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Peligro en la montaña más alta del mundo

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Un drama humano (o varios) sobre un imponente y amenazador paisaje montañoso.
Photo Credit: Universal Pictures

En la base de Everest, película dirigida por Baltasar Kormákur e interpretada por un elenco lustroso (Jason Clarke, Josh Brolin, Jake Gyllen- haal, Elizabeth Debicki, Keira Knightley, Sam Worthington, Robin Wright, Emily Watson, entre otros) hay una o mejor aún dos historias reales: las de dos expediciones, una de ellas encabezada por un alpinista neozelandés, la otra por un norteamericano, que intentaron alcanzar al mismo tiempo (10 de mayo de 1996) la cumbre del pico más alto del mundo, y debieron hacer frente a una de las peores tormentas de nieve que de la historia. Varios episodios trágicos se produjeron durante ese accidentado ascenso.

El director Kormákur viene de Islandia, donde nació en 1966, aunque su padre es el artista barcelonés Baltasar Samper, tiene también una carrera como productor y actor, y ha sabido moverse entre su isla natal y los Estados Unidos. Su primera notoriedad la obtuvo con películas hechas en su país como Invierno caliente (2000), Hafi o El mar (2002) y Pequeño camino al cielo (2005), esta última ya una coproducción internacional, hablada en inglés y protagonizada por Forest Whitaker y Julia Stiles.

Obtuvo el Globo de Cristal en el Festival Internacional de Cine de Karlovy Vary en 2007 con Mrin (2006), conocida en inglés como Jar City y Tainted Blood y en castellano como Las marismas, sobre novela de Arnaldur Indriason. Hollywood volvió a fijarse en él tras Brúguminn (2008), y en 2010 realizó en Estados Unidos el "thriller" Inhale, con Dermot Mulroney, Diane Kruger, Sam Shepard. Desde entonces ha trabajado con frecuencia en los Estados Unidos (Contrabando, 2012; Dos armas letales, 2013) pero también en Islandia (donde está produciendo y ha dirigido algún capítulo de la teleserie policial Trapped (2015).

No es difícil sospechar que el recuerdo de los helados paisajes de su Islandia contribuyeron a interesar a Kormákur en la historia de Everest, donde hay también hielo y nieve. Por supuesto, los Himalayas con, visualmente, el sueño dorado de cualquier director de fotografía, y un frecuente paisaje cinematográfico desde que el aventurero neozelandés Sir Edmund Hillary y el sherpa Tensing Norgay fueran los primeros en llegar a la cumbre del monte (el 29 de mayo de 1953) y volver con vida.

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De esa aventura quedó constancia en un documental británico dirigido por John Taylor, Leon Clore y Grahame Tharp debidamente titulado La conquista del Everest. También generó una curiosidad sensacionalista por los montes más altos del mundo, que en términos cinematográficos se reflejó en un par de películas sobre el yeti que oscilaron desde la extrema mediocridad (El terror del Himalaya, Estados Unidos 1954, dirigida por W. Lee Wilder, el hermano bobo del gran Billy) hasta el cierto interés (El monstruo del Himalaya, Reino Unidos 1957, director Val Guest, con Forrest Tucker y Peter Cushing, para la empresa Hammer Films).

Más allá de la posible calidad de la película de Kormákur, sobre la cual habrá que expedirse cuando se la estrene, corresponde ubicarla en la reciente tendencia de la industria transnacional para atraer a un público más adulto con los recursos del 3D y (en los lugares en los que existe) la gigantesca pantalla de Imax, de los que el público adolescente ha comenzado a aburrirse. El desafío de Kormákur ha sido buscar el equilibrio entre intimismo y gran espectáculo.

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Un drama humano (o varios) sobre un imponente y amenazador paisaje montañoso.

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