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El Astillero, un trío con armas para atravesar la oscuridad, presenta su disco

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El Astillero. Foto: Darwin Borrelli

Entrevista

Garo Arakelian, Gonzalo Deniz y Diego Presa presentan Cruzar la noche este sábado, en La Trastienda

Garo Arakelian, Gonzalo Deniz y Diego Presa se reunieron hace tres años y le dieron forma espontánea a El Astillero, un espacio musical colectivo abordado desde lo poético. En lo elemental, El Astillero es un trío de guitarra y voz que oscila entre lo criollo, el folk y el rock; en lo complejo, es una entidad que los representa a los tres, pero que tiene vida propia.

Es una voz que habla de inquietudes que parecen propias de la crisis de mediana edad (más bien más), pero que atraviesa barreras temporales, algo que queda reflejado en el público que lo sigue.

El Astillero debutó con el disco de versiones Sesiones, y el año pasado lanzó Cruzar la noche, de composiciones propias y de gran nivel. Lo presenta oficialmente este sábado en La Trastienda: será la primera vez que sonarán los 12 temas en vivo, además de varios del primer trabajo. El show será a las 21.00, las entradas en Abitab, y la semana siguiente, el trío llevará su música a Argentina.

En ese marco, fue esta conversación con El País.

—Alguna vez hablamos con Diego de lo raro que es el público de El Astillero.

Gonzalo Deniz:

Es muy amplio el público, muy heterogéneo. Y también es algo impredecible, porque no teníamos una idea de cómo iba a ser.

Garo Arakelian: Sin embargo, hay cosas que son reconocibles, o llaman la atención. Primero, la cantidad de público femenino es notoria. Y segundo, es un público vinculado al rock desde otro lugar. O sea, hay un estereotipo del público rockero en Uruguay, que no es uno que consuma la historia del rock en literatura, cine, un soporte poético. Y el público rockero que se acerca a El Astillero está más vinculado a eso.

—¿Es más “intelectual”?

G. A.:

Lo intelectual puede ser parte, pero sí hay una permeabilidad a la poesía y a la elipsis para hablar de cosas, donde hay un punto de contacto y de empatía con el proyecto.

—La poesía es, también, el lugar donde se encuentran ustedes tres, más allá de la cercanía con lo cantautoril.

G. A.:

Totalmente. La concepción del arreglo y el entrelazado de las guitarras y las voces, afectan desde adentro lo que se está diciendo. No es un envoltorio. Acá, la poesía y el discurso artístico está definido también por lo arreglístico, lo formal y lo expresivo.

—El disco que van a presentar lleva el nombre de la primera canción, “Cruzar la noche”, que es, para mí, como un mantra punk, y una declaración de principios. ¿De dónde viene?

G. D.:

En “Cruzar la noche” tanto en letra, melodía y arreglo, hubo realmente una incidencia de cada uno de los tres. Fue una de las primeras veces del proceso en que sentí que esa canción no podría haber existido nunca si cada uno no hubiese puesto lo que puso.

G. A.: Y tiene una cosa de manifiesto, un compromiso entre los tres de interpretar parte del mundo en el que estamos involucrados, el grado de dificultad de pasar por ciertas negruras, y lo que llevás en tu mochila. El amor y la confianza serían para nosotros, para cruzar esa noche, la brújula y la navaja suiza. Y lo punk, en el sentido de precario, fue una búsqueda.

—¿De qué?

G. A.:

La música es nada, es lo que soporta una certeza, entonces quisimos llevar la instrumentación al mínimo. Porque nosotros tocamos mucho mejor que eso, pero quisimos defender el espíritu de la canción con lo que tenemos: con nada.

Diego Presa:
Ese tipo de decisiones conceptuales nos terminó imantando, tanto que terminamos poniéndole así al disco. Porque esa canción tiene una potencia, como concepto musical y poético, que declaraba lo que podemos declarar acerca de nuestro trabajo.

—En los conceptos poéticos se abordan algunas cuestiones que parecen ser muy generacionales, y sin embargo logran conectar con veinteañeros. Es un poco triste, en un punto, que la identificación sea tan amplia, pero ahí hay un mérito autoral importante.

D. P.:

Está buenísimo eso, me encanta. Creo que se plantean cuestiones arquetípicas, que pueden llevar a que personas de distintas edades o contextos se identifiquen. Pero nosotros también pertenecemos a generaciones diferentes; hay 20 años entre el más joven y el más viejo. El alcance de lo que queremos decir es amplio.

G. A.: También, a medida que vamos hablando, vamos descubriendo qué es El Astillero. Es como pensar en vos por primera vez. Y una de las cosas que concluimos es que es la conjunción de tres generaciones e individualidades, pero trabajando para que el resultado sea una voz. El Astillero tiene una voz discursiva llena de certezas, y un espíritu propio.

D. P.: Y también hay una reflexión política, aparte de los devenires del corazón, con las armas y discursos que disponemos: nosotros no somos sociólogos, ensayistas o filósofos. Hacemos canciones.

"El Astillero tiene una voz discursiva llena de certezas, y un espíritu propio"

Garo Arakelian Músico

—¿Cómo se para cada uno, como individuo y artista con trayectoria, ante lo novedoso de El Astillero? ¿Cómo se lidia con el ego en esa dicotomía?

G. D.:

Hubo una gran cuota de confianza en el otro al momento de componer juntos. Yo nunca había estado en el rol de acompañar a otro que está cantando, entonces tuve que enfrentar mis propias limitaciones e inseguridades desde el lugar de intérprete. Además, a mí me gusta, cuando empiezo una canción, no mostrarla hasta que está pronta, y acá había que liberarse. Tirar todo sobre la mesa y ver qué pasaba con eso. Entonces hubo mucha confianza y coraje; por eso, es un aprendizaje muy grande.

G. A.: Es complejo, porque el ego es un perro que ya mordió, en muchos casos. Y en el campo, al perro que mordió se lo sacrifica. En mi caso, que soy el mayor, y eso implica que tengo menos años para generar obra, el disco de El Astillero estuvo entre lo mejor del año pasado, en resúmenes y listas donde el promedio de edad era el de un posible hijo mío. Y la búsqueda mía de toda la vida fue no envejecer, en el sentido artístico: poder reconstruirme, faltarle el respeto a mi pasado. Y no existe mejor versión de mí mismo que en este proyecto.

D. P.: Y una de las cosas que sentí, desde hace tres años, cuando nos empezamos a juntar, es que la valoración que tenemos de El Astillero como entidad, no tiene fisuras. Los tres valoramos este espacio de la misma manera, humana y artísticamente, y eso marca el pulso, el nervio y la fuerza de lo que intentamos hacer.

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