La propia discoteca
Un canon musical personal. Hoy: Nevermind, de Nirvana
Ya pasaron, yse cumplieron el viernes, 25 años de la muerte de Kurt Cobain, y eso es toda una vida y una excusa tan válida como cualquier otra para volver a escuchar Nevermind, el disco de Nirvana que lo volvió una improbable estrella de rock y que hizo pensar, por última vez, que un disco podía cambiar el rumbo de la música a base de guitarra e ira adolescente.
Fue una revolución fugaz y de final abrupto, como casi todas las revoluciones, y quizás porque se sabe el final de la historia —Cobain suicidado, la música popular volviendo a los senderos rutinarios—, y por la estridencia que hizo, escuchar hoy Nevermind revela aún más su urgencia.
Su sonido define el estado de las cosas de una juventud que, a comienzos de la década de 1990, no tenía idea de dónde estaba parada, ni hacia dónde iba. A todos nos pasó una vez.
Solo bastaría escuchar el "Smell Like Teen Spirit", ese hit de letra críptica y ánimo impredecible que pasaba de la calma a la tormenta en una esquizofrenia musical, que parecía tan original pero venía de Pixies. Igual uno creía que nada había sonado así antes.
Pero no es solo eso: todo el disco Nevermind es un viaje de un Peter Pan de buzo raído que estaba incómodo en el mundo del adultos. Y eso fue demasiado para él. Volver a Nirvana es volver a una utopía incumplida, cierto, pero vaya, qué disco.