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"Hicimos una película luminosa"

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"Estoy feliz con la película y que la hayan premiado estuvo fantástico". Foto: N. Pereyra

El director uruguayo acaba de estrenar “El apóstata”, premiada en festival de San Sebastián.

El apóstata es la tercera película de Federico Veiroj, un director cuya capacidad para contar historias solo ha ido en ascenso. Ahora trae esta historia de un joven que desea apostatar, o sea renunciar a sus vínculos burocráticos con la Iglesia católica. Pero que también habla de otros renunciamientos contemporáneos en un tono que se siente muy cómodo en la película.

Es una película española hecha por un hispano-uruguayo (Veiroj), escrita por españoles y uruguayos (Veiroj, Álvaro Ogalla, Gonzalo Delgado, Nicolás Saad), con un actor español (Ogalla) y que transcurre en Madrid. Se estrenó ayer en Uruguay, un par de semanas después de haberse traído dos premios del Festival de San Sebastián, incluyendo una Mención Especial del jurado que la colocó en el palmarés oficial.

Es merecido, claro, porque este joven canoso sabe contar una historia, consigue el tono adecuado de comedia y El apóstata está llena de cine. Veiroj tiene el suficiente temple como director para prever que vendrán cosas muy buenas con su firma.

Además está bueno charlar con él porque siempre viene acompañado por un entusiasmo contagioso. Recién llegado del País Vasco, se sentó a hablar con El País en un ruidoso bar de Pocitos.

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-El apóstata se mostró primero en dos festivales muy importantes, Toronto y San Sebastián. ¿Cómo fue esa experiencia?

—A San Sebastián era la tercera vez que iba, y a Toronto, la cuarta. En San Sebastián el público es increíble y la recepción de la película fue maravillosa y toda la gente del festival muy contenta. Yo sabía hace meses que El apóstata iba a estar ahí, así que venía fantaseando con ver la película en esa pantalla enorme en el cine gigante en que exhiben las películas en competencia. Era la primera vez que iba a una competencia oficial en ese festival, y cumplimos todo el protocolo de alfombra y fotos con los actores y con los productores. Fue todo disfrute.

—Cuando ganaste la mención especial, pensé en si vos esperabas más, si era como el premio a Miss Simpatía…

—Yo me sentí muy bien porque estar reconocido en el palmarés del festival es espectacular. Y además teníamos el premio de la crítica que es muy importante. Estábamos más que satisfechos. Sé que los jurados tienen gustos que uno no puede controlar y siempre es más fácil premiar películas con algo más de violencia o una crueldad más explícita.

—Y El apóstata no es así.

—Tiene un montón de capas, pero tiene —adrede— un tono dulzón. En ese sentido es, sí, como el premio a Miss Simpatía porque capaz estuvo dividido en el jurado o quizás porque las comedias son más difíciles de premiar. Yo estoy feliz con la película y ser premiado está fantástico.

—Fue una buena cosecha.

—Increíble. Estamos recién empezando y empezar así, es espectacular.

—Tus películas son bien de personajes, el adolescente de Acné, Jorge en La vida útil. ¿Qué te interesó de Gonzalo Tamayo, el protagonista de El apóstata?

—En las tres películas, los personajes están en búsqueda del amor y una supervivencia dentro de su entorno. De Gonzalo Tamayo me interesó de base un personaje que quiere dejar atrás algo que a su vez lo está representando totalmente y justo lo quiere dejar atrás. Es algo como ficticio en tanto utópico. Eso me pareció un lindo desafío narrativo: cómo situar un personaje nacido en la década de 1970 en España con todas las implicancias que eso tiene. Me pareció gracioso y atrevido y nos daba las claves perfectas de hacer una ficción con toques de fantasía o de fábula.

—¿Cómo ves al personaje?

—Él no tiene una crisis de fe sino que tiene una fe enorme. En algunas notas me preguntan por qué es tan vago y yo no lo veo así: tiene dos trabajos, le gusta una chica y su prima, le da clases a un niño, es cariñoso. No lo veo vago. Quiere terminar la universidad pero no puede porque tiene que resolver eso otro antes.

—Por momentos me pareció que lo que pasaba en la película era parte de un sueño, que él se estaba inventando todo. Pienso en el hombre que se autoflagela que ve cuando va a la iglesia al comienzo, o el niño que hace voto de silencio.

—Es algo que lo fuimos trabajando gradualmente, para que cuando vienen los sueños más marcados entren un poquito mejor. Desde el principio pensamos que la película tenía que construir su mundo y dentro de él podían estar esas visiones o su manera de mirar. Es una película de su mirada y por eso que nos interesaban mucho a nivel estético y narrativo esos momentos de fantasía. Y a la hora de pensar qué es lo que se ve eran como fantasías muy de niño y a la vez entroncadas con la historia del país en el que estábamos haciendo la película. Todo mostrado de una manera endulzada o como si no pasara nada.

—La película construye su propio mundo.

—A mí me lo que me importa cuando veo una película es ver un mundo en sí mismo. Cada vez me emocionan más las propuestas que construyen algo y que dialogan con el espectador, que lo vuelven su cómplice.

—Hay una cosa de niño, en el personaje principal, algo de quedarse en la adolescencia.

—No sé eso pero sí que el personaje de Tamayo tiene algo como aniñado ya desde el vestuario. Hay algo que para mí era importante contar en la película que es que él se autorremite a su infancia. Por eso siempre está presente un niño en la historia. Él convive con un niño, que puede ser su niño interior. Y en su rebeldía hay algo de atrevido, infantil.

—Es una película de superficie religiosa. A mí me impresionó mucho una de las primeras escenas cuando aparece una mano en primer plano llena de pipas como tapando un estigma. ¿Cómo trabajaste la iconografía cristiana?

—Nos dejamos llevar por nuestra imaginación que tiene más que ver con películas, libros. En el caso concreto de esa escena, hace poco alguien comparaba ese plano con la mano llena de hormigas de El perro andaluz de Buñuel; es una comparación preciosa pero no la trabajamos para que remita a algo. Yo quería empezar la película con las pipas que son parte de la idiosincracia española. Hay otros momentos donde a la estética cristiana, la buscamos y trabajamos con el director de arte, Gonzalo Delgado.

—Comparan la película con Buñuel o La prima Angélica de Saura, y hay una mención a Jaime Chávarri...

—Jaime actúa en la película, hace de cura...

—Cierto. Decía, ¿esas influencias vos las estudiás antes, o las reconocés recién cuando te las mencionan?

—La prima Angélica la cito yo porque es una película que se maneja entre la realidad del personaje, la fantasía y el pasado, y en esta película hicimos eso. De hecho, La prima Angélica me dio el impulso para hacer El apóstata. No es que las quiera citar, yo vivo con esas películas. Es natural que me salgan.

—Igual son referencias exóticas para estos tiempos. ¿Cuánta gente mira Saura?

—Poca. Se da en las escuelas de cine, supongo. Yo me crié con la Cinemateca Uruguaya y trabajé en España en una filmoteca, y de ahí sale una visión más antropológica de cómo mostrar cosas.

—¿Cuál es tu expectativa con el público uruguayo?

—Que la gente se anime a verla y descubra una película sí de un uruguayo y hecha afuera, pero que vea una película luminosa.

—Eso está bien porque es verdaderamente una película luminosa.

—Era como importante para mí. Siempre pensamos, incluso a nivel de luz, que se tenía que ver como una película luminosa. Si no, iba a ser un ensayo y no iba por ahí. Es una película luminosa, con locura, con poesía, con relaciones familiares. Mi expectativa es que ojalá el público se anime a verla, a divertirse, emocionarse y descubrir algo como nuevo de la problemática de un joven en estos tiempos. Espero que se disfrute porque la hicimos con mucho disfrute.

Estreno en Uruguay y festivales en el mundo.

El apóstata ya se estrenó en España "donde nos ha ido relativamente bien para las pocas copias con que la estrenamos", dice Veiroj. Además la película está girando por varios festivales, una gira que el director se está perdiendo con la mejor de las excusas: espera mellizos. Va a estar en festivales en Corea del Sur, Hamburgo, Varsovia, Londres, Zúrich y Viena donde, además, se hará una retrospectiva de la obra de Veiroj incluyendo sus cortos. Se espera que en Francia se estrene en abril del próximo año, y ya se está concretando el interés que han mostrado distribuidoras de todo el mundo. En Uruguay se estrenó ayer en tres salas y en todos los horarios. Es de esperar que mantenga esa presencia en la cartelera, un lujo que no muchas películas se han podido dar. Vale la pena verla en cine.

SABER MÁS

Un director con mucho cine y lleno de ideas.

Federico Veiroj nació en Montevideo en 1976 y es egresado de la Universidad Católica. Ha estado radicado en España (trabajó en la filmoteca de Madrid, empleo envidiable si lo hay) y de hecho es considerado un director hispano-uruguayo. Es parte de la generación surgida alrededor de la productora Control Z: fue Gerardito en 25 Watts, entre otros méritos importantes.

Dirigió el corto Bregman, el siguiente en 2004, antes de pasar cuatro años después al largometraje con Acné sobre adolescente que busca su primer beso. En 2010 estrenó La vida útil, un homenaje a Cinemateca Uruguaya y una de las mejores películas del cine nacional. Produjo y dirigió además la serie Primera persona sobre adolescentes uruguayos. El apóstata es una confirmación. No es una película religiosa, sino que habla de un montón de otras cosas en un tono de comedia dulce con un personaje interesante y lleno de matices. Es divertida y "luminosa" como el propio Veiroj la define.

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"Estoy feliz con la película y que la hayan premiado estuvo fantástico". Foto: N. Pereyra

Federico VeirojFERNÁN CISNERO

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