Crítica

Crítica a la película argentina La reina del miedo, que se estrenó el jueves.

Pablo Staricco

En La reina del miedo, la actriz argentina Valeria Bertuccelli creó un personaje necesario. Tanto para reafirmar una vez más el talento innegable de la intérprete en el cine, pero también para hacer desaparecer a la sombra de diez años de Andrea “La Tana” Ferro.

La comedia dramática, una producción entre Argentina y Dinamarca, también la posiciona como una voz narrativa a considerar a futuro dentro del cine latinoamericano. Además de su labor protagónica, Bertuccelli escribió y codirigió la película junto a la cineasta Fabiana Tiscornia.

La labor múltiple resultó en una apropiación total de Robertina, el personaje de Bertuccelli en La reina del miedo. Como una actriz célebre que debe lidiar con el inminente estreno de unipersonal que aún no ha concebido, Bertuccelli entretiene y emociona.

Más allá de una premisa que tiene varios momentos cómicos, en particular cuando Robertina ensaya una obra que está inventando en el momento frente a un grupo de técnicos atónitos ante la aparente tranquilidad de la actriz, La reina del miedo no se asusta a la hora de meterse en lugares extraños.

La historia inicia en el hogar de Robertina, en una escena que utiliza la soledad y nerviosismo constante del personaje, cuyo marido, interpretado por Darío Grandinetti, la abandonó sin muchas explicaciones, para brindar cierto toque de suspenso a la película.

Desde esa secuencia en adelante, nada para estar bien. Pese a ver a la protagonista en diferentes situaciones cotidianas sin ningún peligro aparente, el miedo de Robertina se trasladó de ella al relato entero, logrando que cualquier situación puede tomar una dirección trágica.
Los golpes bajos, sin embargo, llegan de otra forma. La relación con su pareja, su representante (Gabriel Goity) y un mejor amigo que vive en el extranjero y padece cáncer (Diego Velázquez) es la forma en la que la verdadera naturaleza de Robertina sale a la luz, de a poco.

Con el estreno de la obra como un punto sin retorno para la protagonista, Bertuccelli lleva a su personaje a través de una soledad sin rumbos, en la que la inseguridad artística, pero también a la responsabilidad y la fragilidad de la adultez, se hacen presentes.

Acompañada de una fotografía dinámica de Matías Mesa (que potencia tanto las luces como las sombras) y una banda de sonido a tono (hecha por Vicentico, esposo de Bertuccelli), La reina del miedo complementa una gran labor actoral con un despliegue técnico a la altura.

El guion de Bertuccelli sorprende a su vez por sus riesgos, no solo en términos del desafío en la interpretación, sino también porque evita una redención atípica para la protagonista, una artista cuyo talento verdadero solo es inicialmente presentado a través de los testimonios de otros personajes.

Aunque la sombra de La Tana Ferro, el personaje de Un novio para mi mujer que consagró a Bertucelli en el cine regional, sigue vigente, en La reina del miedo la argentina demuestra que sus inquietudes como artista van más allá de entretener en base a un puñado de puteadas y arranques de una honestidad brutal.

La actriz argentina sale más que exitosa en su debut como codirectora y guionista. La película, en tanto, es una odisea personal y contenida que explora el miedo no solo en sus facetas negativas, sino también en su potencial para generar reacciones valientes. Vale la pena experimentarlo.

Ficha

La reina del miedo [****]

Dirección:Valeria Bertuccelli y Fabiana Tiscornia.

Guión:Valeria Bertuccelli.

Con:Bertuccelli, Gabriel Goity, Darío Grandinetti, Anders Hvidegaard, Anders Hvidegaard, Sary López, Stine Primdah y Diego Velázquez.

Argentina y Dinamarca, 2018. Producción: Benjamín Doménech, Christian Faillace, Santiago Gallelli, Juan Pablo Galli, Eva Jakobsen, Mikkel Jersin, Juan Lovece, Katrin Pors, Anibal Rigozzi, Matias Roveda, Marcelo Tinelli y Juan Vera. Fotografía: Matías Mesa. Música: Gabriel Fernández Capello (Vicentico).