CRÍTICA
Crítica a la película que dirige Santi Amodeo y protagoniza Oscar Martínez
Hay que dejalo claro desde el comienzo, el principal problema de Yo, mi mujer y mujer muerta no es Oscar Martínez quien, como siempre, está muy bien en una veta huraña que le sale un poco de taquito y le alcanza, acá, para ser lo mejor de la película. Es la misma línea que han cultivado otros grandes actores argentinos como Luis Brandoni o Federico Luppi.
Los problemas, en todo caso, pasan por todos los demás frentes, muchos de ellos achacables al sevillano Santi Amodeo, que acá dirige y coescribe (con Rafael Cobos), el guion. Es una coproducción argentino-española filmada entre Buenos Aires y Andalucía.
La historia es simplona pero podría haber funcionado mejor. Un arquitecto argentino (Martínez) queda viudo y, aunque al principio se niega, tras un incidente bastante bizarro e innecesario, decide cumplir el último deseo de su esposa: que sus cenizas se esparsan en un pueblo de España al que año a año ha ido a visitar a su hermana. Cuando llega al lugar, acompañado por un agente inmobiliario en bancarrota (Carlos Areces, el de Balada triste de trompeta y uno de los azafatos de Los amantes pasajeros de Almodovar), descubre que el lugar indicado es una colonia nudista y que, da toda la impresión, su mujer le ocultaba una parte importante de su vida en la que la pasaba bomba. Con él no se divertía tanto y de eso también se entera en unas cartas que la cuñada le entregó solo para mortificarlo.
El planteo es, al principio, interesante y Amodeo lo va llevando en piloto automático pero sin turbulencias. Sin embargo, en determinado momento, da la sensación de que el asunto empieza a desmadrarse, principalmente por la indecisión entre si con ese material hacer una comedia o un drama. Incluso está ese chiste tirando a escabroso e inexplicable y las historias de algunos de los personajes secundarios (principalmente el de Aceres, que pintaba interesante) quedan inconclusas demostrando un desinterés preocupante por su devenir.
España/Argentina, 2019.
Música: Enrique De Justo.
Fotografía: Leonardo Hermo.
Edición: José M.G. Moyano.
Duración: 97 minutos.
Estreno: 4 de abril, 2019.
Lo que mejor funciona son algunos paisajes españoles y un par de chistes a partir de la incomodidad del viudo. Es medio poco.
Martínez empieza a crecer en España aunque es clara la diferencia, por ahora, entre su cine a cada lado del Atlántico. Mientras en Argentina, ha hecho Ciudadano ilustre que le dio la Copa Volpi en Venecia o La misma sangre (que está en cartel en Uruguay), en España ha hecho, recientemente, la olvidable Toc Toc y esta Yo, mi mujer y mi mujer muerta.
Es lo mejor de las dos, pero él solo a veces no alcanza.