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El dilatado éxito de un cine popular

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Rovira, Elejalde, Lago: un conjunto de buenos intérpretes al servicio de una propuesta simpática.
Pedro Martinez de Albornoz

Debería ser motivo de alguna preocupación. Ocho apellidos vascos, comedia española dirigida por Emilio Martínez-Lázaro que acaba de llegar a carteleras locales, es la película española más exitosa de todos los tiempos, la segunda en recaudación en el país (56,2 millones de euros, solo por debajo de Avatar) y, con más de 9,5 millones de espectadores, la tercera más vista de la historia de España. Inevitablemente, ya han anunciado una secuela, imaginativamente titulada Nueve apellidos vascos.

El desconcierto surge cuando uno ve la película. No es la peor película de la historia y ni siquiera del año, pero no tiene, realmente, nada de particular. Se trata de una mediana comedia de enredos, con una idea graciosa (andaluz que se hace pasar por vasco para conquistar a una vasca que lo ha rechazado), media docena de buenos chistes, un decente nivel interpretativo (con particular destaque para el veterano Karra Elejalde), un montón de tópicos regionalistas (los andaluces creen que todos los vascos son unos terroristas, los vascos detestan a los andaluces, un puñado de jóvenes extremistas se enfervoriza cuando el protagonista, falso vasco, pronuncia para salir del paso un discurso independentista), y un esmero fotográfico que sabe aprovechar el hermoso, algo salvaje paisaje de Euzkadi.

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El éxito de taquilla puede deberse, naturalmente, a que los españoles están metidos en un montón de problemas, buscan entretenimiento liviano, y el director Martínez-Lázaro, que hace demasiado tiempo hizo una película realmente buena (Las palabras de Max, 1978) pero después incurrió en cualquier cosa, se las arregla para más o menos proporcionárselo. La alarma surge empero si corresponde razonar que este es el mejor entretenimiento que el cine español está hoy en condiciones de ofrecer.

Historia.

Hay por supuesto una larga tradición de comedia española. Entre lo mejor caben desde Bienvenido Mr. Marshall (1952), Calabuig (1956), Los jueves, milagro (1956)o la saga de los Leguineche (La escopeta nacional, 1977,y secuelas) y otras cosas de Luis García Berlanga, las películas españolas del italiano Marco Ferreri con frecuente colaboración del guionista Rafael Azcona (el humor negro de El cochecito, 1960), la producción de Pedro Almodóvar cuando todavía tenía sentido del humor (digamos Entre tinieblas, 1983 o Mujeres al borde de un ataque de nervios, 1988), algunos aportes de Fernando Trueba, que cuando ganó el Oscar por Belle époque (1992) dedicó su premio a "mi Dios: Billy Wilder", o los films iniciales de Alex de la Iglesia (El día de la bestia, 1995; La comunidad, 2000).

En el otro extremo está el humor "guarro" (aunque, admitámoslo, algunos lo encuentren efectivo) de la saga Torrente o el más reciente y penoso Almodóvar (Los amantes pasajeros debe ser su peor película en mucho tiempo).

Es cierto que Ocho apellidos vascos evita el humor grueso, aunque a menudo no encuentra otro para reemplazarlo. Si recuerda algo es más bien la tradición de la comedia española más comercial y menos inspirada. Cuando cerca del final se desenvuelve un romance al compás de una sevillana, uno se siente cerca del cine que hacía hace treinta o cuarenta años Mariano Ozores, casi siempre con Manolo Escobar (buen cantante) como protagonista, o de las cosas entre "sexy" y costumbristas del franquismo tardío, habitualmente protagonizadas por José Luis López Vázquez, Alfredo Landa o ambos, de las que hubo un montón pero resulta difícil recordar un título en concreto.

Naturalmente es arriesgado emitir una opinión demasiado firme a propósito de un cine español que, hoy por hoy, casi no llega al Uruguay. Pero el abrumador éxito de una película menor como Ocho apellidos vascos sugiere algo: que no hay, o hay muy pocas, películas mayores. No es un problema únicamente hispano: la falta de ideas es el rasgo más perceptible en casi todo lo que se ve en la cartelera comercial, y no solo en lo que viene de Europa.

TRES EJEMPLOS MUY TÍPICOS.

Bienvenido, Mr. Marshall - España 1952.

La comedia de Luis García Berlanga significó en su momento una bocanada de aire fresco en el acartonado cine español de la época. El pueblecito de Villar del Río se prepara para recibir a los representantes del Plan Marshall (que en la realidad ignoró a España), y sus habitantes sueñan con la prosperidad que les traerá esa inyección de dinero extranjero. Un jugoso retrato de ambientes y personajes típicos.

Mujeres al borde de un ataque... - España 1988.

Carmen Maura es abandonada por su pareja y sale a desquitarse, en una película en la que Pedro Almodóvar aplica con talento la fórmula de la comedia sofisticada norteamericana de los años cincuenta, con enredos varios que remiten a películas del tipo de Los caballeros las prefieren rubias o Cómo pescar un millonario. En esa época el director mostraba un pulso narrativo y un sentido del humor que luego perdió.

Torrente - España 1998.

La fecha señalada en la línea anterior corresponde al año de producción de la primera entrega de la saga del grosero, corrupto y políticamente incorrecto policía encarnado por el también director Santiago Segura. Es un humor del tipo "tómelo o déjelo", pero es innegable que funciona de cara a todo un sector del público. De otro modo no explicaría que luego de la primera se hayan hecho otras cuatro películas con el personaje, a razón de (más o menos) una cada cuatro años. Confesémoslo: a veces Segura es gracioso.

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El estreno de “Ocho apellidos vascos” se inscribe en una tradición de comedia GUILLERMO ZAPIOLA

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