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Ese cine uruguayo

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Ameritará una nota más extensa esta semana porque es de esa clase de eventos que hay que difundir y entender. Pero vaya ahora como advertencia apurada por el entusiasmo: Nosotros y el cine, la muestra que se inauguró hace tres días en el Espacio de Arte Contemporáneo (el EAC, que está en la excárcel de Miguelete), está buenísima.

Permite, para empezar, ver cuánto creció el cine uruguayo, que de eso se trata. Y evita el alarde museístico o futbolero: es un evento de reflexión y constatación, no de vanagloria hueca. El curador es Fernando Sicco, director del EAC.

Certifica, además, cómo ese crecimiento de 15 años se tradujo en know how, buen gusto, habilidad técnica y capacidad de pensarse, que deja al cine nacional como un fenómeno maduro, que dice muchas cosas y que tiene otras cuantas para decir.

Se tiende a pensar desde el prejuicio en el cine nacional como una estructura única, partiendo de la equivocada premisa de que es todo una sucesión lastimera de quejas a esto de ser uruguayos.

No es así. En lo que va del año —por tomar una muestra limitada pero representativa— se estrenaron "comercialmente" siete películas uruguayas.

En el paquete, hay cuatro documentales sobre asuntos tan diferentes como un pueblo colombiano (La nueva Venecia), los "amuchamientos" nacionales (Multitudes), el movimiento sindical visto por uno de nuestros directores más veteranos (la muy buena Columnas quebradas de Mario Handler), y otro sobre un fenómeno contemporáneo (Márama-Rombai, el viaje). Las ficciones son una comedia dramática (Clever), otra alocada (Las toninas van al Este) y un drama sobre presas políticas (Migas de pan).

Así que de uniformidad estilística, temática y generacional, entonces, nada.

Nosotros y el cine transcurre en varios planos. Por un lado el desmontamiento de la experiencia directa del rodaje en sus partes más artesanales. Se exhiben así, el vestuario de Artigas, la Redota de Alejandra Rosasco y Lucía Mangado; el trabajo de dirección de arte de Mal día para pescar; el work in progress de un corto animado, Juana Madrina de Álvaro Zunini; el trabajo para el formidable afiche de Tanta agua de Luis Bellagamba o el de Martín Vergés para el de Whisky. Más lúdico, el sonidista Daniel Yafalián invita a jugar con las pistas de sonido de películas como 25 Watts o La vida útil. Y Pablo Turcatti reflexiona sobre la animación stop motion. Hay mucho talento y profesionalismo en el cine nacional.

Otros trabajan desde lo subjetivo. Gonzalo Delgado construye su "memorabilia" dividiendo su espacio entre la ficción y su realidad; Inés Olmedo juega, desde la dirección de arte, con espacios fantasmales a descubrir; Paula Villalba y Cecilia Bello apelan a tres kinetoscopios para mostrar Ojos de madera, la película de Roberto Suárez, y Sergio de León arma una representación de un artista fallecido, Ulises Beisso, cruzando lo documental y lo artístico.

Es que el cine acá está tomado como plataforma de lanzamiento para hablar de varias cosas. Un acontecimiento imperdible.

UNA SEMANA

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