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Un piñazo directo al peor de los poderosos

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Depardieu, entre los excesos de un personaje complicado que sabe construir.
NICOLE RIVELLI photographie 2013

La inmensa mole desnuda de Gérard Depardieu se abalanza sobre la camarera negra que acaba de irrumpir, para limpiarla, en su suite del hotel neoyorquino. La secuencia es breve, pero contundente.

Y aunque el actor interpreta a un tal Devereaux, a nadie se le escapa que es una recreación, obligadamente fantasiosa, de lo que pudo ocurrir el 14 de mayo de 2011, en la suite 2806 del hotel Sofitel de Manhattan, entre Dominique Strauss-Kahn, entonces director general del FMI y virtual candidato socialista a la presidencia de Francia, de 62 años, y guineana Nafissatou Diallo, 30 años más joven.

No es la escena más degradante para el expolítico francés de la película Welcome to New York, dirigida por Abel Ferrara que se estrena en Uruguay esta semana y que está dedicada enteramente a este episodio. Un filme que comenzó a gestarse nada más conocerse la detención del exdirector del FMI hace tres años, y que propina una patada en toda regla a las élites francesas en el trasero de Strauss-Kahn, un libertino crecido en el seno de un establishment siempre condescendiente con sus excesos. Se comprende que el proceso de elaboración haya sido difícil, como confesó Vincent Maraval, directivo de la productora Wild Bunch, que lo ha hecho posible. Isabel Adjani, la actriz principal, abandonó el proyecto en desacuerdo con el guion. Y las grandes cadenas de televisión de Francia se negaron a invertir un euro en él.

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En los primeros 20 minutos del filme aparece Depardieu-DSK manteniendo sexo con varias prostitutas

Welcome to New York reabre además un episodio que Francia vivió casi como una humillación colectiva. Que dividió a la opinión pública y descabezó al Partido Socialista antes de la batalla electoral por la presidencia en 2012. Un episodio sobre el que planeó siempre el fantasma de un complot que no llegó a probarse.

La película hurga de nuevo en esas heridas de forma inmisericorde, no solo porque reconstruye el caso Diallo, presentando al expatrón del FMI como un depredador sexual, sin otro interés que sus orgías, sino porque refleja pormenorizadamente la humillación sufrida por DSK a manos de la policía y la justicia neoyorquina, que le obligaron primero a desfilar ante la prensa escoltado por los guardias y esposado como un vulgar criminal, y le rechazaron la condicional en primera instancia, ingresándole en prisión.

No deja de ser curioso que sea Gérard Depardieu, otro personaje caído en desgracia, otro maldito para la opinión pública francesa, el que interprete el papel del expolítico. Depardieu, máxima gloria del cine francés que cayó a los infiernos cuando, indignado por los elevados impuestos que la Administración de Françoise Hollande impuso a los superricos, se instaló en Néchin (Bélgica). La polémica que suscitó su decisión de traslado enfadó al actor, que devolvió su pasaporte francés y fijó su residencia en Rusia, donde un entusiasmado Vladímir Putin le concedió la nacionalidad en enero de 2013.

Hay alguna similitud más en la biografía de los dos hombres. Ambos han cumplido los 65 años, tienen varios matrimonios a las espaldas y una biografía de triunfadores que en el caso de Depardieu ha sufrido un ligero revés, mientras que en el de DSK se ha truncado abruptamente dada la gravedad incomparablemente mayor de su caso.

A Strauss Khan Lo vemos en el filme de Ferrara, desbordante de seguridad en sí mismo, ocupadísimo, toda una estrella del firmamento político internacional. Un hombre que viaja en primera clase, se aloja en hoteles de lujo, (en el Sofitel del escándalo ocupaba una suite de 3.000 dólares la noche por el precio de una habitación común, cortesía de la casa) y es una autoridad en cuestiones de economía mundial.

Incluso tras la caída, ya fuera de la cárcel, DSK vive el arresto domiciliario en un apartamento de 60.000 dólares al mes.

Ferrara y Depardieu son bastante crueles con el personaje. Lo muestran desnudo, maléfico, un ser incapaz de entender lo que hizo como si el abuso viniera con su posición social. Es una suerte de Maldito Policía, el personaje central de una de las películas más importantes de Ferrara, una víctima de sus excesos. Pero, a diferencia de aquel personaje que interpretaba Harvey Keitel, no hay en Strauss Khan nada de culpa.

Al final Ferrara reflexiona el poder y Depardieu sobre el oficio del actor. La película comienza con el actor explicando por qué decidió aceptar el papel. Para después, plano a plano, desnudarlo en toda su crueldad. EN BASE A EL PAÍS DE ESPAÑA

Cineasta independiente y un tanto cascarrabias.

No debería extrañar a nadie que el último proyecto del director neoyorquino Abel Ferrara sea Pasolini. Al igual que el italiano, Ferrara es un salvaje del cine, un nihilista capaz de construir a partir de allí, un universo propio de descreímiento y consistencia artística.

Y al igual que Pier Paolo Pasolini, Ferrara es un director desparejo. Tiene obras importantes y otras menos trascendentes (Juegos peligrosos con Madonna) pero también como ese antecedente cuando lo hace bien, lo hace muy bien: su filmografía incluye grandes obras como Maldito policía, El rey de Nueva York, El funeral y este Welcome to New York que se estrena el jueves en Montevideo.

Nacido en el Bronx en 1951, fue educado como católico (Dios y la culpa es una parte importante de su obra aunque ahora es budista), empezó con cortometrajes y hasta dirigió una película porno antes de ganar la atención con The Driller Killer en 1976 que le ganó comparaciones con Martin Scorsese. Desde entonces no ha parado de filmar. Es un independiente cascarrabias y a rajatabla. 

El eterno femenino de una imaginativa pintora
Depardieu, entre los excesos de un personaje complicado que sabe construir.

Depardieu como Strauss Khan en “Welcome To New York”

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