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El Hollywood de antes llegó a su fin

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Dustin Hoffman

CINE

Las acusaciones a Dustin Hoffman son señales más recientes del final de una era en el cine estadounidense 

Hollywood, cómo se lo conocía, llegó a su fin. Los mecanismos de una industria que protegía la rebeldía y transgresiones de sus estrellas se están debilitando. Las voces de las víctimas de estos desmanes, en cambio, se hacen oír cada vez más y más fuerte.

La última de ellas fue Anna Graham Hunter, una escritora que acusó a Dustin Hoffman de acosarla sexualmente cuando tenía 17 años. Hunter trabajó como asistente de producción en la película de 1985 del actor, La muerte de un viajante.

Toqueteos indebidos, pedidos de masajes y el uso de un lenguaje indecente son algunas de las acciones de Hoffman listadas por la escritura en las cartas que envió a su hermana en ese entonces. Ayer, la autora las replicó en una columna publicada por The Hollywood Reporter.

Hunter señaló que hoy, con 49 años, entiende las actitudes y acciones que tomó Hoffman. Lo del actor ganador de dos premios Oscar hizo, según cree, “encaja en el gran patrón de lo que las mujeres experimentan en Hollywood y en todas partes”.

La escritora no se para sola detrás de esa idea. En el último mes, otras mujeres que han sufrido el acoso y abuso sexual y, en algunos casos, hasta la violación por parte de figuras de poder en el cine estadounidense, acudieron a los medios para iluminar parte del pozo en el que cayeron.

Hace dos días el actor Anthony Rapp contó un episodio en el que Kevin Spacey lo acosó sexualmente mientras estaba borracho en una fiesta en 1986 en el apartamento del protagonista de House of Cards. Rapp tenía 14 años.

Las acusaciones de Hoffman y Spacey sucedieron a a la caída de una figura de Harvey Weinstein, uno de los hombres más poderosos de Hollywood.

Hasta ahora el caso de Weinstein es el de mayor escala. Su lista de denunciantes supera las 90 mujeres, entre las cuales, hay varias actrices consagradas. Pero más allá del lugar que el productor ocupaba a la hora de llevar a sus películas y a actores de forma efectiva al Oscar, su caso comparte grandes similitudes con el de Hoffman y Spacey.

Las acusaciones a estos hombres que surgieron en el último mes parecen seguir un patrón similar: la gran mayoría de los casos sucedieron años atrás, cuando estas figuras gozaban de una popularidad establecida o en pleno crecimiento dentro de Hollywood.

Hoffman, Spacey y hasta Weinstein pidieron perdón por sus acciones en escuetos comunicados que, hasta ahora, solo los han dejado parados de peor forma de la que se encontraban cuando aguardaban silencio.

La recepción de sus disculpas, que uno imagina fueron asesoradas por equipos de comunicación de un peso correspondiente a la fama de cada uno, son evidencia que ni el público ni sus colegas serán fácilmente convencidos de sus culpas.

Algunos sectores de Hollywood ya tomaron represalias -a esta altura a Weinstein se lo puede considerar un paria-, y otros recién están comenzando. Spacey, al que ya se le ha retirado un premio honorífico, aguarda la noticia sobre lo que sucederá con House of Cards, que ha suspendido su rodaje. Aún no se puede medir el efecto en la carrera de Hoffman, cuyo mayor éxito reciente es la voz de Shifu en la saga de Kung Fu Panda y Netflix acaba de estrenar su última película, The Meyerowitz Stories (New and Selected).

Mientras que estas figuras se encuentran lidiando con la caída de su popularidad, otras menos célebres también afrontan acusaciones similares. El actor mayormente de televisión Jeremy Piven, el director Brett Ratner y el actor menos conocido Andy Dick han sido objeto de múltiples denuncias por acoso y abuso sexual en la última semana. Los tres negaron los hechos.

La lista de nombres, que parece agrandarse día a día, demuestra que la tolerancia por el comportamiento de las figuras masculinas en Hollywood ha llegado a su tope.

De todas formas, en un negocio que desde su fundación estableció el trato diferencial entre hombres y mujeres, estos casos no deberían resultar novedosos. En su libro Hollywood Babilonia, Kenneth Anger detalló los escándalos menos conocidos en torno a las estrellas del cine mudo, entre las que se destaca Charles Chaplin.

Décadas después, el periodista Peter Biskind hizo algo similar en Moteros tranquilos, toros salvajes. En el libro se repasan episodios cargados de un cóctel clásico de excesos (sexo, drogas y rock and roll) en torno a los rodajes de películas de Busco mi destino, Barrio Chino, El Padrino y hasta Tiburón.

Los desacatos de figuras como el actor Dennis Hopper y el director William Friedkin e son retratados por Biskind en una época en la que los trabajadores de Hollywood se salían con la suya gracias a la ausencia de dos factores que hoy han resultado clave. Por un lado, el escrutinio constante de las revistas y sitios de espectáculos como TMZ y People, hoy capaces de liberar al público el detalle más personal en la vida de un artista. Por otro, el lugar que las publicaciones como The Hollywood Reporter o el New York Times han decidido dar a los casos de las víctimas de este negocio.

Pese a que aún queden figuras que han aludido esta problemática -tanto Woody Allen, Casey Affleck y Roman Polanski se mantienen activos dentro de una producción que ha decidido poner el foco en su arte y no en la persona- Hollywood ya no es el mismo.

Una metáfora que se ha utilizado es que las acusaciones de el último mes son un viento que derribará la pirámide de cartas con la que Hollywood es representada. Pero Hollywood no es un montón de naipes apilados. Es una fortaleza ancestral construida por hombres poderosos. Afortunadamente, las grietas de ese fuerte se están haciendo cada vez más visibles.

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