Crítica

Reseña del concierto que la banda dio el viernes en Inmigrantes

Alucinaciones en Familia está para más —salas más grandes, más convocatoria—, pero lo que mejor le queda son los recintos pequeños, con el público cerca, el calor molestando.

El septeto es uno de los faros que ilumina a una nueva generación roquera (aunque lo suyo sea pop, la intensidad y la impronta es 100 % rock), y hay algo de mágico en eso de tener que ir a escucharla en vivo después de la medianoche a alguna esquina de la ciudad, aún cuando implique, como este fin de semana, resistirle a una noche fría.

En el sótano de Inmigrantes, Alucinaciones se movió como pez en el agua después de que la banda de Canelones Los Ultraman, templara la noche. El grupo que tiene como cara más visible al ex 3Pecados Pau O’Bianchi, aunque es comandado también por Fabrizio Rossi y Sebastián Pina, dio un show contundente, una patada al pecho de pop experimental de ribetes psicodélicos y oscuro, aunque no en apariencia, que tan bien les sale.

Y hubo muchas canciones nuevas que, como había adelantado O’Bianchi a El País, juegan con los extremos y van de la sutileza a la distorsión más exagerada, con arreglos tan impredecibles como los estados de ánimo que generan. En vivo son explosivas.

Entre arpegios y juegos de teclados que disparan referencias que van de Buenos Muchachos a Los Tontos, pasando por el rock español de los noventa y hasta por los Pixies, Alucinaciones demostró una vez más que es de lo mejor que hay en la vuelta: valen la pena el frío y las salidas tardías para comprobar, de primera mano, cómo suena y se ve una banda así.