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Tres buenos documentales para seguirle la pista a Herzog

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Werner Herzog durante una escena de Dentro del volcán. Foto: Difusión

Netflix exhibe sus películas sobre la vida en Siberia, los volcanes e internet.

Es una alegría toparse con la tremenda curiosidad que Werner Herzog sigue teniendo, y con su energía, que parece no tener límite. Está en plena actividad a los 74 años, tanto como en la década de 1970, cuando realizó obras maestras del cine como También los enanos empezaron pequeños (1970), Aguirre, la ira de Dios (1972) o La balada de Bruno S. (1977). Sirve como muestra su inusual número de estrenos de 2016: presentó la ficción Salt and fire y los documentales Dentro del volcán y Lo and behold, ensueños de un mundo conectado.

Netflix le hizo un enorme regalo a sus seguidores al incorporar en la programación de documentales tres de sus títulos más recientes, los dos mencionados y el maravillo Happy people: Un año en el Taiga, codirigido junto a Dmitry Vasyukov y lanzado en 2010.

Es recomendable la experiencia de ver los tres juntos, porque al final de cuenta todos proponen una (fascinante) forma de enfrentarse al fin del mundo que conocemos. La voz afectada por el particular acento inglés del cineasta guía estos viajes, con una narración precisa y generosa. Herzog habla de "nosotros" incluyendo al espectador en sus motivaciones y por momentos se dirige directamente al él, dándole indicaciones de qué observar.

El resultado aporta sencillez e intimidad a unas temáticas que para la mayoría de nosotros se sienten lejanas, ya sea por los escenarios geográficos en los que se desarrollan las historias (en el caso de Happy people y Dentro del volcán) o por el nivel de discusión intelectual (en Lo and behold). Uno descubre estos nuevos universos con los ojos de Herzog y va avanzando de su mano.

La gente sola.

Sería ideal comenzar por Happy people, un documental que registra el modo de vida de un grupo de cazadores (más exactamente tramperos) en Siberia. Es, probablemente, el mejor logrado de los tres films. En eso tiene que ver por un lado la calidad de sus personajes, tipos toscos pero de sentimientos profundos y que saben cómo expresarlos frente a una cámara, y por otro un excelente trabajo de dirección de sonido y fotografía, híper exigente puesto que había que sumergirse en condiciones climáticas extremas y desoladas para poder retratarlas con fidelidad.

Los protagonistas están en Bakhtia, ciudad de 300 habitantes en la que conviven unos pocos pobladores originarios junto a rusos enviados, en su mayoría, por antiguos gobiernos comunistas para poblar la Taiga: un continente de naturaleza salvaje del tamaño de una vez y media los Estados Unidos.

Allí se celebran rituales como el 1° de Mayo, la Navidad o el Año Nuevo, pero dedican el resto de los días a cazar o a prepararse para hacerlo, con un gran sentido comunitario y acompañados por sus perros, los más fieles y resistentes que se han conocido.

Con la excepción de la motonieve y la motosierra, las herramientas que se utilizan para sobrevivir y cazar son artesanales. Frente a tanto frío, soledad y silencio, el espectador podrá acercarse a una sensación de confianza en la capacidad del hombre para valerse por sus manos y los viejos oficios.

Mundo fuego.

El título original es mucho más sugerente porque usa la palabra infierno en lugar de volcán. Herzog dice que está película comenzó 10 años atrás en la Antártida, durante el rodaje de Encuentros en el fin del mundo, pero podría retroceder aún más, hasta 1977, cuando rodó La Soufrière, acerca de la catástrofe ocurrida en 1976 cuando uno de los volcanes del archipiélago de la Guadalupe entró en erupción.

Convocó a un volcanólogo que había conocido en esa oportunidad y lo convirtió en protagonista del documental junto a él. Los dos recorren distintas regiones del mundo donde se aplican las más distintas formas para complacer, entender y sobrevivir a los volcanes.

Este es un relato coral y multicultural, interesado en observar rituales. Lo atraviesa un alto grado de poesía, tanto en los testimonios como en la forma de registrar la furia del interior de un volcán, para algunos habitado por demonios y para otros por seres queridos.

Los futuros.

Casi como un chiste interno a su voracidad de aventura, en una de las decenas de entrevistas que realizó a científicos para Lo and behold, Herzog se ofrece como voluntario para ir a Marte. "Solo pasaje de ida", agrega como un chiste ante el rostro incrédulo de su interlocutor.

Este documental es un completo reportaje acerca de internet, desde su nacimiento en 1969 (hoy ese salón universitario es considerado un espacio "sagrado") hasta sus proyecciones a futuro, casi todas terribles y abrumadoras.

No es de su obras notables, aunque es probable que se trate de su documental más ambicioso debido a la contemporaneidad de la temática y la inmensidad de sus repercusiones, inabarcables e incontrolables.

En este sentido hay una imagen que puede venir a la mente del espectador que vio los otros dos films: el río Yeniséi descongelándose, con su superficie cubierta de trozos de hielos que avanzan por la corriente, y los mares de lava y flujo piroclástico devorando ciudades. Es que internet se volvió tan impredecible para el hombre como la naturaleza.

Estructurado en 10 capítulos, abarca todas las puntas que podría tener el tema, confiando en los testimonios de sus protagonistas. Quizá sea la cantidad de voces lo que vuelve un poco frío al film, porque le falta esa marca tan cariñosa que Herzog le imprime a los personajes.

Digamos que hay un 50% de puntos de vista a favor del mundo transformado por internet, y un 50% de efectos secundarios nocivos. Desde la generación de nuevas enfermedades, adicciones y perversidades, hasta vacíos legales que son urgentes de resolver. En el cierre llega a una visión bastante fatalista del futuro, pero inspirado en la literatura de ciencia ficción Herzog mezcla inteligencia artificial con enamoramiento y sueños. La pregunta que queda retumbando es: ¿Internet cambiará nuestra definición de lo que significa ser humano?

El eterno femenino de una imaginativa pintora
Werner Herzog durante una escena de Dentro del volcán. Foto: Difusión

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