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Jorge Bucay: "Hoy trabajo con pacientes sanos"

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"Para algunos, que yo encabece la lista de best sellers es molesto", afirmó.
RRR3
Krause, Johansen

Su público ha ido cambiando. "El público con el que yo hablaba hace 20 años no es con el que hablo hoy. Antes hablaba para mujeres de entre 30 y 50 años que tenían necesidad de entender qué pasaba con sus vidas, y por qué se postergaban como lo hacían.

Hoy ellas han traído a sus maridos, y a sus hijos, y hoy hablo para bastante gente joven, y para algunos hombres que dejaron de acompañar a sus mujeres, y quieren escuchar algo sobre ellos mismos. Hoy mi público es básicamente adultos que quieren saber más sobre sí mismos y buscan herramientas para hacer sus caminos más fáciles", explica Bucay a El País, adelantando algunos temas de los que hablará mañana con el público uruguayo desde el escenario de El Galpón.

Cuando se le pregunta si muchos han salido a escribir como él, buscando igual éxito de ventas, responde: "Ojalá, si esos libros están hechos con nobleza y ayudan a la gente. Yo no quiero robar ningún espacio de nadie, ni arengarme ninguna condición especial. Yo soy un tipo común, que escribió por la necesidad de poner en palabras lo que pensaba".

Autor de decenas de libros, Bucay es un hombre amable y de respuesta rápida, que parece tener una respuesta para cada pregunta de la prensa. Si se le pregunta si se considera un autor de autoayuda, responde: "En lo genérico, seguramente sí. El género de autoayuda es un nombre inventado por los libreros. El libro de autoayuda es un libro de soluciones, de respuestas, y en mis libros muchas respuestas no hay. Mis libros están llenos de preguntas. Yo he escrito algún libro de autoayuda, y me siento orgulloso de él, porque me ha gustado. Como Veinte pasos hacia adelante. Y otros pertenecen al rubro de libros de reflexión".

—¿Cuántos libros ha vendido?

—De ninguna manera voy a contestar esa pregunta, porque me parece una pregunta insustancial. ¿Usted cree que es importante? Yo creo que no. A la persona que lee un libro mío no debería importarle cuántos libros yo he vendido. No me parece un dato que pese. Hay libros maravillosos que han vendido menos que algunas basuras que han vendido mucho. Entonces, darle lugar a ese dato me parece que es minimizar la historia de lo que significa la literatura. Pero entiendo por qué usted lo pregunta. No quiero ofenderlo.

—¿Y cuál es su libro más vendido?

—Eso sí se lo puedo decir: depende de los países. En México, un país que tiene todo un culto alrededor de la idea de la muerte, El camino de las lágrimas, que habla de los duelos. En Alemania, un país lleno de cuestionamientos morales, intelectuales y filosóficos, Las tres preguntas. En Argentina y España, Recuentos para Demián, un libro de historias iniciáticas. O sea que no es igual en todos los países.

—¿Se puede decir que usted ha ido de las patologías más severas a la gente común en sus problemas cotidianos?

—Sí, ese fue mi recorrido personal, aunque no sé si en mis libros es así. Uno estudia medicina porque es un hipocondríaco: lo hace por eso que se llama "formación reactiva". Todo médicos es hipocondríaco, y un tipo que hace psiquiatría es porque de alguna manera reconoce sus propias locuras. Y yo he ido, desde trabajar con pacientes psiquiátricos graves, a neuróticos, y poco neuróticos, hasta medianamente sanos.

—¿Esa evolución en sus intereses tiene que ver también con un proceso de usted?

—Sí, tiene que ver con un proceso mío, de sentirme un poco menos loco que antes. Siempre fui el terapeuta que yo necesitaba para mí. Hoy trabajo con pacientes sanos, por llamarlos de alguna manera, que no son pacientes: son individuos que quieren apostar a saber más de sí, para crecer y disfrutar. Pero creo que no existe ni la locura absoluta ni la salud absoluta: hay núcleos sanos en el más enfermo de los pacientes psiquiátricos, y que hay cosas muy enfermas en el más sano de los sanos. Y el crecimiento personal tiene que ver con apoyarse en las cosas sanas, que son las que nos señalan el camino.

—¿Qué lo motiva a este tipo se presentación, como la que va a dar mañana en El Galpón?

—Hace mucho que descubrí que tengo un vicio, que me da mucho placer: ver a los ojos que me leen. Miro a la gente en un auditorio y pienso que esos ojos me han leído. Parezco un fetichista, pero me parece que es un halago: a mí me sigue sorprendiendo que la gente me siga leyendo, y que valore lo que escribí.

—¿Hay una vuelta a la charla en vivo, como un siglo atrás?

—Así me lo dicen. Creo que hay una vuelta al concepto de la filosofía como un espacio de encuentro con las personas. Ese tiempo que uno dedica con los amigos, los conocidos o los desconocidos, a hablar sobre la vida. Eso está sucediendo, mientras hay todo otro movimiento, otra conducta, que es justo la contraria: chatear con un señor que está en Siberia, al que posiblemente nunca conoceré.

—¿Alguna vez se ha sentido discriminado en el ámbito académico?

—Alguna vez no me he sentido. Sí, muchas veces, y es lógico. Juro que lo entiendo: a los terapeutas de 20 años atrás, que yo escribiera en un periódico, o dirigir un programa de televisión, no les gustaba. Les parecía que era una violación a cierta ética. Hoy algunos de ellos hacen televisión, todos escriben en periódicos. Y en el ámbito de la literatura otro tanto. Para algunos, que yo esté encabezando listas de best sellers es molesto. Yo lo entiendo, pero no me gusta cuando esa molestia se transforma en insulto, que a veces ha sucedido. Pero son celos profesionales.

—¿Entre los grupos editoriales, hay prácticas mafiosas?

—Hay algunas batallas comerciales entre las editoriales que hacen que éstas tengan algunas miserias entre sí. A veces de querer robarse a algún autor. Si uno es un autor que vende medianamente libros, una vez por año aparece alguien con una propuesta que se supone que uno no va a poder dejar de aceptar. Y cuando se encuentran con alguien como yo, con muchos años de trabajar con la misma gente, y que soy memorioso de mis gratitudes, les digo que no me interesa. Y si la editorial es muy poderosa, te dicen, "usted no me puede decir que no antes que yo le diga cuál es la oferta". Y contesto que aunque triplique ese número, la respuesta sigue siendo negativa, porque cuando yo no era nadie, un tipo tocó mi puerta, y me dijo que había visto mi libro, editado por mí mismo, y me interesa publicarlo. Y de eso no me voy a olvidar nunca.

Un vínculo que define mucho en esta vida.

Mañana, en El Galpón, a las 20 horas, sube a escena "El difícil vínculo entre padres e hijos", que Jorge Bucay y su hijo Demian protagonizan, buscando una instancia de participación del público. "Vamos a compartir algunas de las conclusiones que tenemos, y cosas que nos han pasado, y algunas dificultades que hemos tenido. Pero no tanto para hablar de nosotros, sino para mostrar algunas cosas que, creemos, son igual para todos. Y que todos los padres e hijos tienen que resolver. Y en ese vínculo se instaura gran parte de los vínculos que después vamos a tener con la sociedad", señala Bucay, indicando que algunos de los elementos tiene que ver con las rivalidades, las expectativas de los padres y el choque de mentalidades de épocas diferentes.

Las entradas en Red UTS, a $ 1050, 850 y 650.

Dos psiquiatras, dos caminos diferentes.

"Mi hijo Demian es más inteligente, más guapo y sobre todo más joven. Él es médico psiquiatra, pero ha recorrido un camino diferente: llegó a la psiquiatría y a la psicología desde otros lugares. Él tiene otra formación, que yo considero más sólida, y tiene como ventaja que ha tenido un padre que le hablaba de psicología desde chiquito. Yo no lo tuve, y eso le ha dado un hándicap. Pero yo tengo una ventaja sobre él: yo tengo un hijo maravilloso, que es él, y él todavía no se sabe. Pero yo siempre digo que la única confirmación que uno ha hecho bien las cosas como padre, es que tus hijos te superen. Y mis hijos me han dado ese regalo".

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"Para algunos, que yo encabece la lista de best sellers es molesto", afirmó.

El psiquiatra y autor de best sellers se presenta mañana en El Galpón CARLOS REYES

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