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Tom Ford, los fantasmas de la mente creativa

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Tom Ford. Foto: Difusión
Tom Ford
Billy Farrell/BFANYC.com

Este jueves se estrena Animales nocturnas, la inquietante segunda película del diseñador,

Impecable. O no. A primera vista, Tom Ford (Austin, 1961) roza la perfección. Risueño, cercano, políglota, y, cómo no, elegante. Al fin y al cabo, en su mundo la apariencia lo es todo. Y el genio que revitalizó a Gucci,viste a decenas de estrellas e ingresa mil millones de euros al año gracias a su propia marca no puede no estar a la altura. Pero las palabras y los demonios interiores del diseñador cuentan una historia mucho más accidentada con contradicciones y sombras, alcoholismo y depresión. Caos y altibajos, como en la vida real. Y como en Animales Nocturnos, la segunda película del modisto a siete años de su opera prima, Solo un hombre. Animales nocturnos, se estrena este jueves en Uruguay.

"¡No sé por qué he tardado tanto!", contaba Ford en el pasado festival de Venecia, donde el filme se hizo con el Gran Premio del Jurado. Aunque a continuación él mismo se contestaba: "Tuve un hijo (Alexander, adoptado con su pareja, Richard Buckley), que es lo más importante para mí. Abrí cientos de tiendas y reforcé los otros lados de mi vida, que marcan el ritmo para las películas. Y me costó un tiempo encontrar el siguiente guión, libro u obra que me apasionara". Hasta que leyó Tres noches de Austin Wright, un thriller metaliterario le dejó tan impactado que adquirió la opción para llevarlo al cine. Y se encerró a trabajar en el guion: aislado en su cama, bajo las mantas, escribió de forma compulsiva hasta tener un borrador definitivo. A ello, sumó un reparto encabezado por Amy Adams y Jake Gyllenhaal, y una poderosa estética, marca de la casa. "Me gustan los grandes desafíos", dice. "Solo un hombre me enorgullece, pero hay que avanzar y tomar riesgos si eres una persona creativa. Si no, es bastante insulso".

Así que el filme arranca con una imagen chocante: varias señoronas bailan desnudas, sacudiendo sus voluminosas carnes. La performance es la enésima idea de Susan, galerista de éxito con una vida personal camino de la depresión. Tras 15 años de silencio mutuo, la mujer recibe de repente la novela que su exnovio Edward por fin ha escrito. Resulta que aquel soñador que ella criticaba por débil y poco ambicioso tenía dentro de sí una prosa animal. Así que Susan se sumerge intrigada en las páginas y el espectador descubre junto con ella el drama salvaje que acontece en el libro. Ambos mundos parecen mezclarse cada vez más, hasta un final que Ford no quiere aclarar, para que el público lo interprete cómo prefiera.

"Susan soy yo. Tiene pertenencias materiales pero se da cuenta de que no son las cosas importantes. Lucha contra el mundo en el que yo vivo: el de los ricos absurdos, de la falsedad y la vacuidad", relató a The Hollywood Reporter. El modisto reconoce que a ratos lucha contra su propia figura. Vende bolsos que valen 18.000 euros, diseña vestidos hasta para Michelle Obama, y ha construido un imperio de lujo y consumismo repartido por 122 tiendas en todo el planeta. Y, sin embargo, afirma: "Nuestra cultura nos dice: "¡Bebe esto, serás feliz! ¡Compra esto, serás feliz!". Lo triste no vende. Nuestro mundo está construido sobre consumidores y una idea falsa de felicidad. Y suena raro que lo diga yo. Es algo con lo que me siento en conflicto, ser una de esas personas que contribuye a crear esa cultura de las cosas". De hecho, el modisto defiende también que la moda es perecedera y sin mucho valor, mientras que el cine pervive para siempre.

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Tom Ford. Foto: Difusión

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