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¿Cómo es "Spider-Man: Lejos de casa", la primera de Marvel después de Endgame?

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Spider-Man: lejos de casa. Foto: Difusión

Crítica

Hoy se estrenó la nueva película de la saga y es una entretenida aventura adolescente

Es hora de que alguien se lo diga, pero por las dudas acá viene un spoiler: Tony Stark está muerto y el mundo debe sobrellevar la ausencia de Iron Man. El que peor la pasa parece ser Peter Parker, el adolescente que también atiende como Spider-Man, que debe lidiar con la pérdida de un padre.

Lo sobrelleva volviendo a sus rutinas liceales incluyendo su complicidad con Ned (Jacob Batalon), su mejor amigo y su romance púber y platónico con MJ (Zendaya), su compañera de clase que, quizás le corresponda. De eso se va a enterar durante el viaje de fin de año a Europa, que para él es más romántico que educativo, pero en el que aprenderá que el trabajo de superhéroe, incluso para un superhéroe liceal, no sabe de vacaciones.

Ahí empieza Spider-Man: Lejos de casa, la primera película del Universo Cinematográfico de Marvel tras la tragedia de Avengers: Endgame, un evento que es resumido en un original in memorian de informativo estudiantil de imágenes pixeladas. Eso ya marca el tono: Spider-Man es la franquicia más claramente adolescente de Marvel. Y eso queda claro, además, en detalles destacados como la timidez ante el primer amor y en la baja autoestima del pobre Peter (Tom Holland) ante empresas que quizás sí, le queden varios talles de más y encima aún sigue viviendo con su tía (Marisa Tomei) que anda dragoneando con Happy (Jon Favreau), el valet/amigo/confidente de Tony Stark que ahora está al servicio del muchacho araña.

La empresa a la que es convocado es de las difíciles porque a este planeta se han autoconvocado una serie de monstruos feísimos llamados Elementales, y que son como desgracias naturales personificadas en unas cosas gigantescas y destructivas. El único que parece poder contra tamañas amenazas es un superhéroe al que la prensa italiana llama “l’uomo del mistero” y los chiquilines rebautizan Misterio para agrado del principal interesado, quien tiene la cara deJake Gyllenhaal y es como un Dr. Strange con una pecera opaca en la cabeza.

Su poder, eso sí, parece ser tan grande que el propio Nick Fury (Samuel L. Jackson) lo pone a su servicio y el joven Parker, en la búsqueda de un padre le entrega su legado más preciado, unos lentes que es lo único que heredó de Stark y que lo comunican con una inteligencia artificial que domina todo el poderío militar del mundo, entre otras cosas. Esa es una buena herencia aunque peligrosa en manos de las pasiones hormonales de un adolescente.

Por eso, algunas de sus decisiones no son las más acertadas y eso es lo que da combustible a una historia que, al igual que en las películas de Michael Bay, va dejando al mundo sin algunas de sus maravillas: acá destruyen, sin ninguna clase de remordimiento y a puro CGI, lugares bellos de Venecia, Praga y Londres. Los daños colaterales son enormes pero tampoco parece importarle a nadie: por un poco más que eso Thor lo decapitó a Thanos.

Comparado con las dos últimas entregas de Avengers está claro que Spider-Man: Lejos de casa es una película menos ambiciosa. Pero nadie quería hacerla gigantesca. El director Jon Watts (quien también dirigió Spider-Man: Homecoming) y los guionistas Erik Sommers y Chris McKenna (que escribieron Homecoming, Ant Man and the Wasp y Jumanji: En la selva) van por la zona de confort del puro entretenimiento y en ese terreno la película funciona bárbaro.

Las escenas de acción y destrucción son espectaculares, algunas inconsistencias anecdóticas son excusables y hay un par de escenas “oníricas” que tienen imaginación aunque no llegan al despliegue visual de lo visto en la ganadora del Oscar Spider-Man: Un nuevo universo. Todo está en su lugar.

Y además cumple su primera misión: ser una muy buena película de vacaciones de invierno. Y los padres sabemos que eso es todo lo que necesitamos en estos días.

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