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El best seller español Manuel Vilas con El País: "El único lugar para estar a salvo es el amor"

Manuel Vilas

Entrevista

Acaba de editar "Los besos", una novela de amor en tiempos de pandemia que combina "Casablanca" con el Quijote y que confirma su oficio; contó, además, cuál es su bolero favorito

Manuel Vilas
Manuel Vilas

Manuel Vilas estuvo en Uruguay hace una década y lo que recuerda es un aspecto de desolación: llegó un 1° de mayo y todo estaba cerrado. Todo no, aclara y se ríe: lo único abierto era un cine porno a la vuelta de su hotel. Había venido con otros dos escritores para unas jornadas de poesía en el Centro Cultural de España.

Ahora, porque estos tiempos son así, está por un ratito virtualmente en Montevideo, al menos a través del Zoom por el que recibe a El País. No es lo mismo pero algo es algo. La excusa es la publicación local de Los besos, la nueva novela de este filólogo, novelista, poeta y ensayista nacido en la provincia de Huesca en 1962.

Los besos es una historia de amor que se inicia junto con la pandemia, cuando un profesor se confina en un pequeño pueblo lejos de Madrid y allí conoce a una muchacha que lo cautiva. O sea, en momento cínicos como estos, Vilas hace una novela romántica que tiene como trasfondo la pandemia.

—¿Por qué eso?

—Quería escribir una historia de un amor pero, claro, no la había pensado escribir en el contexto de una pandemia pero cuando llegó, era una realidad tan devastadora que no pude quitármela de encima ya que es un fenómeno planetario como nunca desde la Segunda Guerra Mundial. Así construí la historia de amor con la pandemia como contexto. La realidad se impuso porque no sé construir ficciones puras y alejadas de un contexto social reconocible. Y como me tocó vivir este, eso es lo que incluí en la novela.

—Más allá de dar contexto, también sirve para pensar en cómo la pandemia va a cambiar la literatura...

—La pandemia ha dejado una huella emocional. Tenemos una sensación de que ha pasado algo y no se sabe muy bien qué. Esa huella la veo en una desconfianza íntima hacia la vida. Sí, ya estamos mejor, ya volvemos a hacer las cosas que hacíamos, pero las hacemos desconfiadamente. Y a la vez se ha vuelto a sentir el terror político, de baja intensidad, cierto pero que sí está ahí. Hemos vuelto a ver la brecha de los privilegios y muchas cosas que nos recuerdan que el mundo es imperfecto, que existe la injusticia y que la tenemos delante de los ojos.

—En ese panorama poco alentador, una novela de amor. ¿Por qué esa necesidad?

—Eso me lo dio Casablanca. La vi en el confinamiento y esa escena en la que Ingrid Bergman al oír entrar al ejército nazi en París, le dice a Humphrey Bogart: “El mundo se desmorona y tú y yo nos hemos enamorado”. Llega una catástrofe al mundo y estos se enamoran. En una crisis mundial -una guerra, una pandemia- el único lugar que queda a salvo es el amor para volver a sentir otra vez la ilusión de la vida, aun en medio de un horror. Esta idea de la inutilidad de las catástrofes frente al amor humano me parecía esperanzadora, iluminadora y hasta un cobijo.

—Casablanca, además, es la historia de un amor eterno a pesar de las inclemencias históricas.

—Es una historia de amor romántico porque termina con una renuncia, muy similar al final de mi novela, porque el amor romántico conlleva siempre su negación en el tiempo. Dura poco el amor romántico porque si perdura en el tiempo se convierte en matrimonio, en amor burgués. Y el matrimonio no tiene ninguna gracia para salir en una novela.

—Casablanca, una película ayuda a definir una novela.

—Sí, claro. Otra influencia, además de Casablanca es Con ánimo de amar de Wong Kar Wai, una película que me fascinó y que está detrás de Los besos.

—Y esa película es puro bolero, que también son relatos de amor romántico.

—Es que el bolero se las trae, ¿eh? Es una creación cultural que me tiene fascinado.

—Entonces, es una buena banda de sonido para leer Los besos.

—Sin duda. De hecho en la novela en la que estoy ahora metido, el bolero es fundamental. Ahí hay historias de amor increíbles y me pregunto quiénes son esos personajes que salen en los boleros. Son atemporales.

—¿Cuál es su bolero favorito?

—“Nosotros” me vuelve loco.

—Una referencia explícita en Los besos es el Quijote. ¿Por qué siempre se vuelve ahí?

— Salvador, el protagonista, está leyendo el Quijote durante el confinamiento y ve allí a un loco que ha creado una utopía personal que le parece que es lo que hay que hacer en esta vida. Alimentar tus ilusiones desde tu propio corazón, inventarte una vida legendaria, una enamorada. O sea consagrar tu existencia a una utopía que se llama Dulcinea del Toboso. Salvador, por su parte, ve a Montserrat como una ilusión que le ayuda a vivir, a que su vida sea más bella, más intensa aunque sea la vida de un loco. Eso da igual. Don Quijote está viviendo con una intensidad tremenda y eso le fascina a Salvador.

—¿Cómo son sus rutinas de escritor?

—Vengo de la clase media baja española y si no trabajo tengo la sensación de que no tengo derecho a comer. Todo esto lo viví en mi infancia. Siento que si no escribo no merezco comer. Es una condición de clase obrera que es difícil de sacarse de encima. Es una cosa trágica. Me tomo el trabajo muy en serio y estoy todo el día intentando escribir. Soy un trabajador del oficio de la literatura. Para mi, un escritor está más cerca de un artesano que de un genio.

—¿Cómo se lleva con la fama de un best seller?

—Eso no lo veo. Solo estoy intentando que el trabajo de cada día sea bueno. Tener lectores es una gracia del cielo pero el mundo literario es muy voluble y hay días que te quiere muchísima gente y después nadie. Y en ningún caso tienes que estar pendiente. Por mi salud mental procuro no tomarme en serio esas cosas.

—Antes diferenciaba dos tipos, el romántico o el burgués. ¿En cuál está usted?

—Ahí estamos todos intentando que nuestro amor romántico no se vuelva amor burgués. Eso es un trabajo importante en la vida de un ser humano. Ahí perdemos un gran esfuerzo.

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