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Sobre las razas y el Oscar

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Se trata de la típica película que genera polémicas que en el ochenta por ciento de los casos no tienen nada que ver con el cine. Los más obvios enojados con Selma, que se estrena hoy en Montevideo, son naturalmente los racistas a quien les molesta que haya una película que evoque a Martin Luther King Jr. y su lucha contra la discriminación.

De ellos es posible desembarazarse con una frase: la Constitución protege el derecho a la libre expresión de los idiotas, pero no obliga a tenerlos en cuenta. Un poco más de respeto merecen quienes señalan que la película se toma ciertas libertades con su tema, algo que suele hacer prácticamente todo el cine que se quiere biográfico o histórico (desde El acorazado Potemkin hasta El Alamo y desde La caída del Imperio Romano hasta Gladiador), pero que genera más urticaria cuando se trata de historia reciente y de asuntos que suelen provocar controversias.

En el otro extremo se ubican quienes parecen creer que cualquiera que se atreva a cuestionar algún aspecto de la películas es automáticamente un racista y un adherente al Ku-Klux-Klan, falacia característica de estos tristes tiempos de corrección política. También hay una minoría de afroamericanos que han rezongado porque, según ellos, la película "disminuiría" la verdadera grandeza de Martin Luther King y su esposa Coretta, mostrándolos por momentos vacilantes e inseguros.

¿inexactitudes?

Uno de los puntos que ha generado más controversias es la imagen que el film propone del presidente Lyndon Baines Johnson, que algunos han visto retratado, falsamente, como el verdadero villano de la historia, opuesto al empeño de King de obtener el voto negro en Alabama (ese era el objetivo puntual de la marcha que partió de la ciudad de Selma hace en estos días cincuenta años). Esos objetores sostienen que Johnson fue un real aliado de King, no su adversario, pero el problema es más complejo.

El Johnson del film (sólidamente interpretado por Tom Wilkinson haciendo de Tom Wilkinson) es mostrado como lo que fue: un político sureño que tenía que hacer equilibrios entre su apoyo a los derechos civiles (por los que hizo bastante) y la necesidad de no perder una de las bases electorales del Partido Demócrata: el blanco pobre del Sur, instintivamente racista por temor a que los negros se convirtieran en sus iguales en la competencia por el mercado de trabajo. El Johnson del film no se opone a los derechos de los negros: prioriza la lucha contra la pobreza (para lo cual necesitaba votos de parlamentarios racistas) y le pide a King que postergue otras exigencias. Es posible que el modo en que la película presenta el tema sea demasiado simplista, pero no parece absurdo. Y si hay un par de reales villanos en el film son el gobernador George Wallace y el director del FBI J. Edgar Hoover. Este último, sobre todo, propone a Johnson acciones directas contra King que el presidente descarta.

¿Antifeminismo?

Como había pocos problemas en este mundo, George Lucas tenía que salir a plantear uno más. Fue uno de los que protestó porque a Selma se la nominara únicamente en dos rubros (mejor película y mejor canción), y ha sospechado que se debió a su tema y a que muchos académicos son unos racistas. Naturalmente, esos mismos académicos son los que premiaron con el Oscar a mejor película, el año pasado, a 12 años de esclavitud de Steve McQueen, película que puede gustar más o menos (el autor de esta nota piensa que es mejor que Selma) pero que resulta difícil no entender como un alegato contra el racismo.

La más divertida de las tonterías que se han escrito en torno al asunto es la que afirma que la Academia "se perdió la oportunidad de nominar a una directora mujer y afroamericana" al no incluir a la competente pero no genial Ava DuVernay entre las cinco candidaturas al Oscar a mejor dirección de este año. De acuerdo, directores peores que ella han sido nominados otras veces, y no es evidente que el impersonal Bennett Miller de Foxcatcher lo merezca más. El dislate proviene de lo de "mujer y afroamericana", como si ambos datos tuvieran alguna importancia a la hora de darle un premio a alguien. El color de la piel, la religión, la orientación sexual, las convicciones políticas y hasta la adhesión a un cuadro de fútbol no califican como criterios estéticos. Cuando Kathryn Bigelow fue premiada por Vivir al límite, no lo fue por ser mujer sino por ser buena directora. Lo demás es cháchara.

Agendas

Es interesante comparar algunas de las discusiones provocadas por "Selma" y "Francotirador". Hay quien parece creer que para apreciar una de esas películas hay que odiar la otra. El dato coloca la discusión, automáticamente, fuera de cualquier terreno estético, para reducirlo a una cuestión de agenda política (y en el caso de "Francotirador" hay quien le está atribuyendo una agenda que la película en realidad no promueve. Las cosas con más complejas.

Vea el especial de El País sobre los premios Oscar.

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