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La emoción de que otro encuentre la felicidad

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Simon Pegg y Rosamund Pike viven una simpática y emotiva crisis de la mediana edad.
Ed Araquel

"Héctor en busca de la felicidad". ** Alemania/Canadá/Reino Unidos/Sudáfrica, 2014. Título original: Hector and the Search for Happiness. Dirección: Peter Chelsom. Guión: Maria von Heland, Peter Chelsom y Tinker Lindsay basado en la novela "Le voyage d’Hector ou la recherche de bonheur" de François Lelord. Con: Simon Pegg, Rosamund Pike, Tracy Ann Oberman, Jean Reno, Christopher Plummer, Stellan Skarsgård.

Los libros de autoayuda no son ni buenos ni malos: ayudan o no ayudan. El vínculo con el lector es tan personal que es difícil juzgar sus méritos universales. Lo mismo pasa con Héctor y la búsqueda de la felicidad, una adaptación de uno de esos libros más terapéuticos que literarios.

El que aconseja es Héctor (Simon Pegg), un psiquiatra tirando a soso, con una novia linda (Rosamund Pike) y dedicada a él como una madre a su hijo. Agobiado por una rutina que no parece estar tan mal, decide emprender un viaje con varias escalas para descubrir qué es la felicidad; la propia y la ajena. La respuesta estaba más cerca de lo que él creía, pero para darse cuenta conoce a un banquero, una prostituta y un monje tibetano en China; una familia, un narcotraficante y un señor de la guerra en África y a una exnovia y una eminencia en estudios cerebrales en Los Angeles. Es un caso de la vida real.

El mensaje es claro y es difícil no emocionarse con este viaje interior con exteriores con interés turístico o social, siempre bien fotografiados y que utiliza las emociones más básicas del espectador para conseguir su objetivo. Un director menos rutinario como Peter Chelsom (Hanna Montana, la película) hubiera hecho algo mejor con todo eso.

Pegg pone la cara de bueno que exigía su personaje. Un par de apariciones especiales (Jean Reno, Stella Skarsgrd, Christopher Plummer) le dan solidez a un reparto en el que Rosamund Pike (la de Perdida) como la Penélope que se lo queda esperando, hace lo que puede con lo que le tocó en el reparto. Hay efectos animados y una referencia a Tintin, el personaje de Hergé que no se aprovecha del todo.

El problema está en que sus aspiraciones son los de un póster motivacional, de esos que no evitan el lugar común para no perder eficacia. En el universo de la película, África es lo que uno espera de África (pobreza con alegría, occidentales que se dividen entre villanos que explotan su riqueza y héroes dedicados a curarlos), cualquiera se redime ante una buena acción, los neurocientíficos usan gorra y canguro rosado, a pesar de ser octogenarios, y las mujeres toleran los caprichos de sus esposos.

Eso no impide que se pueda disfrutar. Como los libros de autoayuda, lo que más precisa Hectór en busca de la felicidad, es un espectador dispuesto a aprovechar un mensaje que en definitiva se aprende con una sonrisa. Y eso es lo mejor que tiene para ofrecer.

Héctor en busca de la felicidad [**]

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Simon Pegg y Rosamund Pike viven una simpática y emotiva crisis de la mediana edad.

Crítica cine FERNÁN CISNERO

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