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Yamandú, el Cardozo conciliador

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"Es emocionante saber que mis amigos esperan mis palabra" Foto: Fernando Ponzetto

Hace un año, el Carnaval le dio la espalda a Agarrate Catalina y la murga pentacampeona se quedó sin la posibilidad de participar de esta fiesta. La noche de fallos de la prueba de admisión los agarró divididos, unos en Chile, otros en Montevideo y el plantel necesitaba escuchar la palabra de Yamandú Cardozo, fundador, líder y letrista. Una semana después se reunieron y les dijo,"todo bien, vamo a hacerlo y va estar divino".Tabaré, Yamandú y Martín Cardozo escribieron Un día de Julio en chancletas, en Río de Janeiro y con la playa como testigo. Lo presentación en el Sodre fue un éxito, lo llevaron a Argentina, al interior y el 19 de diciembre lo harán en el Teatro de Verano. Esta nueva fecha es la excusa para conocer a este hijo, amigo, hermano y murguista conciliador que es el alma de la Catalina.

Diez niños salieron de la cabaña disfrazados de indios y vaqueros. Peleaban, caían, se desparramaban inertes en el suelo simulando estar muertos. Blanca y Heber observaban a su hijo y comentaban la escena por lo bajo con otros padres que tampoco comprendían qué sucedía. 

Yamandú Cardozo se levantó y gritó: “La guerra no sirve para nada, todos perdemos”. Así fue su primer discurso idealista. Casi 20 años después, volvió a buscar la mirada cómplice de Blanca y Heber desde el escenario del Teatro de Verano y los hizo conmover y lagrimear con unos versos escritos de su puño y letra para el espectáculo 2006 de Agarrate Catalina (Los Sueños).

“Hace mucho nuestros padres soñaron/ Se cayeron y lloraron lágrimas de sangre pero soñaron/ Hace mucho que tenían ese sueño atravesado en la garganta y escondido en el alma/ Hoy sus hijos cantamos la felicidad de ver su sueño al fin cumplido”.

Vio venir a un niño más corpulento que él, caminó con los brazos extendidos para invitarlo jugar y recibió una paliza. Yamandú lloró sin consuelo ‘¿Te duele mucho?’, le preguntó su madre. ‘¡No! ¿Por qué me pegó ese nene?’ Esa noche, Blanca esperó a Heber y le dijo que tenían que enseñarle a defenderse.

Tabaré es el mayor del clan Cardozo, le lleva seis años a Yamandú y se agarró grandes dolores de cabeza en ese afán por abrirle los ojos e intentar explicarle que el mundo está lleno de malas personas. No quería aniquilar su ilusión pero debía mantenerlo a salvo. Recuerda verlo llegar a su casa del Buceo con la cabeza gacha, el rostro transformado y los ojos tristes porque había sufrido una decepción.

El año pasado se encontró de vuelta protegiéndolo. La Catalina quedó eliminada en la prueba de admisión y el hermano mayor quería agarrar a todos a patadas, "fue una trampa, una traición, se mezclaron cuestiones políticas, envidias", pero su bronca creció al advertir que Yamandú lo procesaba desde la tristeza.

Prefería verlo enojado y no lastimado, "me hace acordar a cuando era pibe y volvía herido por el mundo hostil. Me dieron ganas de agarrar a todos del cogote".

Yamandú solucionó un conflicto estudiantil en sexto de escuela. La huelga se extendió más de lo habitual y su maestra tuvo que suspender la medida de paro y volver a dar clases: necesitaba completar los días para poder jubilarse.

Sus colegas y los padres de la comisión fomento no comprendían la situación. La acusaron de carnera y organizaron una asamblea. No estaba previsto que asistieran alumnos. Yamandú se coló entre los adultos, se subió a una silla para que lo vieran, tomó la palabra y arregló el problema. Esa estirpe de orador lo distingue.

Hipnotiza en las reuniones de la murga, en un asado, en una charla de bar rodeado de desconocidos. En La Catalina lo acusan de ser demasiado poeta y poco ejecutivo, aunque a la larga siempre encuentra la manera exacta de expresar su opinión. A él no le hacen trampa las palabras, según Andrés Coqui Pazos, compañero y responsable de las finanzas de la murga.

Tabaré dice que podría haber sido un gran estadista, y las señoras que iban a la iglesia metodista donde Heber era pastor, confiaban en que seguiría los pasos de su padre. Él nunca lo pensó.

No era sonámbulo pero pegaba en el palo, a veces se paraba y hacía alguna acción. Martín, su hermano menor, compartía el cuarto con él y dice que hablaba hasta cuando dormía. "Yo tenía la habilidad de seguirle la conversa y era maravilloso porque es creativo hasta en sueños, una magia".

Dice que es un encantador de serpientes, tiene una cintura única, es capaz de revertir situaciones insólitas "cuando tiene que fumarse una pipa que viene a darle pa atrás". El resto del plantel se lo agradece.

Hace unos años cantaron el cuplé de Los jóvenes blancos en un festival en Treinta y Tres, había un grupo de simpatizantes del Partido Nacional en la vuelta y después de la actuación saltaron a increpar. Yamandú usó sus artilugios, logró dar vuelta la tortilla con diplomacia, aplomo y gentileza. Y en vez de lío hubo risas, abrazos y felicitaciones.

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"Ya no dedico una gota más de mi pena para esta porquería", dice sobre la crítica,  

Cuando Matías Beracochea conoció a Yamandú era otra persona: tenía el pelo largo hasta la cola y pesaba 120 kilos. "Hoy es el galán de la música uruguaya", se ríe uno de los fundadores de Agarrate Catalina.

En una de sus primeras charlas, Yamandú le comentó que estaba harto de que los canales uruguayos transmitieran tantos programas argentinos y tenía previsto colgarse de la antena principal de uno de ellos a modo de protesta.

Es probable que esté irreconocible en las fotos (adelgazó 40 kilos, se cortó el pelo, se viste bien y usa perfume) pero las ideas alocadas aún le quitan el sueño.

Encontró en Fernando Mino, productor de Agarrate Catalina, un tipo que le sigue la cabeza en sus demencias. 'Hay un pasaje de LAN que te lleva a los cinco continentes, quiero hacer esto con la murga', comentó el manager. Yamandú se empecinó, laburó día y noche en un proceso agotador y tres años después, el género murga dio la vuelta al mundo por primera vez.

'Hay pelea, hay pelea', escuchó Martín y corrió rumbo al patio de la escuela Dinamarca. No sabía que su hermano le haría pasar una de las mayores vergüenzas de su infancia.

En el medio de la trifulca estaba paradito Yamandú que pasó todo el recreo simulando ser un ninja: hizo rituales de karate, dio vueltas carnero pero no pegó. Estiró el tiempo con igual talento que cuando la murga se tiene que cambiar para la retirada.

Amedrentó al rival, lo dejó tan desconcertado que no tiró ni una piña. Logró no pelear. Primero hubo aplausos, creyeron que era un capo en artes marciales, después llegaron los silbidos: los niños querían ver sangre. "Se fue un poco abucheado pero cumplió con el objetivo de no ejercer la violencia".

Sus preocupaciones se vuelcan en cuplés y retiradas. En el espectáculo Gente Común (2011) Tabaré escribió el cuplé de La violencia y Yamandú se encargó del recitado: "¿será que la violencia es propiedad exclusiva del deporte, de una barra brava o de un sector socio económico sumergido?/ ¿Será que la violencia está desde antes ya instalada en todos nosotros como una semilla latente?"

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En la casa de los Cardozo no había dogmas ni fanatismos, "teníamos libertad absoluta en todos los palos, político, religioso. Mi viejo es partidario de la teología de la liberación, que cuestiona las estructuras, la iglesia como institución", dice Yamandú. Respondieron a todas sus dudas sin teñir su juicio.

No había penitencias duras. Blanca repetía, 'no te pelees con tu hermano, lo tenés que querer; no te acuestes sin pedir perdón si sentís que te equivocaste'. Es terco. Tabaré dice que se pone el balde pero siempre pide disculpas, llama, escribe mensajes eternos y es el primero en demostrar cariño.

Eran pocos los juguetes comprados, Heber fabricaba la mayoría. Hacía unas bicicletas únicas que eran la envidia del barrio. Yamandú tenía un avioncito que le había regalado un linyera, muchos indios y animales; no había soldados. Martín dice que era un filtro impuesto por Tabaré.

Yamandú trabajó en Emaus (asociación sin fines de lucro que recolecta objetos en desuso para ventas económicas) y rescataba ropa para sus hermanos porque no había dinero para comprarla. Hoy prefiere la ropa de segunda mano que tiene una historia detrás, ir a ferias de diseñadores jóvenes y que las marcas no sean visibles.

Los sermones de Heber eran celebraciones, cantaba y tocaba la guitarra, muy de fogón, nunca desde un pedestal. Sus padres se metían en el barro y levantaban ranchos. Aplicaban la Biblia para ayudar desde lo social.

—¿Volcaste esos valores de tu crianza en el arte?

—Nuestro arte es hija de esa lucha social, esa vocación profunda que marcó la vida de mis viejos: dedicaron 60 años a laburar para otros. Verlos apostar por lo colectivo, lo cooperativo, lo solidario, la necesidad de justicia, que se reparta mejor la historia, poder cambiar, cuestionar, arreglar, tiene mucho que ver con las necesidades de la murga.

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Agarrate Catalina habitó la mente y el corazón de Yamandú mucho antes de concretarse. En el 2000 se fue un año a Alemania a trabajar en Emaus con la murga en la cabeza, "fantaseaba con eso pero ni lo confesaba, 'qué va a hacer este gordo gil', pensaba".

La murga más marketinera tuvo merchandising un año antes de que hubiera componentes: una premonición.

Una madrugada que se convirtió en mañana, Yamandú garabateó un bicho con ojos de luna. Martín agarró esa hoja, modificó el dibujo y quedó un arlequín murguista que hoy muchos fanáticos se tatúan.

Tabaré pensó en llevarlo a La Clarinada, murga que integraba y donde Yamandú y Matías eran utileros. No lo dejaron. Esa noche, Martín pintó el logo y nombre de La Catalina en una remera y Yamandú la paseó por todos lados durante un año. Aún la conserva.

En La Clarinada se probó como letrista obligado por Carlos Tanco y su hermano mayor: los ayudó a redondear el cuplé de Don Quijote, "nos divertimos mucho pero nos fue horrible, quedamos penúltimos".

Hacían muy pocos tablados, veían pasar las bañaderas repletas de murguistas mientras se dedicaban a tomar cerveza en la estación de nafta de 8 de Octubre y Larrañaga. Esas charlas interminables fueron el germen de La Catalina.

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Juntar barras es su especialidad. Era líder en los campamentos, organizaba juegos y actividades benéficas. Salía un fútbol 5 y él armaba dos cuadros de 10 tipos, 'no entramos todos', le decían. Pero no le importaba. Con La Catalina creó un círculo para dar vida a los que quiere a través de su pasión.

Es el alma del grupo. Une. Integra. Logra que 25 personas muy distintas convivan, "varios nunca nos hubiésemos cruzado o no seríamos amigos si no fuera por la murga y él es el responsable", opina Matías.

La noche de fallos de la última prueba de admisión los agarró desperdigados, unos en Chile y otros en Montevideo. Les costó asumir y digerir el trago amargo. Todos querían escuchar qué tenía para decir Yamandú. Una semana después se reencontraron para actuar y Matías recuerda las palabras exactas de este líder: "todo bien, vamo a hacerlo y va estar divino".

Así fue. Un día de Julio se presentó dos veces a sala llena en el Auditorio Adela Reta, giró por Argentina y el interior del país. Y estarán el 19 de diciembre en el Teatro de Verano.

"Es muy emocionante saber que mis hermanos y mis amigos esperan mi palabra, aunque muchas veces no tenga certezas. Es muy lindo sentir que no están temblorosos, esa confianza real: lo que diga Yamandú está bien no desde la obediencia y la verticalidad sino porque elegimos un compañero que nos representa en estas cosas".

Después de la tormenta llegó la calma. Necesitaban estar lejos de la estructura carnavalera para poder armar un espectáculo que no fuera "hacia el lecho natural del agua que corre con nosotros".

Un día de Julio se escribió en chancletas en pleno Río, entre la playa y algún barcito, tomando licuados y cervezas. Apagaron el celular, no hicieron notas, no revisaron los mails. Charlaban, discutían, sacaban fotos, leían (desde Voltaire a un economista coreano recomendado por Tabaré). Y escribían, tanto, que les quedó un espectáculo de dos horas.

—¿Julio los aleja del Carnaval?

—Por lo menos a mí me aleja de los concursos con tanta norma. Ojalá encontremos la manera de que la murga presente el espectáculo por los barrios.

Ganaron de punta a punta: 2005, 2006, 2008 y 2011. No hay más mimos posibles para La Catalina en Carnaval. Pero tampoco hay más palos y críticas por inventar. "Nos han dicho las peores cosas: se metieron con enfermedades de nuestras familias, que aprovechamos la muerte de mi abuela para ganar, que somos millonarios, que respondemos a intereses, que el Pepe y la Cámpora en Argentina nos dan plata. Ya no dedico una gota más de mi pena o dolor para esta porquería".

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Agarrate Catalina es su casa. Se reconoce en todos los rincones, "siento la pertenencia absoluta". Respira esta murga, vive por ella y armó su vida a su alrededor: sus hermanos, sus primos, su pareja y sus amigos están ahí. Es una cooperativa, todos opinan pero "la murga es suya: es el único que si no está, no sale", confirma Tabaré.

—Sos la cabeza de la murga, estás atrás de todo...

—Los convoqué y cuando hubo que cantar me dijeron, 'ahora que nos llamaste escribí algo'. Entonces lo hice. Nadie agarraba la pelota y quedé en un montón de cosas de las que después intenté desprenderme. No tengo dudas de que en las opiniones musicales Tabaré tiene el mando absoluto. Mi palabra y la suya valen un puntito más en el conteo final porque escribimos el espectáculo. De la parte económica estoy expulsado por regalar camisetas (se ríe). 

Está presente en todas las actividades de la murga. No tiene opción de faltar: sus compañeros y la gente se acostumbraron a verlo y siempre pone la cara. Es el primero en llegar y el último en irse. Habla con todos.

Está pendiente de lo artístico. Llega a un país y se preocupa por averiguar si tal palabra o cierto concepto se entenderán. Se va cinco días antes que el resto del equipo a Argentina para hacer prensa y cuando sus compañeros llegan, las entradas están agotadas.

Duerme profundo (sus amigos se quejan de sus intensos ronquidos) pero se levanta de buen humor y necesita pocas horas para recuperarse. No tiene descanso, queda muerto, toda su energía se va en esta pasión.

No se queja pero sacrifica toda su otra vida por la murga: tiempo con sus afectos, para él, horas de ocio y para terminar el liceo. Abandonó en quinto y aunque se anotó varias veces en el nocturno, nunca reenganchó porque siempre coincidía con los ensayos, "una mezcla de boludez y vergüenza. Tendría que terminar para que mi vieja se quede contenta".

Sus compañeros saben que falta a cumpleaños, eventos familiares, no está cuando nacen los hijos de sus amigos o cuando se muere un ser querido.

"Siento que perdemos cosas a nivel afectivo: la gente se muere y nace mientras vos estás de gira. La vida que pasa mientras uno no está a veces es sacrificada".

—¿Postergás tener hijos?

—No pensé todavía en tener hijos, aunque tengo 37, por ahora zafo con los sobrinos postizos. A veces me pregunto qué se sentirá tener habilitada esa zona del amor. El discurso oficial que me repito a mí mismo es que estaría bueno tener más tiempo y curtir esa relación pero no sé si es esa la verdadera razón.

Tabaré decidió que no quiere ser padre, pero en 2006 se pusieron a pensar en los niños que nacían en este tiempo y qué pasaba con ellos. El entorno facilitó que esa ventana se abriera: ese año nació Facundo, su ahijado, y unos meses después llegó Clarita, la hija de Rafa Cotelo. "Cuando estamos esperanzados con respecto a los niños escribimos estas cosas desde quien es testigo de ese amor sin saber vivirlo todavía".

Cuando esa necesidad aparece solapada, escribe canciones. La retirada de 2006, Los niños del fin del mundo, tenía ese dejo de preocupación.

"Te tocará crecer en este tiempo que no es más que un inmenso montón de soledades/ Niño hijo de niños recién grandes que el mundo va envejeciendo a los golpes/ Niño del fin del mundo te traigo todos los abrazos que precises/ Mis últimas y pobres barricadas/ El mundo entero por cambiar y el corazón en esta retirada".

El eterno femenino de una imaginativa pintora
"Es emocionante saber que mis amigos esperan mis palabra" Foto: Fernando Ponzetto

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