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Una generación que está a mano

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"Todos queremos algo". Foto: Difusión

La década de 1980, hasta no hace mucho denostada, está en el centro de varias películas.

La la land no se se ambienta en la década de 1980, pero una de las mejores escenas de la película sí. El personaje de Emma Stone llega a una fiesta y ve a Sebastian, el personaje de Ryan Gosling tocando en una banda de covers. Para tomarle el pelo, pide que la banda toque un tema, uno que sabe irritará a Sebastian: "I Ran", de la banda británica A Flock Of Seagulls.

La canción, cargada de sintetizadores, dibuja una sonrisa en la cara de Stone. Y seguramente en muchos de los que ven la película. Ese momento es un pequeño recuerdo de la década de 1980, encapsulado en los teclados que Gosling toca con traje a tono.

Pero ese instante también forma parte de una tendencia en el cine y la televisión de hoy: la revisión de los ochente desde el presente.

Hay, claro, más de una razón por la cual la pantalla grande y chica hoy miran hacia una década identificada con el dúo Reagan-Gorbachov, bandas de New Wave y Heavy Metal, yuppies, Pac Man y Tetris.

En parte, ya ha pasado suficiente tiempo para tener una mirada menos dependiente de la lectura irónica o burlona. Es común adoptar una actitud sarcástica respecto a lo que estuvo en boga hasta hace poco. Así como Kurt Cobain representaba para muchos de sus seguidores una ruptura (y una burla), respecto a los estrafalarios metaleros de los 80, así también varias películas de la década de los 90 se reían de Rambo, o Terminator. Como Loca academia de pilotos (1991), por ejemplo.

Varios han aprovechado los años transcurridos para evocar a los 80, a veces con cariño, otras con furia.

Uno de los mejores ejemplos de esta tendencia es la más reciente película de Richard Linklater, uno de los grandes directores estadounidenses en actividad: Everybody Wants Some (2016), ambientada en 1980 y que no se estrenó en cines en Uruguay.

Es casi incómodo hablar de "grandeza" para describir a Linklater y su estilo, que es humilde y sutil. Pero no es impertinente. Linklater, maestro de los pequeños gestos y los grandes temas construyó su trayectoria desde Austin y ya había hecho una lectura de la década de 1970 en Rebeldes y confundidos (1993), que empezaba con "Sweet Emotion" de Aerosmith, una de las bandas de rock más setenteras que hubo.

En Everybody Wants Some, la canción que hace arrancar la historia es "My Sharona", de The Knack, de 1979. Como para indicar que los 70 ya terminan.

A lo largo del la película —que puede ser interpretada como una especia de secuela "espiritual" de Rebeldes y confundidos— Linklater sigue a sus personajes, un grupo de estudiantes universitarios, haciendo lo mismo que los de la película de 1993: entrando en esa etapa de la juventud donde ya se vislumbra la madurez.

Entre salas de "maquinitas", discos de vinilo y atuendos que ya empezaban a dejar atrás los jeans estilo Oxford, los personajes viven y acumulan experiencias para lo que vendrá. Y en uno de los recorridos nocturnos, varios de ellos arrancan la noche en una discoteca y terminan en un concierto de música punk, otro indicio de Linklater de lo que se deja atrás, y lo que está por venir.

La banda sonora, además, es una compilación minuciosa, coherente y poco previsible de la música de esa época, con nombres como The Cars ("Touch And Go"), Donna Summer ("On The Radio") y Patti Smith ("Because The Night"), entre muchos otros.

Pero los 80 también fueron los años en los cuales las computadoras personales empezaron a entrar en las vidas de todos. Y pocos tuvieron tanto que ver con eso como Steve Jobs, quien mereció dos recientes películas. Jobs con Ashton Kutcher en 2013 y Steve Jobs con Michael Fassbender en 2015, la mejor de las dos.

Esta última prescinde casi por completo de cualquier elemento que sitúe a la película en esa década y concentra todo el esfuerzo narrativo en su personaje protagónico, figura clave de los 80.

Si Steve Jobs no pinta ningún tipo de fresco sobre esa época, Martin Scorsese se vale de toda su contundencia para presentar la década de los yuppies en su vibrante y colorido esplendor inicial, cuando el neoliberalismo se había salido de la lámpara y avanzaba sobre el tiempo y el espacio con confianza, arrogancia y optimismo. El lobo de Wall Street (2013) es, sin serlo, la mejor "adaptación" de la novela La hoguera de las vanidades, de Tom Wolfe, que retrató con elegancia y pasión ese mundo y ese período, donde los "Amos del Universo" vivían entre nubes de dinero, drogas y sexo.

Abajo, en las alcantarillas de la época, morían aquellos que eran víctimas de la enfermedad que también marcó a la década: el Sida. Esos lúgubres tiempos fueron retratados en El club de los desahuciados (2013), que le valió a Matthew McConaughey su primer Oscar. En este repaso también se puede incluir la "meta" película Terminator: Genesis, una aventura que nació en los años 80 de la mano de James Cameron y que en 2015 ubicó la trama una vez más en el período histórico en el cual había nacido.

LA DÉCADA EN LA PANTALLA CHICA.

Pablo Escobar, Bruce Springsteen y cosas más raras.

En televisión hay varias series o miniseries que dan su particular visión de la década. Una de las mejores es The Americans (Fox Premium, un drama que arrancó en 2013, ya lleva varias temporadas y por el cual vale la pena engancharse. Protagonizada por una pareja de espías soviéticos que se hacen pasar por ciudadanos estadounidenses, la serie cuenta sobre la paranoia de la Guerra Fría, cuando un conflicto nuclear entre las dos superpotencias podía terminar con prácticamente toda la vida en el planeta. Pero los 80 también fueron los años en los cuales se produjeron cambios fundamentales en el mercado de consumo de drogas en Estados Unidos, con la entrada triunfal de la cocaína. En eso influyó mucho la sagacidad (y la determinación) de Pablo Escobar. Aunque El patrón del mal, la serie colombiana, ofrece un retrato más abarcador y matizado de las andanzas de Escobar, Narcos (con todo el aparato de promoción de Netflix) acaparó los titulares en los últimos años. Netflix es también responsable de otra serie que revisita los años 80, Stranger Things. Lo hace apelando a elementos que cualquiera que haya vivido en esa época reconoce: los juegos de rol, los primeros sonidos electrónicos en la música pop (la banda sonora de la serie está muy influida por Tangerine Dream) y la temática alienígena/monstruosa que tan bien manejaron en ese momento Steven Spielberg, James Cameron y Stephen King.

Más allá de los extraterrestres y el terror, esos años también fueron aquellos en los que Bruce Springsteen se convirtió en una superestrella, gracias a discos como The River y Born In The USA. Y pocas veces sus canciones fueron tan bien usadas como en Show Me A Hero (2015), la miniserie de HBO dirigida por Paul Haggis y protagonizada por Oscar Isaac. Éste interpreta a un político de Nueva Jersey —la ciudad en la cual nació y creció Springsteen— que debe articular las tensiones raciales y sociales que surgen en un proyecto inmobiliario.

El eterno femenino de una imaginativa pintora
"Todos queremos algo". Foto: Difusión

LOS OCHENTA

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