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Veinte años de "El club de la pelea", la película que cerró el siglo XX

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El Club de la pelea

Aniversario

La violenta comedia negra de David FIncher fue polémica desde el comienzo y a pesar de ser un fracaso de taquilla se volvió de culto

A lguien definió, cuando su estreno, a El club de la pelea como la primera película del siglo XXI. Vista hoy, (mañana se cumplen 20 años de su estreno local) la afirmación sigue siendo temeraria. La estética de violencia estilizada y hasta publicitaria no generó una corriente cinematográfica vigente. Sin embargo es un obra importante, narrada con imaginación y que habla de cosas (la Generación X, la masculinidad, el consumismo) que siempre está bueno debatir.

Hasta entonces, David Fincher, el director, se había mostrado como el mejor de la promoción surgida de la publicidad y el video clip. Al igual que los de la generación anterior (los hermanos Ridley y Tony Scott), los cineastas-publicistas sumaban buenas ideas y una puesta en escena interesante en un paquete entregado en tiempo y forma. Fincher, además, había trabajado en infinidad de video-clips, un formato que exagera esas características de la publicidad.

Todo eso está en El club de la pelea, la cuarta película de Fincher: su ópera prima fue la tercera de Alien, la saga fundada, justamente, por Ridley Scott.

Igual, Seven su segunda película, se vio como una revelación. Todo estaba en su lugar: Pitt. Freeman, Paltrow y Spacey, una historia negrísima y lluviosa explotada desde la puesta en escena; grandes momentos y una vuelta de tuerca final que ensuciaba aún más la moraleja.

Después de la fallida The Game (ingeniosa pero confusa, con Michael Douglas y Sean Penn), El Club de la pelea era un regreso a un mundo sórdido que es como el de Seven pero sin su melancolía noir y sin una figura moral como la de Freeman.

El proyecto de hacer una película de El club de la pelea había estado en la vuelta en Hollywood desde que Chuck Palaniuk publicó la novela en 1996. Fox compró los derechos e intentó convencer a Peter Jackson, Danny Boyle y Bryan Singer para que la dirigiera pero fue para Fincher, el único que había leído la novela y tenía interés en filmarla. Para los papeles principales se consideró a Russell Crowe, Matt Damon y Sean Penn.

Adaptada por Jim Uhl, El club de la pelea sigue la lastimosa vida de un protagonista innominado (Edward Norton), un empleado kafkiano de un negocio vinculado a lo automotriz. Aunque como narrador está lleno de sarcasmos y un visceral desprecio por su vida, la vive con una catatonia consumista (es como un Patrick Bateman de los 90, de hecho) que viene acompañada de insomnio y otras reacciones alérgicas. Para combatirlo decide unirse a cuanto grupo de ayuda exista (de enfermos de cáncer testicular, por ejemplo, o sea hombres emasculados) de aburrido, no más y, si se puede, exteriorizar la angustia en un llanto compartido. En uno de esos grupos, se cruza con Marla Singer (Helena Bonham Carter), una turista de la autoayuda que vapor el café y las donuts.

Un día en un viaje de trabajo, se cruza con Tyler Durden que es lo opuesto a él. Pura testosterona, atrevido, arrogante, vive en un castillo en ruinas, pega fotogramas pornográficos en películas familiares y tiene una potencia sexual envidiable y la pinta de Brad Pitt. Entre los dos canalizarán frustraciones, agarrándose, literalmente, a las piñas. “Hay otros que sienten lo mismo que nosotros”, dice el narrador y tiene razón. Alrededor de ellos se va armando una especie de ejército nacional de hombres frustrados que encuentran una forma de lidiar con sus vidas, en un regreso a los estratos más primitivos de la masculinidad.

En un reportaje para la revista Film Comment cuando su estreno, Fincher vinculaba El club de la pelea con El graduado, la película de Mike Nichols (de hecho se pensó en que Buck Henry, el guionista de ese antecedente, hiciera el guion) en la que Dustin Hoffman encaraba el proceso de convertirse en adulto. Aquí, el narrador descubre que cumplir con todos los requisitos (el trabajo, la docilidad, Dios, un living de Ikea) y alcanzar la la felicidad, era una mentira.

Para hallarse a sí mismo debía despojarse de todo, incluso los rasgos civilizatorios, para encontrar su nueva esencia, sin perder en todo caso la cordura. Durden representa el guía a ese camino y un alerta de sus riesgos: lo que empieza como una catarsis de género escala a niveles de violencia y terrorismo. Todo ha sido visto como una violenta reflexión sobre la llegada a la adultez la Generación X aunque las lecturas son múltiples.

Con tantos frentes abiertos y su estilización de la violencia, la película dejó intranquilos a los ejecutivos de Fox desde que vieron el producto terminado. Una campaña de marketing errática y un guion que puede ser confuso y es sin duda violento, ayudaron a su fracaso en la taquilla, aunque fue una de las polémicas de la industria del cine ese año. Los críticos estuvieron, encima, escépticos sobre sus virtudes. Se equivocaron: El club de la pelea es una de las grandes películas de Fincher y de su tiempo.

En 2009, cuando se reeditó en DVD, fue reeavaluada y convertida, de acuerdo a The New York Times, en la película de culto de su tiempo, Mantiene ese estatus

Fincher y el fotógrafo Jeff Cronenweth consiguieron un ambiente de colores apagados de aspecto pegajoso. Las pequeñas intervenciones (hay “stickers” insertos que apenas se ven y uno más notorio al final) están hablando de lo que vemos y cómo lo vemos. Incluso en el hiperealismo casi celular de los créditos puede haber una gran mentira.

Ese era otro de los miedos de aquellos tiempos. Y por eso si no es la primera película del siglo XXI. quizás sea junto a Belleza americana, la última del siglo XX, en una cronología que haría a The Matrix como una de las primeras del siglo XXI y a La red social de Fincher como una de las que mejor define su devenir.

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