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El rey que nos enseñó a reír

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JERRY LEWIS

A los 91 años falleció el comediante y director, una de las últimas glorias del cine clásico

El comiezo de El terror de las chicas, la película que dirgió en 1961, resume el genio de Jerry Lewis, "el rey de la comedia", que falleció ayer a los 91 años. Fue de las grandes figuras del mundo del espectáculo por más de siete décadas y de las más grandes figuras del humor de la segunda mitad del siglo XX.

El protagonista de El terror de las chicas es Herbert —otro nombre para su personaje— quien desengañado por la traición de su novia, decide no tener más contacto con el sexo opuesto.

La película empieza con la placidez de un pequeño pueblo que es, en un fatal efecto dominó, invadido por una anarquía y un caos de golpe y porrazo. En su estilo de comediante, Lewis era un rey Midas del desastre.

Un par de escenas más adelante, Lewis dejaba clarísimo su genio como director al revelar el lugar donde va a dar Herbert: una casa de muñecas que en un plano general revela no sólo la desesperación de un misógino encerrado en esa cárcel repleta de mujeres, sino también el truco cinematográfico de un set gigantesco. Es una gran idea.

Lewis falleció ayer en Las Vegas por causas que se desconocían al cierre de esta edición. En junio había sido hospitalizado por una infección urinaria, el último ingreso en una historia clínica complicada que incluía un infarto en 2006.

Hijo de una familia de artistas de varieté, Lewis nació para el escenario. Su gran fama la alcanzó a comienzos de la década de 1950 como la mitad más graciosa de un dúo en el que Dean Martin hacía de partenaire impasible ante tanta pavada. Juntos fueron una pareja imbatible en teatro, cine y televisión, y entre sus mejores momentos habría que anotar Artistas y modelos, dirigida por Frank Tashlin en 1956, su última película juntos. A Lewis le afectó tanto la separación que una reconciliación a medias se demoraría hasta 1987.

Tashlin, con su estilo colorido y alocado, también lo dirigiría en sus primeros trabajos en solitario (en Tú, mi conejo y yo y Érase vez... un ceniciento por ejemplo) y sería muy influyente en su etapa como director.

A menudo confundido con su personaje (un bobo de voz chillona y actitudes desesperantes al que se lo quería o se lo odiaba), su estatura como cineasta aún hoy pasa bastante desapercibida. Fueron los críticos franceses los que lo elevaron, con justicia, a la categoría de maestro del cine. El gobierno francés le dio la Legión de Honor en 2011; en 2013 fue homenajeado en Cannes como "figura fundamental en la historia del cine", y en 2015 la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos compró todo su archivo.

Películas como El botones, El terror de las chicas, El profesor chiflado y El ingenuo respaldan tanto entusiasmo. Creador de un universo que le debía tanto a Tashlin y los hermanos Marx como a Jacques Tati, Lewis demostró un imaginativo uso de los recursos cinematográficos al servicio del chiste.

Murió, eso sí, sin dar a conocer su obra más personal, The Day the Clown Cried, una comedia de 1972 sobre payaso en un campo de concentración, que fue rechazada por los estudios y Lewis se negó a mostrar. Con una idea similar, Roberto Benigni tendría su cuarto de hora con La vida es bella.

Su última película como director (Más loco que un plumero) fue en 1982 y desde entonces trabajó muy esporádicamente al servicio de otros. Los mayores elogios los recibió por El rey de la comedia de Martin Scorsese donde hacía de entertainer secuestrado por un fanático interpretado por Robert De Niro. Tambien trabajó con Emir Kusturica (en Sueños de Arizona) y en una buena comedia dramática hoy olvidada, Funny Bones de Peter Chelsom. En 2013 tuvo su último protagónico en Max Rose (disponible en Netflix) y el año pasado sorpresivamente aparecía en un policial con Elijah Wood y Nicolas Cage, The Trust.

Ayer, Jim Carrey, a quien a menudo se lo cita como su hijo más odiado, tuiteó "ese bufón no era un tonto. Jerry Lewis fue un genio indiscutido, una inconmensurable bendición".

El mismo tono elogioso fue repetido por toda la colonia artística, para una de las últimas glorias de un tipo de comedia con el que muchos aprendimos a reír. Y eso alcanza para justificar cualquier entusiasmo.

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