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Mar del Plata se despide a lo grande

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"Futuro perfecto". Foto: Difusión.

Las secciones competitivas presentaron sus últimas películas: comunidades nudistas, cinco historias de terror, una joven china que sueña en Argentina y una obra que corre tras las huellas de un pasado doloroso. Esta noche se entregarán los premios.

Los decentes 
Como en su película anterior Parabellum (coproducida con Uruguay), Lukas Valenta Rinner vuelve a incursionar en el funcionamiento interno de una comunidad. Esta vez son dos: una adinerada que vive recluída en un country, y sus vecinos: un grupo de nudistas que pasan el día sumergidos en aguas, acariciándose el cuerpo y reposando bajo las sombras de los árboles. Belén (Iride Mockert) llega a la primera como empleada doméstica y a la segunda por curiosidad.

El trabajo de la actriz es sobresaliente. Su postura corporal va mutando a medida que destina más tiempo a estar desnuda que limpiando. Pasa de llevar el pelo atado, una ropa incómoda y la espalda inclinada hacia adelante; de tener movimientos rígidos, decir apenas dos palabras y de bajar la mirada, a caminar con calma, con la espalda erguida, una sonrisa en el rostro y el pelo suelto, larguísimo, que la hace parecerse a un personaje de las pinturas de Botticelli.

La película transita distintos tonos. Comienza siendo una comedia que retrata a una patrona regia y bien intencionada y a su hijo malcriado, obsesionado por el rendimiento deportivo. Esta primera parte incluye un romance forzado por un guardia de seguridad demasiado sensible. Luego se torna levemente erótica, conservando esa mirada un poco burlona acerca del estilo de vida “new age” que practican los nudistas.

Sin embargo, en los últimos minutos el film se convierte en algo distinto y desconcertante. Se instala un clima de guerra que se siente apresurado, y en el que una comunidad enfrenta brutalmente a la otra. Visualmente es impactante, pero detrás de ese efecto no hay una justificación clara, puesto que tal como fueron presentadas las dos comunidades parecen ser igual de hedonistas y superficiales. Es una lástima que la moral que termina primando sea completamente reduccionista.

Cuatreros
Es admirable la valentía de una directora como Albertina Carri, que sigue haciendo documentales poniendo sus esperanzas, pesadillas, frustraciones, compromisos y heridas imborrables en el set, usándolos como la principal materia prima de su obra. Carri hace cine para sanar una herencia maldita, que carga el peso de dos padres desaparecidos, una crianza poco cariñosa en el campo y una juventud en la que empezó a filmar para reconstruir su memoria e intentar quitarse rabias de encima. Aún hoy, 16 años después del estreno de Los rubios, no puede escapar de revisar su propia historia en las otras que elige narrar.

Esta vez el motor fue Isidro Velázquez, un cuatrero correntino que se instaló en el Chaco con su hermano, quien habitualmente tenía problemas con la policía. En 1967, luego de ser perseguido durante años, un amigo lo traiciona y el ejército lo acribilla en su auto. Desde entonces, varios músicos le escribieron canciones y algunos cineastas intentaron hacerlo protagonista de una película, casi siempre fracasando en el camino. Uno de ellos fue Mariano Llinás (Historias extraordinarias).

“Cuatreros es una película imposible de contar, aunque yo creo que es una película de género. No intenten enterderla del todo porque es imposible. Veánla como un viaje un poco hipnótico”, le dijo la realizadora al público antes de comenzar la función. El 99% de la película se hizo con material de archivo, con imágenes recuperadas de noticieros de los años 1960 y 1970, películas, programas de televisión y avisos publicitarios. La voz de la directora acompaña todo el relato, mientras que la pantalla se divide en tres, haciendo que distintos grupos de imágenes dialoguen entre sí.

“Esta es una obra que quiere ser un puente entre vivos y muertos”, dice en una de las escenas. Es que la obra es prácticamente un diario, una crónica de cómo se quiso y pudo hacer esta película. A lo largo de 88 minutos Carri cuenta cuál era su objetivo, a quién recurrió, con qué novedades se topó, habla de figuras del cine como la productora Lita Stantic y su marido desaparecido Pablo Szir (que había hecho un film sobre Velázquez), del coleccionista Fernando Martín Peña (que también es director artístico de este festival), de Mariano Llinás, de Lucía Cedrón y su padre, el cineasta Jorge Cedrón (también víctima de la dictadura) y, finalmente, de Roberto Carri: su padre asesinado, que escribió un libro acerca del mismo personaje.

Por momentos el film se convierte en un laberinto histórico, plagado de información y de lecturas políticas que atraviesan la memoria de Argentina, pero luego toma la forma de un escape: finalmente es un testimonio de la propia vida de la directora, que acaba de ser madre, que piensa en separarse de su esposa, que se siente tomada de nuevo por la presencia de sus padres y confiesa que es a ellos a quienes busca entre esos archivos, entre esas charlas y personajes. Otra vez, Albertina Carri es autora de uno de los filmas más valientes, comprometidos y creativos de la programación.

Terror 5
Había una grandísima expectativa con la película de los hermanos Sebastián y Federico Rotstein, que venía a cerrar el cúmulo de films de género que estrenó el festival. Se la presentó como “un grito feroz”, una película para “disfrutar o padecer”. Sin embargo el resulto fue más confuso que aterrador.

Las cinco historias que narra el film ocurren en una misma noche, durante la cual será conocido el veredicto que enviará a la cárcel o no a tres políticos argentinos acusados de ser responsables de una masacre causada por el derrumbamiento de un edificio en el que murieron 15 personas. El evento tiene gran repercusión mediática. Varios informativos acompañan a las familias de las víctimas al cementerio desde el que escucharán la resolución.

Mientras, una pareja de adolescentes desfila por un colegio en el que un alumno apunta con una escopeta a un profesor de gimnasia y lo obliga a correr, y otra vigila que las manos de una profesora de ciencias se mantengan dentro de dos tazas prendidas fuego. Aunque el espectador puede suponer fácilmente de qué va esta trama, la historia queda abandonada para darle lugar a otras cuatro que avanzan de forma paralela hasta el final de la obra.

Hay, en estas anécdotas, una intención de revisar “a lo argentino” los subgéneros clásicos de este tipo de cine: pronto se verán zombies deambulando por la ciudad, que se va convirtiendo en una zona de guerra en la que se instala un toque de queda. A pesar de esta restricción, un grupo de jóvenes disfrazados toma cerveza y fuma porro en una casa. Uno de ellos propone ver una película snuff, a la par que hostiga a “Virga”, un chico pasado de peso que se vuelve el centro de burlas de sus amigos (especialmente de tres chicas que cada vez lucen más sádicas). La película snuff podría tener a sus protagonistas en una joven pareja que va a un motel e intenta tener sexo entre pelea y pelea. En otra calle desierta y con el suelo mojado, dos hombres se comunican por celular de auto a auto: esperan a tres mujeres que, evidentemente, no serán lo que imaginan.

Terror 5 son cinco películas en una, un gravísimo error que termina por empañar el esfuerzo técnico de un diseño de fotografía, sonido y arte que está bien logrado. De la forma en la que están narradas, las resoluciones parecen aceleradas y fáciles, terminando con una metáfora polícita demasiado evidente y repetida en varias películas del estilo. Se nota que hay talento, pero las buenas ideas se pierden es decisiones mal tomadas en el guión y un montaje que no pudo rescatarlo.

El futuro perfecto
La película de cierre de la Competencia Internacional es una pequeña joyita. Nele Wohlatz es una directora alemana que trabaja y vive en Argentina; “hice esta película porque sentía que debía hacer algo que hablara de mi nueva vida”, le confesó a una sala llena.
Con un registro que se mueve con inteligencia y frescura entre el documental y la ficción, Wohlatz sigue los pasos de Beatriz/Sabrina (adorable Xiaobing Zang), una joven recién llegada de china que quiere aprender castellano para apropiarse de la ciudad en la que vive, conseguir trabajo, hacerse amigos y, por sobre todas las cosas, reflexionar acerca de las posibilidades que tiene su futuro.

Beatriz/ Sabrina (los nombres que le proponen como traducción del suyo) asiste a clases de español y ensaya ejercicios con otros chicos asiáticos en su misma situación. Trabajando en supermercados chinos de Buenos Aires conoce a un joven indio que pronto le dirá que quiere casarse con ella. Pero sus padres tienen otros planes: colocarla rápido en brazos de un joven también chino y dueño de su propio negocio. Todos parecen saber qué hacer con su futuro, menos ella.

La dirección está llena de ideas interesantes, que permiten conocer sin intervenciones forzadas aspectos fundamentales de la historia del personaje, las condiciones en que llegó y cómo lo peor de la cultura que uno hereda se replica en un territorio y contexto ajenos. Sin embargo, en parte por su espíritu juvenil y entusiasta y en parte por los espacios en los que la coloca la cineasta, Beatriz/Sabrina rompe con el dramatismo imaginando distintos desenlaces para su futuro: algunos terribles y otros llenos de amor y esperanza. El futuro perfecto es una hermosa y pequeña película (dura apenas una hora) acerca de las posibilidades que se ganan cuando se comienza una vida nueva.

El eterno femenino de una imaginativa pintora
"Futuro perfecto". Foto: Difusión.

cine - festival de cine mar del plata 2016

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