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Carlos Sorín, tras presentar "Joel": "Estas películas se deben hacer con sufrimiento"

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Carlos Sorín. Foto: Ricardo Figueredo

Entrevista

El director argentino presentó en Punta del Este, Joel, una de sus mejores películas, y charló con El País

Carlos Sorín está en el Festival de Punta del Este para hablar de Joel, su nueva y espléndida película que ahonda en la maternidad cuando se trata de una adopción, pero antes de comenzar advierte que quiere tocar dos temas “trascendentales para el cine”.

El primero, es dar cuenta de que Roma está a punto de cambiar la historia del cine. Tal como él lo ve, si mañana gana el Oscar a mejor película —sumado al peso de haber sido la mejor película en el Festival de Cine de Venecia— “Netflix tomará posesión de Hollywood”, dice. “Será el triunfo de las plataformas, que crecen como hongos”. Pero no es fatalista: “Yo vengo de las salas, pero esta es una época que se acaba, será un cambio total del negocio que se va a completar cuando llegue la tecnología 5G y no tiene por qué ser malo”.

La otra novedad que, opina, “estará escrita en los libros de historia del cine del futuro”, es la invención de la cámara ojo por una compañía china que las vende a 350 dólares. Sorín hace una pausa y saca la suya. Es un artefacto de 10 centímetros, como un trípode con un lente en la cima, que entre otras virtudes tiene estabilizadores. “Antes, para hacer un travelling yo tenía que usar una grúa; ahora la hago con mis manos y no importa que tiemble porque la cámara lo arregla. Esto va a cambiar la forma en que escribimos cine”, dice entusiasmado.

Listo. “Ahora hablemos de Joel”, invita.

Joel. Foto: Difusión
VIDEO | Tráiler de "Joel"

Este entusiasmo hacia lo nuevo es el espíritu que atraviesa el cine de Sorín (Historias mínimas, El perro, La ventana, Días de pesca), siempre aventurero y cariñoso. Joel, por ejemplo, se rodó en Tolhuin, en esa última parte del mundo llamada Tierra del Fuego, con temperaturas de entre 15 y 20 grados bajo cero. “Estas películas se deben hacer con sufrimiento. Quería que cada jornada fuera como una batalla ganada”, justifica. Y hacia allí llevó su nueva historia, una que surgió de una vieja investigación que había realizado para un guion que quedó trunco, “como tantos otros”, agrega.

Un tiempo atrás se había interesado por los mecanismos de la adopción. Dice que su principal asistente es Google, ya que busca entre las noticias una punta que pueda seducirlo para filmar. “Nunca logré tener un método, yo leo, escucho cosas, tengo las antenas paradas. En este cuarto oscuro que es la búsqueda de una película, el único cable a tierra es que a mí me conmueva la historia”. Algunas las deja, otras se convierten en películas. Las que descarta las guarda en un archivo al que vuelve cuando tiene ganas de filmar.

Esto sucedió con Joel. A esa investigación avanzada le sumó una anécdota personal. “Mi nieto de tres años iba a un jardín público al que ingresó un niño cuya madre estaba internada con sida. Ante el riesgo de que el niño fuera portador del virus, los padres se quejaron porque tenían miedo de que contagie a sus hijos. Me indigné, pero también pensé, ¿y si muerde a mi nieto? Esta doble moral, que es comprensible, la trasladé a mi película, porque no quería una película de buenos y malos; eso hubiera sido fácil”.

Joel recuerda en su tratamiento a los hermanos Dardenne. Está protagonizada por una pareja que se acerca a los 40 años y, ante la imposibilidad de tener hijos, se inscribe en un programa de adopción. Les ofrecen un niño de nueve años, con un pasado en un contexto crítico de Buenos Aires. Cuando el niño comienza la escuela, les cuenta a sus compañeros parte de su vida pasada, lo que escandaliza a varios padres que amenazan con retirar a los niños si no apartan a Joel. “Usé la discriminación, que es más habitual en las escuelas que en ningún otro ámbito, para hablar del tema principal de la película y es que esta mujer quiere asumir el papel de madre y no sabe cómo, entonces sobreactúa, pero ve en la discriminación esa fuerza para asumirse como madre”, explica.

Sorín, un gran director de actores y no-actores del cine latino, repitió su fórmula de usar a personas reales para roles específicos: la jueza es jueza, el panadero es panadero, la maestra y el director también lo son y los padres de la escuela expresan sus opiniones sin que estén guionadas.

La película tiene a tres actores profesionales de lujo: Diego Gentile, Victoria Almeida y Ana Katz, para quien escribió el personaje especialmente. Y está Joel Noguera. Luego de un casting de 400 niños en la localidad, Sorín seguía sin encontrar a su rol principal. Dio con él de casualidad, mientras pagaba un café en la única confitería del lugar. “Tengo mucha suerte para encontrar a los actores, lo que es fundamental porque tengo la convicción de que sin personajes no hay cine posible”. Tras una larguísima búsqueda para encontrar a ese niño que había visto solo en el pueblo —un periplo que amerita otra película en sí— halló a su protagonista.

“Tengo mucha suerte para encontrar a los actores, lo que es fundamental porque tengo la convicción de que sin personajes no hay cine posible”

Carlos SorínDirector

“Nos dijo que se llamaba Joel así que le cambiamos el nombre a la película, que iba a ser José. El problema es que era un niño terrible: era exactamente el personaje. Odiaba a la actriz, entonces las escenas con su madre adoptiva tenía que hacerlas yo usando la ropa de la actriz, me enfocaban solo el hombro y actuaba con él”, cuenta entre risas. “Finalmente, cuando entró en confianza, rodamos las escenas del inicio, que eran las más difíciles y esas sí eran actuadas. Joel tiene un talento increíble. El 99 % de los gestos del personaje fueron ideas de él”.

Debido a su formidable trabajo, la gobernadora de la ciudad creó un pequeño taller de teatro y le dio a la madre del niño una casa nueva —solía vivir en una vivienda de lata— y un trabajo en la escuela del pueblo.

“Si hubiera nacido en Nueva Jersey, Joel podría haber sido el próximo Marlon Brando”, dice el director. Por lo pronto, dejó una huella inolvidable en una gran película.

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