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La vida de un piloto

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Santiago Urrutia
Chris Jones

Un perfil del piloto uruguayo más rápido del automovilismo internacional ¿Cuánto cuesta cumplir el sueño de competir en el deporte más caro del mundo?

Cuando no está compitiendo, a Santiago Urrutia le aburre manejar. No tiene auto propio. El piloto uruguayo más rápido del automovilismo internacional prefiere viajar en el asiento del acompañante. De esa manera puede cambiar la música, mirar el celular y charlar con el conductor. Hace un año, cuando tuvo la edad reglamentaria para sacar la libreta, los administrativos le tomaron el pelo. Santiago sabe conducir desde que tiene siete años. Le enseñó su papá. Usaba almohadones para alcanzar el volante.

Unas semanas atrás, los diarios publicaron su foto festejando el triunfo en la fórmula Pro Mazda, en el circuito californiano de Laguna Seca. Corrió y ganó el mismo fin de semana y en el mismo lugar en que Gonzalo Rodríguez perdió la vida hace 16 años. Consiguió una beca de 590.000 dólares para invertir en un equipo y así competir en la categoría de alto nivel Indy Lights, que organiza uno de los campeonatos más importantes de Estados Unidos. Santiago es otro deportista nacional que hace milagros.

Lleva reloj en su muñeca izquierda. Una costumbre poco habitual en un adolescente que usa un celular último modelo. Le pregunto si tiene alguna cábala antes de correr: "siempre subo con el pie derecho al auto. Me pongo los cinturones y al final los guantes. No sé si es cábala pero cuando pongo el pie derecho, mente y cuerpo están focalizados en lo que tengo que hacer". Responde con precisión y seriedad. Sé que está apurado. Aunque ninguno de sus gestos lo delaten. Fue entrenado para controlar el tiempo.

La fama que conquistó lo arrastra de entrevista en entrevista, firmando autógrafos y visitando escuelas donde los niños le dicen que cuando crezcan quieren ser como él.
A Santiago lo homenajean y tiene 19 años.
Pero debe negociar con los sponsors el resto del dinero que le falta para poder completar el campeonato del año que viene.
El éxito de su carrera depende de lograr esos apoyos: un equivalente a la suma que ya ganó. Recién entonces podrá decidir con qué equipo trabajar.
Estos son días de almuerzos empresariales y reuniones decisivas.
Por eso mira su reloj.
Una vez más, no puede llegar tarde.

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Su madre, Claudia, es maestra rural. Dice que tiene un hijo precoz. Aprendió a caminar con 8 meses. Al año manejaba un auto de juguete. A los dos, una bicicleta contrapedal. No había cumplido los tres cuando empezó a andar en moto. Fue un regalo de Navidad del abuelo para todos los primos. Dos meses después participó de su primera carrera en motocross, y a los cinco debutó en competencias de karting. Nunca se había visto un piloto tan joven. El Ministerio de Turismo y Deporte puso como condición que un médico, un entrenador y un psicólogo autorizaran su participación y elevaran un informe mensual sobre el proceso de trabajo con el pequeño deportista y su familia. Al padre de Santiago, Carlos, le gusta contar esta anécdota para explicar que su hijo siempre quiso ser el primero. Aún cuando las trabas aparecieron desde el inicio.

Creció en una casa en medio del campo, manejando cualquier cosa con ruedas que tuviera a su alcance y peleando por diversión. Los entrevistados lo describen como un niño terrible. Durante la charla que mantenemos, y las que vi, lo encuentro demasiado serio para su edad. Me explica que la prensa no le molesta porque sabe que lo ayuda para conseguir apoyos. "Para que yo pueda correr se hacen muchos sacrificios y a mí no me gusta decepcionar a nadie", dice.

Santiago Urrutia durante una carrera de karting. Comenzó a correr a los 5 años.
Santiago Urrutia durante una carrera de karting. Comenzó a correr a los 5 años.

Santiago está acostumbrado a contestar preguntas de personas que no entendemos el mundo en el que se metió a prepo. Nelson Vicente, periodista especializado en deportes de motor, opina que en el automovilismo actual la relevancia de un piloto depende en un 60% de un interés económico y en un 40% de su talento. 
Es el deporte más caro. Para poder competir, un piloto necesita patrocinios o un mecenas.
Pero las marcas invierten en deportistas carismáticos que atraigan mercados comerciales redituables.
Por eso la nacionalidad pesa.
Si Santiago quiere seguir corriendo tiene que convertirse en un buen personaje. "Para un uruguayo este es el deporte más ingrato. Lo más probable es que su carrera se base en hacer y pedir préstamos".
Aunque corrió en cinco categorías, este piloto todavía no ganó un sueldo.

El valor que las empresas creen que tiene Santiago, está marcado en su antiflama, el traje que viste como una segunda piel. Se destacan los logos de Ancap, BSE, Antel, Nativa y de empresas de su ciudad como Agro Lavalle y Fadisol.

—¿Santiago es joven para sus logros?

—No. Cada vez bajan más la franja etaria. Hoy hay pibes de 17 años corriendo en Fórmula 1. Con 21 ya sos viejo.

—¿Por qué es importante lo que está logrando?

—Porque ningún otro piloto uruguayo jamás llegó tan lejos.

—¿Qué necesita un piloto para triunfar?

—Talento, coraje, un espíritu de sacrificio indomable y muchas ganas de dejar todo de lado. Eso hace Santiago desde los 15 años.

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Cuando los autos todavía eran un juego, Santiago pasaba la mayor parte del día en la escuela, con sus abuelos, y practicando deportes con amigos en Miguelete. Un pueblo ubicado a 10 km de su hogar, que no supera los mil habitantes y fue fundado hace cinco generaciones por inmigrantes de los Valles Valdenses del norte de Italia. Su madre los define con tres características: casi todos son músicos, prefieren las comidas a base de dulces y los fines de semana van a ver carreras. En la jerga del ambiente, es un pueblo "tuerca". Santiago recuerda que cada domingo se levantaba con un zumbido en los oídos. Su padre corría en cachila y dos tíos en motocross. Las pasiones casi nunca llegan por casualidad.

Cuando regresa a Uruguay, Santiago vuelve a sus inicios competitivos y  practica motocross.
Cuando regresa a Uruguay, Santiago vuelve a sus inicios competitivos y  practica motocross.

Pablo Planchón es uno de sus primeros seguidores. Es chapista en Miguelete y amigo de la familia. Fue el copiloto de su padre en la cachila. En una repisa de su taller tiene un trofeo que ganó en los Emiratos Árabes durante una premiación de lujo que vio por internet. El casco que pintó para Santiago fue elegido el mejor de la GP3 en 2014.

"Mientras hablamos lo estoy viendo en una foto", dice. Es de la primera carrera de karting y está autografiada con letra de niño. "Todos corrían con autos rojos y cascos blancos. Lo queríamos identificar, así que le pinté un casco con los colores de la bandera uruguaya y al auto le hicimos un diseño. Santi me pidió que le dibujara llamas de fuego", agrega con cariño.

Desde hace 14 años Santiago corre con el mismo amuleto.
Para la carrera en Laguna Seca, Pablo le hizo un casco especial, incluyendo las plumas que Gonchi usaba en el suyo.
El 12 de setiembre Santiago iba segundo. Su rival se salió de la pista en la última vuelta, en "la curva del sacacorchos", la misma en la que falleció Gonzalo. Santiago se coronó campeón. 

—¿Sos religioso?

—Sí, desde que corro creo mucho en Dios.

—¿Qué opinás de lo que pasó en la curva de Laguna Seca?

—Yo sabía que si Gonchi estaba ahí iba a estar acelerando conmigo, -dice con una sonrisa enorme.

María Fernanda Rodríguez siguió vinculada al automovilismo luego de la muerte de su hermano. Durante ocho años viajó invitada a tres carreras anuales de la Fórmula 1. Lo hacía para recaudar fondos para la fundación. "En las gradas me quedaba dormida. No sé cómo, con tanto ruido". A Santiago lo conoce desde que empezó a correr. Su familia le pidió varios consejos. Cree que lo que sucedió fue una cachetada, una enseñanza de que el rencor no sirve y de que la vida da nuevas oportunidades. Esta vez no se quedó dormida y festejó la victoria.

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Otro de los puntales esenciales de esta historia es Jesús Chalela, presidente de la Sociedad Uruguaya de Psicología del Deporte. Fue junto al doctor Jorge Mota el encargado de asesorar y prevenir emocionalmente a los Urrutia desde que Santiago decidió, a los cinco años, que su vida sería una pulseada motorizada que cambiaría las prioridades de la familia.

Santiago Urrutia celebrando una victoria.
Santiago Urrutia celebrando una victoria.

El automovilismo es un deporte en equipo que te enseña a estar solo. "En el auto el único que toma las decisiones sos vos", explica Santiago. Por eso no se puede perder la concentración. En las primeras sesiones Chalela le enseñó técnicas de respiración y relajación que aplica hasta el día de hoy mientras espera la largada, el momento más tenso, "porque ahí es cuando podés chocar y quedar afuera".
Gracias a tantos años de terapia, Santiago aprendió a lidiar de una manera admirable con sus frustraciones, pero le cuesta asimilar la derrota cuando el error es mecánico. "Es así desde niño", sostiene.

Le cuento a Chalela que le pregunté a Santiago si con tantas responsabilidades todavía se sentía joven. Y que me dijo que sí, que a veces mira una película de Disney en la tele.

—Lo que pasa es que en este tipo de deportes la adolescencia pasa volando, -responde riendo, como si se tratara de la gracia de un nieto.

Santiago nunca fue a un concierto. Faltó a casi todas las fiestas de 15 a las que estuvo invitado. Aprendió a cuidar su imagen en las salidas nocturnas. Tenía 14 años cuando después de lograr los mejores tiempos en un mundial de karting en Portugal, firmó un contrato con un equipo italiano. Se mudó solo al campo de Italia. Dormía en una fábrica donde trabajan los mecánicos. Hasta ese momento, ni siquiera estaba acostumbrado a tenderse la cama.

—¿Cómo te sentiste cuando decidió viajar?

—Él estaba decidido y nosotros lo apoyamos, -explica Claudia, la mamá. Pero sufrió mucho y no nos decía nada. Tiempo después nos enteramos de que los mecánicos le robaban plata, que lo hacían cocinar y limpiar, y que muchas veces lo dejaban solo.

Tiene una rutina de entrenamiento de lunes a viernes. El peso y la altura de un piloto es fundamental para poder ingresar en el auto y competir en buenas condiciones.
Tiene una rutina de entrenamiento de lunes a viernes. El peso y la altura de un piloto es fundamental para poder ingresar en el auto y competir en buenas condiciones.

Para manejar las redes sociales Santiago recibe la ayuda de su tío Nicolás, que confirma a las carcajadas que su sobrino es uno de los jóvenes más herméticos que conoce y que solo lo vio emocionarse con noticias vinculadas a los autos. Juntos lograron reunir a casi 45.000 seguidores en una cuenta de Facebook. Las fotos y los comentarios los escribe Santiago.

—¿Tiene admiradores?

—Sí. Sobre todo un señor mayor que a cada post responde de una manera que nos gusta: "cuidate mucho, saludos". Ya me puse en contacto con él y Santiago lo va a llamar para hacerle un regalo.

—¿Por qué?

—Porque es un chiquilín que necesita sentirse querido.

Santiago conserva a los mismos amigos con los que creció. Explica que en este ámbito es difícil llevarse bien con otros. "Yo no tengo problema en saludar, pero no me quiero hacer amigo de nadie porque después lo puedo chocar en la pista y eso genera un roce".
La amistad en el automovilismo es tan delicada como los chasis de los autos, que impactan y vuelan por los aires.

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Hace un año Santiago no tenía futuro entre los autos. La falta de dinero le había jugado una mala pasada en la GP3, una fórmula europea demasiado competitiva para un piloto de un país tercermundista. Mientras sus compañeros corrían tres carreras por mes, Santiago participaba de una cada 20 días. Por más prácticas que hiciera en un simulador, la pista es otra cosa. Él lo explica así: "la carrera que gané en Laguna Seca duró media hora. Fueron 100 vueltas en óvalos. En el auto la temperatura era de 43°; cuando me bajé había perdido cuatro kilos".
Nelson Vicente lo grafica aún más: "en una pista recta llega a correr a 300 km/h, pero para doblar en una curva baja a 80. Todo esto en cuestión de segundos. Imaginate lo entrenado que tiene que estar su organismo para soportar esos cambios de presión".

SABER MÁS

De lunes a viernes: un entrenamiento sin pausa.

En su niñez, el médico y el psicólogo decidieron que para que no perdiera el lado lúdico, durante los veranos aprendiera nuevos deportes. Le enseñaron a nadar en un arroyo y compitió en handball. Su tío dice que solamente es malo jugando al fútbol. En la adolescencia la exigencia cambió. Urrutia tiene una rutina de entrenamiento en gimnasio y con simulador, constante. Muchas veces a base de bicicleta.

Pero en febrero pasado ocurrió un milagro. Durante la Carrera de campeones que organiza Fox Sports, Santiago sobresalió. En uno de los palcos lo observaba el piloto chileno Eliseo Salazar, el único de su país en competir en la Fórmula 1. Invitó a los Urrutia a cenar y le aconsejó probarse en los campeonatos estadounidenses. Lo puso en contacto con el equipo Team Pelfrey para competir en Pro Mazda.

Santiago pasa estos días en Uruguay atento a su reloj. Tiene hasta fin de mes para obtener los auspicios que le permitan cumplir con el campeonato en Indy Lights. Si lo consigue, y le va bien, ascenderá a la fórmula máxima: IndyCar.
Entonces podría empezar a cobrar.
La constancia competitiva en una misma categoría podría darle además, la atractiva novedad de tener un rival, como las principales figuras de este deporte.
Esta vez, llevaría su valija hasta Indianápolis, una ciudad fierrera y fresca. Ese es el único detalle: a Santiago no le gusta la nieve.

Bosteza. En 15 minutos tiene una reunión en el Banco de Seguros. Mientras se aleja se me ocurre hacerle una pregunta obvia, si nunca le tuvo miedo a la velocidad. Me mira sonriente. "Nunca", dice con los ojos llenos de brillo. Se aleja y lo veo bajando la escalera dando pequeños saltos.

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