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Martín Otheguy: "Vi en las cartas un disparador de humor"

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Martín Otheguy presenta Historia de una queja: cartas inútiles de los lectores

Martín Otheguy acaba de editar Historia de la queja (Fin de siglo, 320 pesos), un libro sarcástico sobre el que le respondió tres preguntas a El País.

-¿Tu inspiración fue la queja, los clichés de los medios escritos y sus lectores o ambas?

Si bien fue una combinación de ambas, primero me interesaron los clichés de los lectores en sus quejas a los diarios (y por extensión también algunos de los tópicos de los propios medios escritos). Leyendo muchas cartas de lectores me di cuenta de que forman casi un género literario propio, con varias características que se repiten: las preguntas retóricas, el uso excesivo de signos de exclamación o la interpelación a una figura que represente algún tipo de autoridad (del país o el medio en cuestión). Leerlas me llevó a pensar si habría sido siempre así en nuestra historia, si siempre encontramos algún motivo de queja ante cualquier situación. Probablemente alguien como José Pedro Barrán habría logrado un erudito libro con esa misma premisa, pero yo, carente de las capacidades e intereses necesarios para hacerlo, lo que vi ahí fue un disparador humorístico: contar la historia de Montevideo a través de cartas falsas y diarios viejos, usando épocas antiguas para extrapolar algunas conclusiones sobre vicios modernos (ya sean de nuestra idiosincrasia “quejosa” o del periodismo y su relación con los lectores).

-¿Cuál fue el mayor desafío a la hora de abordar temas modernos desde una óptica antigua?

El primero fue imitar el estilo de las cartas lo suficientemente bien como para compensar la estupidez y el ridículo de algunas de las que se me ocurrían, combinándolo con el estilo de redacción antiguo, para lo que leí muchas cartas de lectores y también muchos diarios viejos. El segundo fue leer varios libros de historia o de anécdotas montevideanas para encontrar alguna motivación para las cartas, descubrir si había algún asidero real (por ejemplo, la instauración de la patente de rodados o el cobro del empedrado a principios del siglo XIX) y también darle algún valor histórico que fuera más allá de mis tonterías. Si bien las cartas son falsas, las introducciones se basan en hechos reales, más allá de un par de exageraciones colocadas con propósitos humorísticos. Descubrí que efectivamente hay quejas que son muy antiguas, más allá de mis inventos.

-¿Encontraste el origen de la tendencia de los uruguayos, o te acercaste?

Tengo alguna idea al respecto, que por supuesto no está fundamentada en ninguna investigación seria y que sin duda algún historiador podrá refutar con conocimiento de causa, así que vayan mis disculpas por el atrevimiento. Creo que la Banda Oriental de la tierra de la abundancia, en el siglo XVIII y parte del XIX, en la que gran parte de la población tenía toda la carne que quería gratis y al alcance de la mano, comenzó un trabajo que completó el batllismo y que fue permeando en nuestra idiosincrasia. El batllismo nos acostumbró a que el Estado se hiciera cargo de muchas necesidades, algo notable pero que en combinación con lo anterior hasta cierto punto nos terminó convenciendo de que las cosas las debe solucionar otro o nos deben llegar dadas. Y eso es un gran abono para el reclamo: cuando algo no funciona la primera reacción es quejarnos a alguien más, como si estuviéramos eximidos de responsabilidad.

Martín Otheguy presenta Historia de la queja: cartas inútiles de los lectores en Sala Fucac el jueves 14 de mayo a las 19 horas.

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