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Colorida distopía de angustia existencial

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Foto: Difusión

La vigilante del futuro [***]. Estados Unidos, 2017. Título original: "Ghost In The Shell". Dirección: Rupert Barnes. Guión: Jamie Moss y William Wheeler, sobre un “manga” de Masamune Shirow.Fotografía: Jess Hall. Diseño de producción: Jan Roelfs. Música: Lorne Balfe y Clint Mansell. Elenco: Scarlett Johansson, Pilou Asbæk, Takeshi Kitano, Juliette Binoche y Peter Ferdinando. Duración: 107 minutos.

Aunque no deja de ser un vehículo para reafirmar el estrellato de la protagonista, la película no pretende solo apoyarse en la figura de Johansson.

Tal como en la película animada japonesa de 1995 que esta producción recrea, acá se plantean los mismos temas: identidad, espiritualidad, moralidad y la manera en la que todo eso es afectado por los avances de la ciencia.

Todos estos son temas caros a la ciencia ficción. Los replicantes de Blade Runner (1982, Ridley Scott), se hacían preguntas existenciales, tal como lo hacía el niño robot interpretado por Haley Joel Osment en Inteligencia artificial (2001, Steven Spielberg). Arnold Schwarzenegger corría atrás de su memoria en El vengador del futuro (1990, Paul Verhoeven), porque sentía que la memoria definía una gran parte de su identidad. Y la memoria también jugaba un papel crucial en Sentencia previa (2002, Steven Spielberg).

En este caso, todo eso forma parte del cóctel ofrecido. Johansson interpreta a Mayor Killian, una androide que, tal como la Nikita (1990) de Luc Besson, es una mujer que recibe una segunda chance luego de “morir”.

La condición, claro, es que se ponga al servicio de una entidad que es importante en la ciencia ficción cinematográfica: la corporación (o compañía). Y ésta siempre ocupa el lugar de la villanía. En Aliens (1986), Ripley (Sigourney Weaver) tenía que sortear tanto a los “xenomorphs” como a los ejecutivos de La Compañía. Alice, la protagonista de la saga Resident Evil, tiene que pelear contra zombies y también científicos, accionistas y otros jerarcas de la Corporación Umbrella.

Mayor es una androide, pero su cerebro es humano. A diferencia del replicante de Blade Runner o el robot de Yo, Robot (2004, Alex Proyas), Mayor ya viene con su humanidad a cuestas. Lo que la llena de angustia existencial no es tanto su condición artificial, sino la autenticidad de su memoria y, por ende, de su identidad.

La película es bastante fiel a la de 1995, con muchas tomas planteadas y resueltas de la misma manera. Pero esta versión no consigue transmitir el tono “frío” y distante de la película animada.

La narración transcurre correctamente, sin grandes baches ni escenas traídas de los pelos. Pero no todos los directores tienen el mismo talento que Scott o Spielberg para lograr ese tono recién mencionado.

Rupert Sanders, el que está al frente de esta versión, consigue que las casi dos horas que dura la película fluyan sin sobresaltos. Pero no aporta algo que pueda caracterizarse como personal o que sorprenda. Los fans de la original probablemente aprueben el respetuoso enfoque de esta versión. Los recién llegados a este mundo, en tanto, reciben una buena presentación de su colorida distopía.

Si no puede ver el video, haga click aquí.

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Foto: Difusión

cine - críticaFABIÁN MURO

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