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Días de cine en la ciudad donde (a veces) llueve

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Festival de Cine de Seattle

CULTURA

Así es el Festival Internacional de Cine de Seattle 

En Seattle, llueve sí, pero no tan seguido como se cree. También tiene sus días soleados y más ahora en verano boreal. Lo de la lluvia sin fin, una imagen alimentada por series como The Killing, es para mantener a la ciudad de Washington en secreto, según bromean los guías locales.

Fuera de los supuestos chaparrones constantes, Seattle también es conocida por otras cosas. Starbucks nació ahí, al igual que el grunge y sus bandas más populares, Nirvana y Pearl Jam. Microsoft y Amazon se instalaron con sus bases de operaciones y Tom Hanks y Meg Ryan tuvieron, hace 25 años, uno de sus tantos romances cinematográficos en la ciudad del Space Needle.

En Seattle, además, se da uno de los eventos cinematográficos más largos de Estados Unidos. Se trata del Festival Internacional de Cine de Seattle (SIFF). Dura casi un mes y exhibe casi 400 películas y cortometrajes.

En su edición 44, que tuvo lugar entre el 17 de mayo y el 10 de junio, participé como uno de sus jurados internacionales invitados. Dentro de la última semana del festival, la obligación involucró premiar, a través de la Federación Internacional de la Prensa Cinematográfica (FIPRESCI), una película de las ocho de la sección “Nuevo Cine Estadounidense”.

La competencia estuvo dirigida a largometrajes hechos en Estados Unidos por realizadores con poca experiencias y que aún no tengan una distribución asegurada. Ganar un premio en un festival es un primer paso para llevar a una película independiente a los cines a vérselas entre dinosaurios y superhéroes. También puede significar acercarse al Oscar, si todo sale bien.

Este año, la ganadora de la sección “Nuevo Cine Estadounidense” fue Thunder Road, el debut como director de Jim Cummings, quien también actúa. Se basa en un corto (disponible online) y narra un periplo tragicómico de un policía que pierde a su madre, al mismo tiempo que atraviesa un divorcio. Es tan graciosa como devastadora.

La labor del jurado de cine es especial. Involucra cierto secretismo (nadie debe conocer su opinión antes del fallo final) y las películas que compiten se ven tanto en salas en solitario o acompañado por público. En el caso del Festival de Cine Seattle, que está conformado por un circuito de salas comerciales y especiales para el evento, el jurado, el público general y los realizadores suelen mezclarse en una misma sala.

Y es que el SIFF se promociona como “un festival de la gente” y no “de la industria”. Tal vez por su larga duración (la mayoría de los festivales internacionales duran una semana), las estrellas son utilizadas como visitas esporádicas que encienden el entusiasmo de forma esporádica. Este año el Festival de Seattle fue visitado por Joaquin Phoenix, Ethan Hawke y Melanie Lynskey (la vecina en Two & Half Men).

¿Cómo hace entonces un festival sin estrellas para convencer a la gente de reemplazar a una tarde soleada por una jornada a oscuras en el cine? En el SIFF, la abundancia en la programación es la clave. Eso y la interacción constante con los cinéfilos.

Este año, antes de cada película, un “karaoke cinematográfico” hacía que el público repitiera frases célebres del cine. Es un gesto sencillo, pero cuando miles de personas gritan “Toto, creo que ya no estamos en Kansas” al mismo tiempo, es suficiente para recordar lo disfrutable del cine cuando se vive de forma colectiva. De eso se tratan los festivales.

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