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Crear más allá de las sensaciones

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Rimer Cardillo en el MNAV

rimer cardillo

La retrospectiva de la obra del artista uruguayo puede visitarse hasta agosto en el MNAV

Rimer Cardillo en el MNAV
Rimer Cardillo en el MNAV

Era jueves, día de visita guiada en el Museo Nacional de Artes Visuales, y Rimer Cardillo andaba de acá para allá, deambulando entre los dos pisos que ocupa la exposición antológica sobre su obra. Caminaba, inquieto, y tomaba fotos para el catálogo. “Algunas imágenes no nos convencían, pero siempre hay nuevas posibilidades de ver una obra, sobre todo las escultóricas, tridimensionales, que siempre les estoy encontrando un ángulo nuevo”, explica a El País.

La inquietud de este artista uruguayo de 75 años no se queda solo en su andar, porque Cardillo es un creador imparable, que siempre tiene algo en mente y en qué trabajar. La antología Rimer Cardillo: del Río de la Plata al valle del río Hudson, recoge su obra entre 1967 y la actualidad, y da cuenta de esa inventiva imparable.

El artista, que vive en Estados Unidos desde 1979 y da clases en la Universidad del Estado de Nueva York, está convencido de que sin sus expediciones a lugares remotos del continente, no podría haber creado. “Hay artistas que sí pueden, pero yo no puedo”, dice. Y esta retrospectiva, la más grande que ha montado hasta la época, le permite ver el diálogo entre los distintos tiempos en los que ha creado, pero además entre los distintos escenarios que lo han inspirado.

Rimer Cardillo en el MNAV
Rimer Cardillo en el MNAV

“El contacto humano es muy importante y además muy revelador. A pesar de que uno genera conocimiento a través de libros y de experiencias de otros viajeros, he aprendido mucho más con los diálogos”, explica.

Uno de los destinos que fue punto de inflexión para su obra fue la Amazonía, que repitió en varias ocasiones entrando desde Venezuela, pero también desde Perú, Ecuador o Brasil. Su interés era tener contacto con el mundo vegetal y animal tan inmenso que hay en esa región, pero quedó conmovido con las distintas civilizaciones que conoció allí.

En la expedición por el río Ventuari, Cardillo se encontró con los Piaroa, una población indígena que sigue construyendo sus canoas, sus flechas, arcos y dardos, y que además hace unas “máscaras preciosas”. “Encontrar grupos culturales puros es muy difícil, porque hoy en día los logros del siglo XX y XXI llegaron hasta los lugares más desolados”, añade.

Una de las paredes del Museo Nacional está enteramente dedicada a la instalación En la tierra de Quiroga, que surge de la travesía que Cardillo realizó junto a su hijo en 1994. En el catálogo de A Journey to Ombú Bellaumbra, una exposición en el Art Museum of the Americas en Washington, el artista escribe que Quiroga fue uno de los escritores latinos que prestó especial atención al medioambiente, y “su vida ha sido un modelo para mí”. Es que Cardillo ha creado desde sus inicios con una idea fija: invitar a la reflexión sobre la naturaleza, la biodiversidad de América Latina y la pérdida de los pueblos indígenas.

Es imposible, una vez que uno camina entre sus obras -y mucho más si uno dialoga con él-, no ver en ese artista de 75 años a un idealista, un hombre comprometido con una causa, que ve en lo que hace algo que va más allá de las meras sensaciones.

“No creo que sea muy rápido el cambio. Los artistas que han trabajado con esa intención no logran en el momento, se logra después. Una de las cosas que más me satisface es que lo que hago despierte interés para que todos esos temas puedan cada vez ser más conocidos. Intervengo visualmente en el debate”, admite.

Así, uno sabe que la hilera de aves muertas que abren la exposición son más que una muestra de lo que se logra con la inyección de tinta, o trasciende el simple significado de la muerte. Tiene que ver con la destrucción.

Esas aves fueron víctimas del vidrio, un invento de nuestra civilización que son, para Cardillo, “un atentado grande contra la naturaleza”. Explica que los animales ven el reflejo de árboles en los grandes cristales y siguen volando, se estrellan y mueren. “Es una metáfora para mí -añade- de que muchas veces nosotros, los humanos, vemos reflejos, creencias que no son las verdaderas, nos estrellamos con la realidad y fracasamos”.

La metáfora en Cardillo está hasta en los materiales que utiliza, y dice que es primordial que lo entusiasmen. Ha pasado por numerosas opciones, que van desde la tinta de los grabados, las ramas a la tierra -el ejemplo más gráfico son los cupí gigantes-, pero en estos últimos tiempos hay uno que lo ha conquistado: el papel de algodón que él mismo fabrica.

Le gusta por los relieves, que logran una gran fidelidad a los moldes originales, pero más por haber descubierto que al público le da “esa sensación de cáscara de huevo, de algo que se puede observar, pero no aventuremos mucho”.

Cardillo es uno de esos artistas que puede contar que ha logrado vivir de la venta de su arte a galerías -irse a Estados Unidos fue clave para él-, y que ha tenido reconocimientos tanto en Uruguay como en el mundo. Pero para él, lo que pesa más es saber que su inquietud lo sigue dejando crear.

Tres salas importantes para una vida de creatividad

La exposición del uruguayo Rimer Cardillo, con curaduría de Karl Willers, es la primera en la que el artista exhibe obras de todos sus períodos de actividad. Ocupa las salas dos, cuatro y cinco del Museo Nacional de Artes Visuales y recorre desde las primeras xilografías hasta los trabajos más recientes con papel de algodón, un material que él mismo crea y que, explica, le permiten generar relieves con gran fidelidad de los moldes originales. La muestra irá hasta el 19 de agosto, y se puede visitar de martes a domingos entre las 13.00 y las 20.00. La entrada es libre y una vez allí el visitante también puede encontrarse con parte del acervo de la obra de Manuel Rosé y con la obra “Autorretrato con la peste en Ceppaloni” , un homenaje a Clorindo Testa.

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