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"Mi primer amor ha sido el cine"

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Cecilia Roth. Foto: A. Colmegna
Nota a Cecilia Roth, actriz argentina, en el H. Hyatt Mvdeo., ND 20160810, foto Ariel Colmegna
Archivo El Pais

Son muchas las veces, en la ficción y en la realidad, que circunstancias políticas marcan a fuego la vida de alguien. Así ocurre en la película Migas de pan, una coproducción entre Uruguay y España, en la que la protagonista vive los horrores de una presa política en dictadura.

Dirigida por la uruguaya Manane Rodríguez, el personaje principal, Liliana Pereira, cuenta con dos actrices que le dan vida en dos momentos de su existencia: Justina Bustos interpreta a la joven que vive el calvario de la prisión y la tortura, mientras Cecilia Roth encarna a esa misma mujer muchos años después, cuando recibe en España la noticia de que ha sido abuela, y teme que su rol familiar le vuelva a ser arrebatado, como le ocurrió con su hijo. La joven Liliana, en Montevideo, es una universitaria, madre de un bebé, que participa en las luchas estudiantiles contra la dictadura. Al ser detenida, y durante los años de presidio, pierde la patria potestad sobre su hijo. En el otro extremo de la cronología, Liliana decide volver a Montevideo para participar con sus compañeras en la denuncia del oprobio sufrido en su juventud, y para recuperar los vínculos sentimentales con su hijo.

En medio de una apretada agenda que la tiene filmando en Brasil, Cecilia Roth, estuvo en Montevideo para el lanzamiento de la película, que se estrena este jueves 18 en salas de todo el país.

"No, no es que tenga poco tiempo libre, a veces tengo más, a veces, menos", le contó Roth a El País. "Me trato de organizar. Soy bastante obsesiva: por lo tanto, en el tiempo libre me cuesta el ocio, mucho. De verdad: plantearme ir una semana a leer, a dormir, a desconectarme, me cuesta. Y creo que me hace falta".

Mientras ese momento no llega, Roth (argentina de fama almodovariana) habla de Migas de pan, de cómo fue la experiencia de trabajar con Pedro Almodóvar y si prefiere el cine o el teatro.

—Hay una cercanía generacional con las cosas que se cuentan en Migas de pan...

—Pertenezco a una generación que ha atravesado esta historia y que la ha contado de diferentes maneras, tanto en España como en Uruguay, como varias películas argentinas, como Un lugar en el mundo, así como otros trabajos para televisión. Pertenecemos a una generación que si no cuenta todo esto corremos el riesgo de que se olvide.

—¿Y cómo fue el vínculo con Liliana, su personaje?

—Yo no pasé por el terror que pasó Liliana, pero es un tema que está vinculado a la biografía de mi país y del Uruguay también.

—¿Te sentís más firme como actriz de cine que de teatro?

—No, me gusta muchísimo hacer teatro. Bueno, el cine ha sido mi primer amor, y sigue siendo el lugar donde me siento profundamente cómoda. Lo que pasa con el teatro es que a mí me implica un trabajo las 24 horas del día. Cuando estoy haciendo teatro necesito estar en una especie de cápsula muy particular, porque la energía tiene que aparecer a la noche en todo su esplendor. Entonces en esos momentos tengo que estar dedicada absolutamente al teatro. En el cine hay otras maneras de ir acercándose, y me fascina ese proceso, que nunca es cronológico: me encanta hacer ese puzzle.

—¿Sos muy organizada?

—Sí, lo que pasa es que la vida no es organizada. Yo trato de organizarme lo suficiente para no enloquecer: ahora vengo de estar dos meses en Brasil, estuve en España haciendo una campaña de moda. Después fui a los Premios Platino, luego a Gramado. Trato de organizarme dentro de ese desorden, es decir, más que desorden, de esta profesión que no es una rutina de ir al trabajo siempre a la misma hora. Durante mucho tiempo, con mi hijo más chico, esa rutina era más necesaria, y durante mucho tiempo lo que hacía era teatro o cine, en general en Argentina. Ahora tuve esta primera experiencia de estar unos meses fuera de casa, en Brasil, y eso trae sus consecuencias con los adolescentes. No es fácil.

¿Los amantes pasajeros es una película que no todo el mundo entendió?

—Pedro Almodóvar había hecho películas mucho más al límite y provocativas, sobre todo para la época que era. Me acuerdo lo que fue en San Sebastián el estreno de Laberinto de pasiones, o en el Festival de Venecia Entre tiniebas. La gente se iba acostumbrando a Pedro. Pero luego vino la derecha en España, Aznar, y toda una manera de mirar más convencional, más conservadora. En ese momento, Pedro resulta, al menos con Los amantes pasajeros, mucho más chocante de lo que había sido en los primeros tiempos. Es una película de homenaje a una época, y creo que eso no se terminó de entender. Lo que se vio fue como una especie de antiguo cineasta excéntrico, que trataba, sin lograrlo, de volver a aquel cine loco. Y es un homenaje a los años 80.

—Toda esa locura, seguramente no existía detrás de cámara...

—Si no hay disciplina no podés hacer cine. Y Pedro es una persona muy concentrada, muy estricta. Se vivía muy seriamente durante el rodaje. Pedro puede repetir una toma muchísimas veces, y es muy exigente con el propio guión. Es muy difícil improvisar con Pedro. Sí se puede llegar con él a un acuerdo previamente al rodaje, porque ensaya muchísimo antes del rodaje. Y de pronto en el rodaje mismo siguen apareciendo cosas. Igual que Adolfo Aristarain, no te podés comer una coma, porque son autores, son escritores de sus propias creaciones.

—¿Qué recordás del rodaje de Todo sobre mi madre?

—Amo esa película, fue un rodaje muy especial, muy hondo. Empezamos por la escena del accidente, de la muerte del hijo, que tuvimos que repetir al final de la película, porque tuvimos problemas técnicos que no se supieron hasta que se llegó al laboratorio. Fue una película en la que hubo que meterse mucho, y era muy dura por ese tema de la muerte de un hijo, y ese grupo de mujeres que sobrevive a pesar de todo, apoyándose, creyendo en la vida. La película termina cuando empieza el 2000: fue una buena manera de abrirle la puerta a un nuevo siglo.

—Y ahora trabajó con Daniel Burman, en Supermax. ¿Cómo comparás su modo de trabajo con el de Almodóvar?

—Por suerte, cada uno de los directores con los que he trabajado tiene su propio universo, y creo que lo más importante es entender el universo del director y meterse en él. Y el caso de Supermax, a pesar de ser una historia que no se ve para Burman, él ha logrado que lo que parece una serie de acción no lo sea, dado que está basada en lo que pasó entre los personajes, dentro de cada personaje (por eso hay mucho flashback), de dónde vienen. También es así en lo que pasa con los vínculos: Burman siempre habla mucho de los vínculos y de la intimidad de los vínculos. Y en Supermax eso es fundamental: los encuentros, las venganzas, las alianzas, las traiciones.

—Hay muy buenos directores de cine en Argentina y no todos logran proyección internacional...

—Sí, y muy buenos directores jóvenes, hay una camada nueva muy interesante. Por eso es importante lo que de alguna manera intenta el Premio Platino: una academia hispanoamericana. Así como hay una academia europea, y una americana, quizá los Premios Platino sean la posibilidad de tener una región y una lengua que puedan tener la fortaleza que tiene el imperio del cine, que es muy difícil. Además las leyes de cada país no ayudan mucho, y cambian los gobiernos y las leyes cambian. A diferencia de Francia, que protege su cine, sea el gobierno que sea.

Un ómnibus que va desde Buenos Aires a Madrid.

"Yo llegué a España cuando ya había muerto Franco, y fue maravilloso, toda esa primavera que se vivía para los jóvenes. Después de pasarla mal durante los primeros meses, porque me costó adaptarme, fue maravilloso. Esos años en los que uno se forma en lo que será su oficio, los amigos, fueron años maravillosos que coincidieron con una apertura cultural y cinematográfica muy importante", recuerda Roth sobre su vida cuatro décadas atrás, cuando comenzó a entablar un nexo con España que marcó su trayectoria.

"Siento que puedo sumar los dos países, Argentina y España, cada vez más. Con el tiempo los vínculos con mis amigos españoles y argentinos inclusive se han mezclado, y ahora hay una relación mayor entre toda Hispanoamérica, a nivel cinematográfico, a nivel literario, cultural, teatral. Tengo la sensación de tomarme un colectivo cuando voy de Buenos Aires a Madrid", bromea Roth.

Cecilia Roth y varias caras conocidas en "Migas de pan".

Escrita por Manane Rodríguez y Xavier Bermúdez, Migas de pan cuenta con muchas caras conocidas, como Andrea Davidovics y Margarita Musto. "La película no habla de la acompañante de algún heroico varón. Liliana Pereira, la protagonista, está en el centro del relato de esta película en la que contaremos, simplemente, su aventura de vida. Con sus sueños, sus reveses y su infatigable energía para volver a levantarse", afirma la directora.

El eterno femenino de una imaginativa pintora
Cecilia Roth. Foto: A. Colmegna

CECILIA ROTHCARLOS REYES

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