Publicidad

Un taller que fue laboratorio y una historia de arte y vida

Compartir esta noticia
Abbondanza y Silveira, dos artistas unidos por una obra fecunda y elogiada. Foto: F. Flores
Nota a Jorge Abbondanza y Enrique Silveira, ceramistas uruguayos, ND 20170830, foto Francisco Flores - Archivo El Pais
Francisco Flores/Archivo El Pais

Desde el viernes en el MNAV estarán piezas de Abbondanza y Silveira.

El Museo Nacional de Artes Visuales recibió una donación, que ha convertido en una exposición que se inaugura el viernes a las 19:00. La muestra se llama Silveira y Abbondanza: un legado, y está compuesta por 25 piezas de cerámica esmaltada y siete obras más complejas, formadas por un gran número de figuras agrupadas. La donación fue de dos destacados ceramistas: Enrique Silveira (1924) y Jorge Abbondanza (1936), este último también periodista y crítico.

El taller que llevaron adelante fue un verdadero laboratorio, donde experimentaban no solamente en términos estéticos, sino también químicos. Por el horno, a 1050 grados de temperatura, pasaron durante décadas unas 300 piezas al año, en las que investigaron con materiales, técnicas, fusiones y colores. "Experimenté mucho con mezclas para conseguir cierto tipo de esmaltes, porque los esmaltes que se conseguían acá eran esmaltes comerciales, horribles. E indagué sobre ciertas calidades que dan ciertos óxidos", recuerda Silveira.

"Y la composición de cada esmalte se anotaba en un cuaderno. O sea que la cerámica que se produjo en nuestro taller era integral: empezaba por la confección de los propios colores", dice Abbondanza. "Lo que salía era un ciclo completo. Era un pequeño laboratorio".

La exposición es una buena excusa para hablar con Abbondanza de su carrera como crítico y sobre el teatro que vio.

—¿Qué te llevó a ser crítico de cine, teatro y artes plásticas?

—Quizá sea infrecuente, pero fue mostrarle al lector que ninguna de las formas artísticas se da aisladamente. Todas están vinculadas entre sí, forman parte de un fenómeno común. Comparten determinadas necesidades, también puntos de plenitud, o determinadas cortedades provincianas.

—Fuiste crítico de cine y pasaste a la crítica teatral.

—Me incorporé a la crítica teatral a través del periodismo cinematográfico, que empezó su actividad en El bien público, un diario fundado por Juan Zorrilla de San Martín, luego en El ciudadano, y finalmente en El País durante 49 años. Y con la crítica teatral empecé en 1968. Me fascinó que aparecían los primeros brotes de innovación formal. Se descubrían aportes plásticos en los espacios escénicos que no se conocían. El teatro montevideano era anteriormente muy convencional, visualmente muy naturalista.

—Ejerciste la crítica teatral durante la dictadura.

—La dictadura fue una etapa de contradicciones. A menudo los exiliados de aquella época hablan del "apagón cultural" en Montevideo. Y no existió: pasaban cosas asombrosas, como el debut como director de Héctor Manuel Vidal, en 1974. Una revelación que los años se encargaron de confirmar. O la actividad del Circular, con su versión de Esperando la carroza, que estuvo siete años en cartel. Y en cine, El árbol de los zuecos estuvo 27 semanas en cartel. Eso que la gente hoy no iría a verlo, entonces se agolpaba en la puerta del cine. Esos hechos desmienten la leyenda del apagón cultural. Yo fui testigo de que eso no ocurrió. Y cuando recuperamos la democracia y volvimos a vivir en el país que todos queríamos, el teatro perdió impulso. Se apagó, perdió la riqueza fermental de los peores años.

—La crítica de teatro es especialmente compleja.

—El teatro siempre fue un pasatiempo de minorías, de un público selectivo. Había sido un entretenimiento masivo antes de la aparición del cine, luego dejó de serlo. Pero la crítica teatral plantea un problema: toca el nervio. Porque tenés que opinar sobre gente que tenés cerca. No estás hablando de un director de cine norteamericano: estás hablando de tus compatriotas, del artista de teatro montevideano. Eso la convierte en una herramienta más delicada, en la que hay que moverse con más cuidado. No en el sentido de apagar tu juicio crítico, sino de considerar que estás hablando de tu medio artístico. De la gente que comparte contigo esta sociedad. Y el crítico tiene que marchar junto con ellos. Y por otro lado, el medio artístico es el menos democrático de la tierra: porque el talento no unifica sino que distingue. El talento es un privilegio al que no todos acceden.

—¿Trataste a Margarita Xirgu?

—No, pero la vi en muchas puestas de la Comedia Nacional, con grandes altibajos. A Margarita se la ha divinizado, pero era una actriz muy amanerada. Y una directora muy discutible. El Macbeth que hizo con la Comedia era bestial, con el pobre Candeau y unas coronas de cartón gigantescas. Pero también de eso se fue alimentando el teatro montevideano. Fueron pecados de juventud: no de Margarita, que era una veterana, sino de la juventud de la Comedia Nacional. Y la había visto actuar fuera de la Comedia Nacional, en La casa de Bernarda Alba. Ahí estaba más en su salsa. Era una actriz retórica, y para un espectador juvenil de aquellos tiempos, era antigua.

—¿Te sentís reconocido?

—Nunca me planteé el reconocimiento, no corresponde. Siempre me consideré como un pequeño puente tendido entre las obras artísticas (cine, teatro, plástica) y el público. Un periodista es un obrero cultural, y solamente eso. Intenté resultar útil al lector.

Los motivos de una donación.

"Hay edades de la vida en las que es necesario tomar decisiones definitivas. Por eso resolvimos entregar al Museo Nacional de Artes Visuales las obras de cerámica que habíamos guardado en nuestro poder durante décadas, agradeciendo la custodia que esa institución se dispone a ejercer sobre estos trabajos artísticos", dicen en un comunicado Silveira y Abbondanzan. "Aunque eso consiste simplemente en la transferencia de unos objetos de arcilla, se trata de un acto que para nosotros asume otro valor, no ya a nivel cultural o legal, sino a escala emocional. Porque supone desprenderse de lo que realizamos y luego conservamos durante tantos años, como si ahora le dijéramos adiós con los brazos en alto". La exposición estará hasta el 8 de octubre.

El eterno femenino de una imaginativa pintora
Abbondanza y Silveira, dos artistas unidos por una obra fecunda y elogiada. Foto: F. Flores

ARTE Y EXPOSICIONES

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad