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Yoko Ono: artista embrujada que no se detiene

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Parte de la obra de Ono llegará a Buenos Aires en junio.
AFP fotos - SPAIN-ART-GUGGENHEIM-YOKO - ACE - Arts (general) - Japanese artist Yoko Ono poses for photographers during the presentation of her exhibition "Yoko Ono. Half-A-Wind-Show - A Retrospective" at the Guggenheim Bilbao Museum in the northern Spanish Basque city of Bilbao on March 13, 2014. AFP PHOTO/ RAFA RIVAS SPAIN-ART-GUGGENHEIM-YOKO - Bilbao - - - SPAIN - RAFA RIVAS - RR/seb D:\Users\dborrelli\Desktop\626910.JPG
RAFA RIVAS - AFP - AFP/AFP

Reflexiones sobre el más reciente disco, su obra musical y conceptual, y la historia junto a Lennon.

El susto llegó en medio de lo que parece un momento particularmente feliz para Yoko Ono. La octogenaria artista, viuda de John Lennon, tuvo que ser hospitalizada el pasado viernes por una gripe. "El único derrame que ha tenido es un derrame de talento", aclaró su hijo Sean en Twitter, cuando su madre volvió a casa al día siguiente.

Una semana antes, Ono recogía un premio como figura inspiradora en el mundo de la música. Organizaba el acto el NME, biblia musical del país de Los Beatles, donde poco se ha disimulado históricamente el rencor hacia la última pareja de Lennon, atribuyéndole parte de la culpa de la separación de los fabulosos cuatro. En 2012, Paul McCartney la redimía públicamente. "Ella no rompió el grupo", reconoció, "el grupo se estaba rompiendo solo". Ahora, la élite del pop alaba el legado de Ono.

Ella aprovechó su estancia en Londres para promocionar su nuevo disco, un conjunto de colaboraciones y remezclas en el que un elenco de músicos rinde tributo a la artista revisando sus canciones. Yes, Im a witch too es la segunda parte de un proyecto que empezó hace nueve años. El título es un guiño a una canción suya de 1974, cuya traducción es "sí, soy una bruja".

"La mayoría de la gente pensaba en mí como un bruja o una puta", explica, jugando con la única letra que separa a una y otra palabras en inglés. "Así que pensé que esta era una manera de protegerme. Hago eso con las canciones muchas veces. Cuando haces una canción, a menudo lo haces para poder explicar algo sobre ti misma".

Recibe a El País en una suite de hotel. Luce un envidiable aspecto a sus 83 años. Se muestra afectuosa, tiene una voz dulce, y mira a su interlocutor por encima de las gafas de sol que reposan sobre la punta de su nariz. Sus respuestas son desesperadamente breves. Cuando una pregunta no le gusta, contesta directamente lo que le viene en gana y, en otra ocasión, es uno de sus asistentes el que pide educadamente que la breve entrevista mantenga "un tono positivo".

El disco y el premio dan fe de un proceso de revalorización tardía de la obra musical de Ono. Pero no conviene olvidar que, durante años, su trabajo fue mirado con condescendencia, en el mejor de los casos.

Incluso su obra en el arte conceptual parece haber sido objeto de una generalizada consagración oficial reciente. A través de las retrospectivas en la Serpentine londinense en 2012, en el Guggeheim Bilbao en 2014, en el MoMA en 2015 o, estos mismos días, en la capital mexicana, Ono parece haber entrado en los últimos años en la categoría de gran artista que durante años se le negó.

"Es una historia famosa, la de que yo no era aceptada por el mundo", reconoce Ono. "Básicamente era porque estaba casada con John y mucha gente pensaba que no debería estarlo. Pero creo que la gente ya se ha acostumbrado a mí. Mi trabajo progresa, y creo que ahora tengo una buena relación con la gente".

Este año se cumplen 50 años del momento en que Ono conoció a Lennon, en una galería londinense donde exponía ella. Entre las piezas figuraba una manzana verde o, en términos de arte conceptual, una escultura a la que el tiempo infligiría una inexorable transformación orgánica. Pero el lado conceptual pudo menos que el fisiológico para Lennon. "Le dio un mordisco a mi manzana, a mi precioso objeto", recuerda Ono. "Yo no lo conocía, solo después un asistente me dijo que era uno de los Beatles. En ese momento me enfadé un poco, pero no lo expresé. Después, cuando pienso en ello, me digo que fue increíble aquello que hizo".

Lennon y Ono protagonizaron una de las historias de amor más icónicas del siglo XX. "Es cierto que éramos una combinación muy buena, pero fuimos solo una pareja", explica. "Nosotros lo vivimos como una cosa normal que nos pasaba. Y puede que no lo fuera, probablemente fue como un milagro".

La historia acabó abruptamente el 8 de diciembre de 1980, en la entrada del edificio de apartamentos Dakota, en el Upper West Side de Manhattan, cuando Lennon fue asesinado a tiros. Ono sigue viviendo en el piso que compartía allí con su marido. "Vivir rodeada de sus memorias es la parte más dura", reconoce. "Pero no quiero mudarme porque es el sitio donde John y yo, en los últimos momentos, estuvimos juntos".

Asegura que sigue pensando mucho en su marido. "Cuando pasa algo bonito siempre quiero compartirlo con John", reconoce. "Me gustaría que estuviera allí para verlo. Creo que, si viviera, seguiría siendo igual que antes, siempre interesado en lo nuevo. Los ordenadores, por ejemplo, le habrían encantado".

En Sean, el hijo de ambos y colaborador en los últimos trabajos de Ono, ella ve una réplica de su padre. "Es realmente igual que John", explica. "A veces me hace sentir muy extraña. Cuando estoy en el escenario con Sean, a menudo pienso que es John. Se parecen mucho físicamente, pero no es solo el look. Es extremadamente astuto y sensible. Posee ese lado emocional de la gente de países más cálidos. Y eso es bueno, porque en el arte la emoción debe estar por encima de todo".

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