Crítica

Un Begérez más sobrio dirige Decadencia una obra británica en El Galpón

En Uruguay Steven Berkoff fue primero una cara conocida del cine de acción. El exitoso actor inglés (Londres, 1937) cobró su primera popularidad por interpretar duros villanos, en películas como Octopussy, donde hacía del general Orlov, rival de James Bond. Luego, en los años 90, su nombre se afirmó en la escena local desde el rol de dramaturgo, aportando una serie de títulos originales. Fue César Campodónico quien difundió primero su teatro en Montevideo, a través de Decadencia, que protagonizó Jorge Bolani en 1997 en Teatro Agadu, papel por el que fue nominado al Premio Florencio. Ahora, dos décadas después, el mismo título, bajo dirección de Gerardo Begérez, se está haciendo en la sala más chica de El Galpón.

De dramaturgia de Berkoff es variada en temas y estilos. En el caso de esta obra, se trata de un juego de dos parejas, interpretado por dos actores. Bolani junto a Mariana Lobo se desdoblan para conformar un cruce de amantes, que deja aflorar bajezas, y mucho odio surgido del vínculo de pareja. Un poco como Heiner Müller en Cuarteto, las tensiones del amor hacen aflorar lo peor de cada personaje. Y a través de ese mecanismo, el autor describe un mundo aristocrático y perverso, que se regodea en su propia decadencia. Dando la palabra a seres conspicuos y racistas, el autor critica a una sociedad que ve ganada por el desprecio al otro.

La música es clave en esta puesta, dado que marca el ritmo de las acciones. El verso también incide sobre el compás del desempeño actoral. Elegantemente vestido, con una camisa blanca con botones negros, de gala, Bolani se mueve por la escena con precisión. Sus manos grandes, con anillos, su rostro y su calva, destacan en un escenario dominado por cierta oscuridad. Mariana Lobo lo acompaña con un buen manejo de las herramientas actorales. Los actores fuman, beben, sin elementos de utilería, hecho que les exige más en el terreno gestual, y que enriquece el resultado.

Begérez suele ser un director que siempre guarda un golpe de efecto para sorprender a la platea. Pero en este caso fue más sobrio, y dejó que el texto y los actores sedujeran a la platea, ofreciendo una puesta en escena mínima en apariencia, aunque rica en detalles.