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Martín Sastre repasa la historia de"Nasha Natasha", el documental sobre Natalia Oreiro

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Natalia Oreiro en "Nasha Natasha". Foto: Netflix.

ENTREVISTA

Este jueves se estrena "Nasha Natasha", el documental sobre el idilio entre Nataia Oreiro y Rusia, y su director, Martín Sastre, repasó su historia junto a El País.

"La película es un viaje por Rusia en el transiberiano, pero también un viaje por la vida de Natalia. La vida es la gran obra que tenemos todos los seres humanos en el tiempo cortito que estamos acá, y la historia de Nati es casi una obra alquímica”. Así resume Martín Sastre a Nasha Natasha, el documental sobre Natalia Oreiro que llega hoy a Netflix y en el que ha estado trabajando durante los últimos seis años.

A Sastre (Miss Tacuarembó) le cuesta todavía tomar perspectiva de este proyecto que tiene como protagonista a su amiga de hace 20 años, y a la vez entiende que en la emoción del retrato está todo: hay una pregunta que se responde desde lo emocional y hay un sentimiento compartido que hace que Nasha Natasha una experiencia sumamente disfrutable.

Hay una pregunta que se responde desde la emoción y es qué le pasa a los rusos con Oreiro, por qué la adoran tanto. La línea narrativa que este largometraje tuvo desde el origen fue, justo, la de cerrar esa interrogante con el planteo de alguna hipótesis lógica.

Eso está, y Muñeca brava tiene un mérito importante. “Pero lo que yo vi es mucho más fuerte de lo que me imaginaba”, dice Sastre en charla con El País. “Yo sabía de los rusos que llegaban a Buenos Aires con las mamushkas con la cara de ella y me parecía fuerte, pero lo que vi allá es mucho más. No es comparable con el fenómeno de fama en términos de la cultura de consumo. No hay una sola explicación. En la película se trata de dar explicaciones racionales, pero lo mejor era dar una respuesta emotiva; que no entendés con la razón sino que se te tiene que meter adentro. Si esa esencia te llega, la respuesta a la pregunta la sentís”.

Y hay un sentimiento compartido. Si bien el documental se concentra en la gira que Oreiro realizó en 2014 por Rusia y en la devoción que el público soviético le rinde a la uruguaya, también profundiza en la personalidad de la cantante y actriz y revela algunos aspectos bien íntimos de su vida. Todo ese relato está implícitamente vinculado al director, que se sirve de esa amistad con Oreiro para retratar instantes sumamente personales con mucha delicadeza, a la vez que proyecta su propia herencia familiar, su propio bagaje y nostalgia.

Natalia Oreiro en el documental "Nasha Natasha". Foto: Netflix
Natalia Oreiro en el documental "Nasha Natasha". Foto: Netflix

—Lo último que se ve en los créditos es: “A los abuelos de Martín por enseñarle a amar a Rusia y su cultura”. La película habla del de Natalia, ¿pero cuál es tu vínculo con Rusia?

—Mi abuelo era ruso, y siempre fue un personaje. Si vos tenés que dibujar a un ruso, lo dibujás a él: dos metros, barba larga blanca que parecía Papá Noel; me iba a buscar a la escuela con un tapado de nutria, gorro de cosaco, botas, y mis amigos no entendían nada (se ríe). Me pagaba una moneda si yo comía comida rusa, nos llevaba al circo de Moscú con mi hermana y mi primo, nos llevaba al backstage y nos hablaba en ruso. Me reconocí en muchas cosas. Y también tuvo que ver con la decisión de ir. Mi abuela había muerto y lo último que hablé con mi abuela por teléfono fue eso; su último mensaje de WhatsApp fue: “Qué increíble que al final tú vas a ser el que va a disfrutar Moscú, tanto que tu abuelo y yo soñábamos ir. Ese vas a ser tú”. La película tiene ese costado emocional porque fue un proyecto muy emocional.

Nasha Natasha se divide en cinco capítulos, introducidos con intersticios de textos narrados en ruso por una voz en off. “Origen”, “Transmutación”, “Fenómeno”, “Sueño lúcido” y “Vuelta al origen” son los bloques en los que se fragmenta un documental dinámico que comienza y termina en el Cerro de Montevideo, y que hace un recorrido tanto por la Rusia profunda como por el archivo de Oreiro. Sus familia, sus amigas Rosita y Valeria Lorca (de Muñeca brava), su marido Ricardo Mollo y su hijo Merlín Atahualpa son parte de los testimonios de una película que se arma de afuera hacia adentro: la construcción del personaje va de los otros, cercanos, a lo más profundo de la protagonista; va de sus sueños de estrella en la temprana infancia hasta un final que la encuentra a flor de piel en su primer refugio.

¿Por qué? “Porque quería que la primera vez que Natalia hablase en cámara, la cámara o la historia fuese el amigo: la hermana, el amigo, Facundo (Arana), yo, sus seguidores, la persona que la ve de cerca pero de afuera. Me parecía fundamental que Natalia hablase recién en la vuelta al origen, porque la película también es una vuelta a mi origen, y de alguna forma evolucioné de la misma forma que ella durante la narrativa”, argumenta Sastre.

Sastre está convencido de que la película que se estrena hoy en Netflix es la película “que tenía que llegar”. Explica que aquella versión que presentó en 2016 en el Festival de Cine de Moscú era más un “work in progress” que un corte final, que siempre se siguió trabajando y que su propio derrotero internacional llevó a que Nasha Natasha tenga en 2020 su ansiado estreno internacional. “El cine lleva tiempo y hacer un documental es extradifícil”, dice Sastre que, asegura, se inventó una forma para hacer esta película. El resultado está lleno de pequeños momentos emotivos y preciosos -Oreiro en lágrimas hablando de su hijo, Oreiro mostrándole a Merlín un singular encuentro con una fan, las imágenes de la boda, unas rusas que le llevaron jazmines y, por supuesto, el bellísimo final- y de esa euforia de una admiración desmedida.

“Es muy esforzado mantener el foco durante seis años y creo que si no hubiese sido porque había motivos afectivos en el medio, hubiera sido muy difícil”, admite Sastre que resume la experiencia Nasha Natasha en cuatro palabras: “fue un viaje maravilloso”.

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