La historia es real y debió ser un verdadero infierno. Durante la Segunda Guerra Mundial, el corredor olímpico Louie Zamperini (Jack OConnell) tripulaba un bombardero en el Pacífico. El avión cayó al mar, Zamperini y unos pocos compañeros lograron salvarse, y pasaron cuarenta y siete días en una balsa salvavidas. 

Y eso fue apenas el comienzo. Luego cayeron en manos de los japoneses, y su ordalía se prolongó en el tiempo, en un campo de prisioneros en Tokio.

A Angelina Jolie le interesan los hechos reales, las historias de superación, y los temas en los que asoma cierta crueldad. Como actriz protagonizó Más allá de las fronteras (2003), que se ocupaba de problemas del Tercer Mundo; El buen pastor (2006) de Robert De Niro, que cuestionaba a la CIA; El sustituto (2008) de Clint Eastwood, que narraba el caso verídico de un niño desaparecido, y Un corazón invencible (2007) donde encarnó a la esposa de un periodista asesinado por terroristas islámicos. Como directora saltó al largo con En la tierra de sangre y miel (2011), que trataba sobre los horrores de la Guerra de los Balcanes. Como actriz ha hecho también tonterías, pero es comprensible que se interesara por el caso Zamperini.

El resultado es un logro a medias. Está vistosamente empaquetado en opulentos valores de producción, empezando por la notable fotografía del maestro Roger Deakins, y consigue aquí y allá cierta intensidad dramática. Pero para un film que recuerda en cuanto tema a Furyo de Nagisa Oshima, le sobra metraje y le falta verdadero vuelo. Es cierto que algunas zonas de su relato necesitaban tiempo (la desesperante espera en el mar), pero otras resultan simplemente reiterativas. Lo que queda es un film decente y bienintencionado (Jolie no es ninguna tonta), pero que no llega a la grandeza.

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