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Hasta que ardan las velas: este fue el año del rap uruguayo

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Eli Almic. Foto: Fernando Ponzetto

Balance

Se impuso a través de figuras puntuales, de fuerza colectiva y de festivales

Están en las principales salas del país y en los espacios más pequeños. Están en plazas, al aire libre. Están con presencia casi que de influencers en las redes sociales, están sonando en las radios y pisando fuerte en el streaming, están cruzándose con artistas de otros géneros que los van a buscar para proponerles alianzas. Salen en la televisión, en los diarios, las revistas; van a festivales, tocan fuera del país, telonean. Están en todos lados y, sobre todo, están haciendo cosas. Y cada vez son más.

Los raperos uruguayos se convirtieron este año en las nuevas estrellas de rock, y su rey tiene acento sevillano. Porque más allá de que el status que alcanzó ahora la cultura hip hop local, tenga que ver con un trabajo de años y con una fuerza colectiva, la aparición de Arquero marcó un antes y un después. El día que lo conocí, afuera del estudio donde grabó su primer disco Aguafiestas, un par de chicos del interior lo reconocieron, elogiaron sus canciones y posaron para la foto. Habían pasado apenas semanas del lanzamiento del material, y su canción “Chill” ya figuraba en la lista de lo más viral en Uruguay para Spotify.

Aguafiestas fue, además, el primer disco de un rapero solista que editó Bizarro, el sello discográfico más importante del país. Bizarro ya tenía en su catálogo a Latejapride*, una banda histórica del hip hop local, y a AFC, el grupo de fuerte acento rockero en su sonoridad, pero la entrada de Arquero después fichó a Santi Mostaffa— fue el reflejo de un nuevo interés, de una mirada atenta a lo que está pasando en el mundo. Porque lo que ocurre en Uruguay no es más que el reflejo de un crecimiento global del hip hop, acentuado en el último par de años. El Pulitzer que ganó este año Kendrick Lamar, quien además le puso música a la película Black Panther, son hitos de una temporada en la que el rap se mantuvo competitivo en las listas de ventas, y le hizo fuerza al pop y a todas las tendencias urbanas, que han incorporado formas del rap.

La originalidad de Arquero en el contexto local y el desparpajo volcado en sus letras, llamó la atención del público, los colegas y las marcas. En los últimos meses, a Arquero se lo pudo ver interviniendo el show de Campo en los Premios Graffiti, junto a Eli Almic; lanzando un tema con Luis Angelero y Alfonsina con pasta de hit de verano; o animando la inauguración de la primera tienda montevideana de la empresa sueca H&M. Y también se lo pudo ver con sus shows propios, o con el colectivo Los Buenos Modales, que desde hace dos años viene siendo de lo más interesante de la vuelta, y que abrió la última tanda de recitales de No Te Va Gustar en Buenos Aires.

Arquero
Arquero. Foto: Matías Jara

La escala es pequeña, pero el ruido que hizo Arquero fue grande, y trascendió al público más fiel de la escena hip hop. Su mayor mérito fue ese: hacer que una audiencia más atenta al rock, por ejemplo, se inclinara a la cantidad de propuestas efervescentes del under. Y la llegada del hip hop al último Montevideo Rock, con un escenario propio, fue la confirmación definitiva de este cambio.

Otra perspectiva

Desde abajo

“El hip hop está de moda y eso nos viene muy bien. Si vas a trabajar con alguien, fijate con quién. Venden nuestra rebeldía en sus marcas de shopping y por eso les gustamos, ¿vos pensás que así progresamos?”, canta Eli Almic en “Gárgolas”, de su último EP Reflejo. Y esas rimas permiten mirar el fenómeno desde otra óptica, que puede ser la de los recientes Premios al Hip Hop.

El miércoles pasado, la Sala Zitarrosa estuvo repleta para la ceremonia de la plataforma El Quinto Elmento. Y quedó a la vista que la comunidad hiphopera es grande y está alimentada por gente muy joven. En el escenario, Eli Almic sobresalió porque se llevó dos galardones importantes —a MC solista, y era la única mujer de la categoría; y a single del año por su grito feminista “Brujas”—, y dio un gran show. Pero más que con ella o Arquero, que también actuó, el público enloqueció con los jovencísimos Vita Fatale, o con Hache Souza, BDP y Sáez’93 (exponentes del sello Underclan). Las ovaciones fueron para adolescentes y veinteañeros que están explorando, buscando nuevos recursos, haciendo trap, con una estética definida y mucha personalidad.

Con ellos y sus inclinaciones, la producción musical ha crecido a niveles que para los que estamos un poco más por fuera, son completamente desconocidos. Y mientras raperos y beatmakers mejoran su nivel, la estructura autogestionada se profesionaliza y las ideas aparecen.

Ahora hay jams de rap, hay fiestas subterráneas y hay hasta un proyecto audiovisual (las Crème Session de Pure Class Music) pensado específicamente para exportar el rap local. Este fue, como nunca, el año del rap local: los raperos coparon la escena con estilo e hicieron que el pogo fuera cambiado por el baile. Pero sus protagonistas también son conscientes, como canta Almic, de las modas, y está claro que trabajan para demostrar que son mucho más que eso. Nivel hay.

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