Crítica de la película "Márama - Rombai: el viaje", que se estrenó el jueves.

Antes que cualquier otra cosa Márama y Rombai, un binomio que ha desdibujado un poco las identidades de las bandas para convertirlas casi que en un único bloque, es un negocio de los buenos.

Con discos en la calle, un Velódromo agotado, una sucesión de shows en el Gran Rex primero y en el Luna Park después en Buenos Aires, participaciones en ShowMatch, giras continentales, cuadernolas, merchandising y más, a esta máquina que no para de facturar se le suma ahora una película, que llegó a los cines para las vacaciones de julio. Otro negocio asegurado.

¿Qué ha llevado a estos dos grupos de cumbia creados por Fernando Vázquez a conseguir ese éxito? No hay demasiado secreto, más allá de un puñado de canciones pegadizas, videoclips divertidos, bastante carisma y una difusión boca a boca imparable.

Pero para todos los no fanáticos de Márama y Rombai, las bandas no son más que eso: productoras de éxitos radiales de poco valor y mucho rédito económico. A ellos, había dicho el director Federico Lemos públicamente, apuntaba Márama - Rombai: el viaje, este documental que estrenó el jueves pasado y que sigue la dinámica de otros que ha hecho (el último es DF10, sobre Diego Forlán) y también de otros de estrellas pop internacionales. Las referencias más obvias son Never Say Never y Justin Biebers Belive, sobre el cantante canadiense.

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El plan es contar una historia real con todas las herramientas que se pueda, pero sin apuntar necesariamente a un mensaje fundamental. El que lo encuentre, bien por él.

El viaje tiene un pie puesto en la seguidilla de recitales que dieron en abril en el Luna Park, con un despliegue de producción y entradas agotadas. También hay un vistazo a otros shows, de boliches o de festivales al aire libre, incluso a las 7:30 de la mañana. El otro pie está en la vida cotidiana, y es ahí en lo que se insiste un poco más: en cómo llegaron fundamentalmente Vázquez, Rajchman y Agustín Casanova a hacerse famosos, y cómo les afecta eso a ellos y a su entorno más cercano.

Con material de archivo, entrevistas a los padres de cada uno y a los integrantes tanto de Márama como de Rombai, se va construyendo un perfil de dos de los grupos uruguayos más populares del momento, bastante más bajado a tierra que lo que el bombardeo de información de las redes sociales obliga a construir. Al final, no hay que olvidarse que todos andan recién por los 20 años.

La película, que es dinámica y visualmente atractiva, logra quitarle ciertos prejuicios al mundo construido alrededor del binomio.

Saca a la luz emociones bastante personales de los protagonistas, como todo lo vinculado a la relación de Vázquez con su padre, que le aportan una cuota sensible a un documental que a priori podía pensarse frívolo. Por el contrario, esto de la fama repentina y arrolladora de los últimos dos años está tratado de una manera correcta, en la que sobre todo sorprende cómo se habla del eventual final de Márama y Rombai.

Pero Márama - Rombai: el viaje también parece estar resuelta muy sobre la fecha (hasta las experiencias de Bailando por un sueño para los cantantes y de Gran Hermano para Rajchman están incluidas). No está mal, pero con un poco más de tiempo podría haber quedado mejor.

Es probable que los no fanáticos que vayan a ver el documental cambien su punto de vista respecto a estos muchachos que están gozando de golpe una fama que puede resultar —y resulta, eso también se ve en la pantalla— agotadora. Después de todo, son sólo unos muchachos emprendedores a los que hasta ahora casi todo les salió bien.

Para los fanáticos, que en general son niños y adolescentes, ver a sus ídolos en pantalla grande cantando, riendo y sufriendo va a ser un buen plan de vacaciones.

Uruguay, 2016. Director: Federico Lemos. Fotografía: Pablo Banchero. Música: Márama y Rombai. Sonido: Santiago Carámbula. Duración: 85 minutos. Estreno: Jueves 23 de junio.

CINEBELÉN FOURMENT