ENTREVISTA

Nicolás Pereyra está de acuerdo con el fotógrafo William Eggleston y esa idea de que es imposible expresar con palabras el significado de una imagen, cualquiera sea. Está de acuerdo, dice, con que se puede observar una manifestación artística visual y posiblemente sacar conclusiones al respecto, pero no se puede o, más bien, no tiene sentido hablarlo.

De ahí el nombre de su nueva exposición, Nada de lo que hablemos importa, que inaugura este jueves Espacio Cultural Embajador Vicente M. Arroyo de la Embajada de México (25 de Mayo 512). La apertura es hoy a las 18.00 y se la podrá visitar de lunes a viernes de 09.00 a 17.00, hasta el 28.

La muestra, la sexta que monta de manera individual el Jefe de Fotografía de El País, reúne una serie de instantáneas de la vida cotidiana, que pasan de la captura íntima de una habitación en penumbras a los paisajes amplios, de los rostros definidos a las siluetas deformadas por una manera de mirar una realidad.

Planteadas en función de una línea cronológica, tienen como centro al autor, que sin aparecer está presente entre colores y decisiones. O como el propio Pereyra señala: en este trabajo, “el tema soy yo”.

“No fotografío lo que veo, sino lo que siento cuando veo. Disfruto de que la imagen no sea obvia, que cada uno la procese en forma y significado. Por eso no busco limitarme a un tema. Mi vida, mis relaciones, mis sentimientos, mis dolores, mis muertes: todo lo registro de manera casi compulsiva”, explica en el texto que acompaña el lanzamiento de Nada de lo que hablemos importa.

“Puede sonar personalista pero no lo es”, explica el fotógrafo a El País. “Esto es de mí, pero puede ser de cualquier persona. Por eso me interesan mucho las muestras en el sentido de la interpretación que cada uno le puede dar. Lo que para mí es superclaro, para otro puede ser muy diferente. Cada imagen es una forma de decir pequeñas cosas. Son una forma muy personal de mostrar y de sacar lo que está adentro”.

Pereyra, que lleva 17 años en El País, es fundador de El Ministerio Ediciones, primera editorial uruguaya especializada en fotolibros, y su última exposición había sido No todo está en venta, basada en Polaroids y que se pudo ver en el Museo de Arte Precolombino e Indígena. Acaba de ser elegido como finalista de los premios de la Asociación Internacional de la Prensa Deportiva (AIPS por su sigla en francés) en Acción Deportiva.

Al respecto, dice que la velocidad, tanto en la mirada como en la reacción y en el dominio de la máquina, son los principales aportes que el ejercicio del fotoperiodismo le han dado a su trabajo artístico. Y entiende que los diferentes formatos como un libro, un concurso o incluso una exposición son como las distintas piezas de un mismo engranaje.

“La muestra es un ejercicio mental bastante cansador”, dice antes de inaugurar Nada de lo que hablemos importa, “pero es lo que más satisfacciones me da. En las exposiciones hay una especie de clima, de lectura puntual de cómo una imagen convive con la otra, que es superinteresante. En el libro también conviven, pero hay que dar vuelta la página. Y acá está todo en una misma página, y eso me parece algo superatractivo”.