos los géneros y de todas partes del mundo y sigue siendo la capital de la industria discográfica.

Otro factor que ha causado el aumento del mercado inmobiliario en Williamsburg es la expansión de la revista Vice Media, que acaba de abrir un local en el lugar. Para muchos es el gran villano. Así lo entendió Death By Audio, mítico centro grunge, que despidió el 2014 lanzando revistas Vice rotas.

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