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"El programa es la voz de la gente"

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"Fui creciendo como persona a medida que fui creciendo con mis personajes", afirma.
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El licenciado Orlando Pettinati se emociona cuando habla sobre el cariño que le ha demostrado la gente. Cuenta la historia de un mail en el que un oyente le agradecía por haber alegrado los últimos días de su padre y haberlo ayudado a atravesar una larga enfermedad y su cara, siempre ganada por una sonrisa, se transforma en un gesto de emoción. 

Es que el vínculo con los oyentes de Malos pensamientos parece ser el motor que lo ha llevado durante 25 años, ha mantener el ritmo de ser líder de audiencia. "Calculo que nos escuchan unas 400.000 personas", dice y agrega que es el programa más escuchado de la historia de la radiofonía nacional. Lo que es indiscutible es cómo su voz y su programa se convirtió en una banda sonora ineludible, primero de Montevideo y hoy de todo el país.

En su bonita casa de Punta Gorda, Pettinati atiende, con paciencia a su hija, Amy a quien mira con amor de padre incluso cuando con una severidad demasiado cariñosa para ser eficaz, le pide que espere un poco que ya le alcanza los caramelos. Mientras, muestra un video de un camionero uruguayo en Estados Unidos que maneja escuchando su programa, parte del aluvión de saludos que recibió cuando le pidió a sus oyentes de todo el mundo que compartieran con él un video del lugar donde viven. Le llegaron un montón.

Es una de las tantas ideas que andan por ahí para celebrar, desde este miércoles 15, la temporada 25 del programa. A eso hay que sumar algunas sorpresas para el mismo miércoles y otros proyectos para el año de festejos que tiene preparado. Entusiasmado con todo eso, Petinatti recibió a El País, para charlar de su pasado, su presente, del precio de la fama, de sus seguidores y también de sus detractores.

—En estos 25 años, ha pasado por muchas cosas y, profesionalmente, al menos, todas buenas. ¿Qué imaginaba para usted cuando empezó en la radio?

—Nunca imaginé trabajar de lo que estoy trabajando y vivir de lo que me apasiona. Nunca pensé que iba a ser mi lugar en el mundo pero sin quererlo el destino me impulsó a esto. Lo lindo es que cuando miro atrás, pienso que no me saltee ningún escalón y que las cosas me fueron pasando de a poco.

—Pero usted ha vivido un grado de exposición poco uruguayo: es una figura muy popular. ¿Cómo ha lidiado con eso?

—Fui creciendo como persona a la vez que fui creciendo con el personaje. Empecé cruzando a una radio cuando tenía 17 años y fui madurando y creciendo junto a mi personaje y ese grado de exposición que hoy tengo se me hizo bastante natural. No me encontré de un día al otro con la fama como puede pasar ahora gracias a las redes.

—¿En qué ha cambiado Orlando Pettinati en estos años?

—Solía ser más inocente y más provocador. Al ser padre de una niña, por ejemplo, ahora soy reflexivo y busco más la diversión que la provocación por la provocación misma.

—¿Qué diferencias entre usted "de civil" y Petinatti?

—Soy muy parecido a lo que la gente escucha en cuanto a mi humor o mi forma de ser. No me disfrazo de payaso todos los días cada cuatro horas porque sino no habría podido hacer el programa durante 25 años. Al aire tengo la necesidad de entretener constantemente porque ese es mi trabajo aunque no lo vea como un trabajo. Quizás al aire no muestro problemas personales porque la gente busca que los entretenga.

—¿Cuál cree que es el secreto de su éxito y su permanencia? ¿Ha analizado eso?

—Puede ser un don, la virtud de entretener o comunicar de una forma con la que la gente siente empatía. Son un montón de factores. Detrás de un programa de humor, eso sí, hay mucho trabajo serio. Aunque parezca improvisado y aunque a mí me guste mucho improvisar. También está el factor suerte pero hay que trabajar para que la suerte te acompañe.

—Pero esto lo construyó usted.

—Nunca me imaginé tener en mis manos, el programa que hago con la audiencia que tiene. En ningún momento trabajé para tener rating. Siempre hice lo que me divertía para poder divertir a los demás. Tuve que luchar mucho para que el programa sea lo que es hoy. Y lo hice solo.

—Hay mucha gente que lo quiere, pero también muchos que no. ¿Cómo convive con eso?

—Desde el primer momento supe que hacer un programa como Malos Pensamientos no iba a pasar desapercibido. Y cuando no pasas desapercibido, con la fama crece en justa proporción la envidia. Las críticas que a lo largo de estos años han parecido no muy sanas me dio una mano para construir lo que es el "imperio" dentro de la radio. Lo bueno y lo no tan bueno ayuda a que el programa tenga el éxito que tiene. Hay una legión de seguidores que cada vez se hizo más fuerte e intensa y en ellos me fijo y con ellos celebro. Porque me han seguido cuando cambié de radio y han crecido desde siempre. Y es con ellos con quienes hago el programa.

—Sin duda que el rol de la audiencia es trascendente y necesario para usted.

—La audiencia sabe cuál es el papel que tiene que ocupar en el programa y ese es otro secreto del éxito. No nos pisamos, la audiencia y yo conocemos nuestros roles al aire.

—Precisamente, ¿cómo ha cambiado su público en estos años? Da la impresión que se ha hecho más popular.

—Es un programa masivo y recontrapopular. Y disfruto que sea popular. A veces me critican por ser popular, a mi me encanta serlo. Lo amo porque eso significa ser querido por la gente. No hay precio que pague que la gente te reconozca con una carta, con un mail, con una foto, con una selfie. Yo siempre dije que Malos pensamientos no era un programa para jóvenes, sino para todo aquel que quiera divertirse y evadirse sin importar su edad o su condición social. Me escuchan el cadete y el gerente del banco. Eso está buenísimo.

—¿Cómo es su trato diario con ser famoso? ¿Va a un shopping?

—Voy, aunque no un sábado de tarde. Voy un martes de mañana, por ejemplo. Siento que es muy personal lo que me pasa porque el uruguayo no es de acercarse a saludar pero yo hace 25 años que estoy en la casa de los uruguayos, soy uno más de la familia. A mi me divierte cuando se me acercan a contarme algo o a sacarme una selfie. La frase "Peti, ¿una selfie?" me encanta. Al cine voy cuando ya están las luces apagadas porque si están las luces prendidas y salta uno y grita "Peti" y lo saludo gritan 100 y todos quieren selfies. Y empieza la película y estamos en eso.

—Es un trabajo full time ser Pettinati.

—Cuando salgo a la calle, mi vida personal queda en casa. Yo no puedo mostrarme desprolijo, por ejemplo. Tengo que ser el tipo que la gente escucha o ve en la televisión. Me divierte y lo disfruto.

—En la sección en la que da una mano, se mete en temas complejos, muy personales, muy sensibles. ¿Cómo se maneja en eso? ¿Como trabaja los límites?

—El programa no tiene red. Si hay que tirarse al precipicio yo me tiro, pero antes miro qué hay abajo. Si no tuviera límites, el programa no hubiese durado tantos años de éxito. He tenido historias de amantes, familiares, de pareja y en estos 25 años, nunca hubo un problema o una situacion incómoda. La producción cuida mucho los detalles.

—Pero manejar eso genera una responsabilidad muy importante.

—Y yo soy un tipo muy responsable. Y eso es fundamental para alguien que se pone frente a un micrófono.

—Usted tampoco se guarda sus opiniones sobre cuestiones políticas o sociales...

—Es cierto. Sobre todo después de tener una hija y haber pasado tantos años. Antes, el programa era del principio al final entretenimiento puro; lo sigue siendo pero también hay lugar para la opinión. El programa es la voz de la gente. No hay en la radio o la televisión, un programa en el que la gente tenga voz. Y yo al aire dejo que la gente opine y se exprese pero también yo tengo la necesidad de expresarme y opinar.

—La inseguridad, por ejemplo, es un tema que le preocupa mucho.

—Muchísimo. Porque me pongo en la piel de la gente. No puedo permitir que una señora de 84 años vaya caminando por la calle, dos motochorros la arrebaten se golpee la cabeza y muera. Me pongo en su lugar y cómo no voy a hablar de eso si es lo que nos está pasando. En este país estamos sobreviviendo, no viviendo, sobreviviendo a la delincuencia. La inseguridad es para preocuparse pero más para ocuparse. Tenemos todo para tener un país hermoso y no lo estamos disfrutando. Yo lo hablo desde un punto de vista político: yo soy "Amysta" porque mi hija es Amy y soy de ella y de nadie más: ni de izquierda, ni de derecha.

—Entiendo eso de que sea el vocero de la gente, pero hay algo que me choca de ese vínculo que es cómo los corrige cuando se equivocan al decir una palabra. Hay algo burlón de su parte, cuando alguien al aire dice "espetáculo" en lugar de "espectáculo", por decir algo.

—No me río de eso. Me duele. A mí mis maestras me lo corrigieron, capaz que quien dice "espetáculo", nunca nadie le dijo que estaba mal dicho. Siento que si dejo pasar eso, va a seguir diciéndolo y eso está mal.

—Pero usted siente que la gente habla peor ahora que antes.

—Mucho peor. Quizás porque la educación que tienen no es tan firme como la que tuvimos nosotros. No estoy haciéndole un mal a la gente diciéndole "se dice octubre, a septiembre le quitaron la p, no a octubre, la c". Con humor se pueden decir muchas cosas.

—En la tarde hay mucha competencia ahora.

—No hablo de los colegas pero si hay algo que no se puede negar es que todos los programas y los personajes salen de la nave madre que es Malos pensamientos.

—Muchas veces se dice que usted es "bravo con la plata", en el sentido que es duro para negociar o que consigue buenos contratos. ¿Cómo es en ese aspecto?

—No considero que la plata sea una mala palabra. Como tampoco lo es trabajo. En la vida, hay que hacerse valer, y yo, que tengo un programa que funciona, un don y algo especial, me puedo hacer valer. No es que yo sea duro: es que mi momento es ahora. Hago el programa que hago, de la manera que lo hago hoy y trabajo duro para esto.

—¿Por qué no está en televisión?

—No es un pregunta para hacerme a mí. Yo tengo el teléfono prendido.

—Usted siempre destaca algunos "aportes culturales" de Malos Pensamientos. La inclusión y difusión del rock uruguayo, su vínculo con la Orquesta Juvenil del Sodre, ¿cree que le reconocen eso?

—¿Quiénes?

—No sé: los intelectuales.

—El Club Uruguayo de Intelectualoides no tiene humor y por eso no entiende Malos Pensamientos.

Historia en varias radios y nuevas plataformas

Malos pensamientos empezó en Emisora del Palacio. Pettinati venía de trabajar con Daniel Figares en el programa El Subterráneo en El Dorado pero cuando se terminó el programa en dos meses ideó un nuevo formato "porque no sabía qué hacer de mi vida". Fue Alfonso Carbone, quien "me acercó a Emisora del Palacio y en dos meses en Las Toscas idee Malos pensamientos. La radio se vendió a Lecueder. A pesar de cierta reticencia inicial, finalmente el programa pasó a la FM. Luego vino el proyecto de Radiofutura y ahora en Azul FM y en repetidoras en todo el país a través de una red propia. Ahora, como parte del festejo se lanza la nueva página de web del programa.

De charla con la diáspora nacional

—Un momento importante de la historia del programa fue Operación Retorno.

—Eso nació de casualidad. Cuando empezó el programa, la comunicación era por carta o por teléfono, después surgió el fax, después el mail, después los mensaje de texto, el Facebook, Twitter. Cuando surgió internet me encuentro con un mail de un oyente que está en Nueva York y que me dice "Hola Peti, estoy escuchando desde Nueva York, llamame si querés confirmarlo". Lo hice, le dije quería saber si estabas ahí y le corté. Lo dejé caliente. A partir de ahí, empecé a recibir mensajes de todo el mundo de gente que me escuchaba. Y así empezó Operación Retorno con todos los uruguayos que se fueron con la crisis donde les dejábamos contar tu historia. Y ese fue un momento de bisagra del programa.

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"Fui creciendo como persona a medida que fui creciendo con mis personajes", afirma.

Orlando PetinattiFERNÁN CISNERO

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