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Montevideo se tiñe de negro en la película policial "Welkom"

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Una holandesa con secretos y un productor con los nervios destrozados.

Los cineastas uruguayos no se dan por vencidos con facilidad, y contra todo pronóstico siguen apostando a producir películas de género policial, ese que se presume gusta a los espectadores que pagan una entrada en el cine y que cumple con el pedido repetido —a esta altura por inercia— de variedad temática.

Welkom, como Zanahoria (2014), como Reus (2011), como Matar a todos (2007), convierte a Montevideo en una ciudad oscura, propicia para el crimen aún en los ambientes menos pensados.

Estrenada hoy en Sala Pocitos (Cinemateca), es la primera película de la pareja de realizadores integrada por Rodrigo Spagnuolo (también músico y actor) y la fotógrafa Lucía Fernández. La dupla fundadora de Antídoto Films, es responsable también de La huella de Sepé, una interesante serie coproducida con TNU que mezclaba ficción y documental. Con este debut, dejaron claro el carácter experimental que les interesa imprimir a sus proyectos.

Luego rodaron Welkom, concebido como un telefilm, y un tiempo después idearon y filmaron parcialmente Vicente, obra que combinó ambas experiencias: es una serie televisiva policial. Welkom puede ser considerado en esa trayectoria como un ensayo, una prueba sobre el terreno. Como toda primera vez, tiene sus fallas y sus aciertos.

Un thriller uruguayo no puede permitirse —por el momento— pensar en escenas de persecuciones, tiroteos, autos chocados, maquillajes costosos y movimientos de cámara ambiciosos. Por eso, el primer punto a favor es la historia, que es lo adecuadamente oscura y simple como para funcionar ajustándose a un presupuesto de producción muy acotado.

El elenco, aunque de rendimiento dispar, se sostiene gracias al trabajo de su protagonista, Hugo Piccinini (que ya se ha visto en 23 segundos, Mr. Kapla y próximamente en Clever). Piccinini interpreta a Aníbal Caballero, un productor desbordado por sus problemas personales. Separado recientemente, mantiene una relación explosiva con su ex que lo obliga a desentenderse de sus obligaciones laborales para cumplir con tareas cotidianas como llevar a su hijo al dentista. Sin domicilio, duerme en un altillo compartido con un tío (Augusto Mazzarelli) alcohólico y adicto a las apuestas, que le debe algunos favores a unos "mafiosos" de poca monta pero mucha malicia.

En medio de estos trajines, Aníbal finge tener la situación bajo control frente a la joven holandesa Sarah Mudler (Christel Oomen), una conductora de TV a la que se le encomendó realizar un especial turístico sobre Montevideo. Pero, por supuesto, Sarah también tiene sus secretos e intenciones ocultas.

Fernández y Spagnuolo se hicieron cargo de la producción, guión, dirección, fotografía, cámara (junto a otros colaboradores), edición y música. Spagnuolo también actúa en su película. Uno puede imaginar que el mismo nerviosismo de Aníbal Caballero invadió a estos cineastas durante el rodaje.

Pero el que mucho abarca poco aprieta. Aunque la autogestión haya sido una elección y/o la única salida posible para concretar la realización, es probable que de haber contado con más dinero, más manos y más mentes creativas, el resultado de Welkom hubiera sido mucho más satisfactorio.

Uno de los puntos débiles tiene que ver con los diálogos, que por momentos parecen demasiado improvisados (deben serlo de acuerdo a la estética de estos cineastas). Queda la sensación de que algunos planos pudieron haber sido más cuidados (hay cambios dentro de una misma escena que hacen que la tensión pierda efecto), y también el sonido podría haber tenido un diseño más interesante, sobre todo al tratarse de un género que lo amerita.

Sin embargo, aunque hay un aire amateur que la sobrevuela, "la trágica historia de Sarah Mudler en Montevideo" es un buen intento. Los últimos minutos son los mejores. La dupla logró expresar a la perfección un clima de derrumbe, repugnancia y confusión que le cierran los pulmones al personaje principal. Un uruguayo más, pero envuelto en la oscuridad del cine negro.

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