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Victoria Rodríguez: Anfitriona de Oro

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Victoria Rodríguez. Foto: Darwin Borrelli

#IRIS2018

La conductora de Esta Boca es Mía es la última ganadora del Iris de Oro. La próxima semana oficiará de maestra de ceremonias de un bloque de la nueva edición de la gala y entregará la estatuilla a su sucesor. Entrevista a la comunicadora dorada.

Victoria Rodríguez hizo historia el año pasado. Se convirtió en la segunda mujer en recibir el Iris de Oro, el máximo premio del espectáculo uruguayo. Antes de ella, solamente lo había conseguido China Zorrilla. Este año regresa a la gala en la que aspira a sumar otra estatuilla, y oficiará de maestra de ceremonias junto a otros destacados comunicadores.

A una semana del evento, se despoja de su rol de moderadora de Esta Boca es Mía y se mete en el debate para una entrevista con Sábado Show. Se pregunta dónde están los resultados de la justicia social que prometió el Frente Amplio, critica al nuevo movimiento feminista y lamenta que la Teletón no se haya renovado con los años. “Tengo un ganglio inflamado. Estoy segura de que son palabras atoradas”, dice. Aquí las deja salir.

Victoria Rodríguez. Foto: Darwin Borrelli
"En la terna de las conductoras, se eligen algunas porque suelen tener mayor visibilidad en los medios, pero eso no significa que trabajen mejor". Foto: Darwin Borrelli

—Vas a ser una de las conductoras de los Premios Iris el próximo sábado, ¿qué importancia le das a este tipo de eventos?

—Son instancias muy simpáticas, más allá de si uno gana o no. Los Iris se han instalado como "los premios" y es la única ocasión de los medios de comunicación a la que todos concurrimos. La asociación con Enjoy Punta del Este también le da un marco súper atractivo, me encanta ver que la gala adquiere cada vez mayor relevancia. ¡Casi que nos creemos que estamos en la ceremonia de los Oscars rioplatenses! (Risas). Todos nos hacemos el favor de creernos que es nuestra gran noche. Después cada uno le da la trascendencia personal al hecho de ganar o estar nominado.

—¿Cuánta trascendencia le diste a recibir el Iris de Oro el año pasado?

—Recibir el Iris de Oro fue muy impactante. Uno lo asocia a una distinción superior, vinculada a toda una trayectoria más que a un momento puntual de la carrera. Nunca me imaginé que me iba a tocar. Pero también por los años que llevo en esto sé que los premios no son garantía de nada. Si uno cree que ganar un premio asegura permanencia laboral o respeto indiscutido del público o de colegas va muerto. Yo lo tomo como un lindo mimo al alma y un mensaje de "vas bien, nos gusta tu trabajo".

—En el momento que recibiste el Iris deslizaste una crítica a la premiación y planteaste que allí hay mucho talento "invisibilizado". ¿A qué te referías?

—A que habría que prestar más atención a otra gente para que el premio sea más democrático. En el caso de las conductoras, por ejemplo, siempre estamos las mismas. Se destacan ciertas figuras porque por algunas razones suelen tener mayor visibilidad en los medios, pero eso no significa necesariamente que trabajen mejor. En ese sentido me alegré de ver caras nuevas este año en algunas categorías.

—Esta Boca es Mía está cerca de su décima temporada, ¿cómo es tu lectura sobre el proceso que atravesó el programa con el correr de los años?

—Arrancamos debatiendo "zucchini sí o zucchini no" y después se transformó en un programa de temas sociales. Hoy es un ciclo de actualidad y un verdadero trabajo de equipo. Los panelistas juegan un rol fundamental. Pero también hay piezas que son clave en la producción: Tania Melgar, Diego Travieso y Guillermo Amoroso. Cada uno aporta lo suyo y hemos ido creciendo juntos. Claro que en estos años nunca faltaron las pujas internas por la elección de temas, panelistas y otras cuestiones porque no siempre los intereses de quien conduce coinciden con los de la producción y con los de la empresa. Compaginar los intereses muchas veces es difícil. Me he agarrado la cabeza cuando se repetían temáticas que hubiese preferido no repetir, o cuando prefería marcar agenda en lugar de seguir la agenda. También me costó en su momento que se pudiera conformar un panel más equilibrado entre gente de izquierda y de derecha. Pero ahí vamos, siempre atentos a tratar de mejorar.

—¿Extrañás a algún panelista en particular?

—Extraño mucho al Turco Abdala y a Eleonora Navatta.

Victoria Rodríguez. Foto: Darwin Borrelli.
Multifacética. Victoria no solo tiene una amplia carrera en televisión. Alcanzó varios éxitos como actriz teatral y se luce como artista plástica. Foto: Darwin Borrelli.

—¿Siempre has hecho lo que tenías ganas de hacer en los medios?

—Si uno es un empleado de un medio de comunicación no siempre tiene la suerte de poder decidir lo que quiere hacer. Por encima de uno están los intereses comerciales de la empresa y las tendencias del mercado. Sentir que uno hace lo que realmente quiere hacer es un privilegio. Yo tuve esa sensación en muchos momentos de mi carrera. Hoy también lo siento así.

—En tu carrera pasaste de ser la conductora de programas livianos a la referente del ciclo de debates de mayor permanencia en televisión. ¿Cómo evaluás esa transformación a la distancia?

—Es un tema de decisiones y de timing cuando uno piensa en hacer una carrera. Construir un perfil forma parte de esa ecuación entre las decisiones y las oportunidades. Aposté a salir de un perfil liviano y superficial para meterme en cuestiones más comprometidas. Valió la pena. Pude. Por supuesto que va a haber mucha gente que va a seguir pensando que Victoria es la que andaba de pareo en las playas de Punta del Este viviendo en un tupper.

—¿Y aquella también eras vos?

—Claro, y a mucha honra. En algún punto todo lo que uno hace tiene que ver con uno. Todo tiene su etapa. Yo nunca viví en un tupper, pero entiendo que la imagen que proyectaba era esa. Conocía un lado de la vida, y después fui abriéndome a conocer otros. Es el poder transformador de los hechos sobre una persona. El contexto en el que uno nace permite interpretar el universo que lo rodea, pero si uno se mueve de ahí la interpretación cambia. Por suerte pude hacer ese cambio por elección, pero no reniego de lo anterior.

—¿En qué cambiaste?

—Más que cambiar, fui viviendo. Ampliando conciencia. Profundizando en la naturaleza del ser humano. Me metí de a poquito en el acontecer político nacional. Primero como ejercicio y luego ya como necesidad. Se trata de irse convirtiendo en un receptor más criterioso y cuestionador del discurso público general.

—¿Qué es lo que más te preocupa de la sociedad que se ve reflejada en el programa?

—Me da mucha lástima la radicalización. Perdimos la capacidad de escucharnos. Hay alguien de una ideología política que dice A, pero el otro escucha B porque tiene los prejuicios de la otra ideología. Eso pasa en los dos lados. Y los que pretendemos ser menos extremistas y aceptar que hay matices también somos enemigos públicos, porque los radicales están esperando que opinemos como ellos. Hay palo para todos lados. A mí no me gusta que me avasallen y me lleven a los ponchazos. El adoctrinamiento me rechina.

—¿Esos dos polos están a la par en el debate o se está imponiendo un pensamiento único progresista, como advierten periodistas como Haberkorn o Sotelo?

—Cuando hablo de adoctrinamiento me refiero al maldito discurso de lo políticamente correcto. Hoy está delineado por la ideología del partido político que tiene el aparato de poder. Nada nuevo. Todos los tiempos tienen su propia dimensión de lo que se entiende por "políticamente correcto". ¡El problema es que no pueda contradecirse sin pecar de hereje!

—¿Considerás que el gobierno alienta esa polarización?

—El gobierno en tanto conformado por oficialismo y oposición, claro. Ellos hacen de la política un juego bastardeado. ¿O acaso los políticos dan el ejemplo de poder entenderse para construir? El juego político partidario que llega a la deshonestidad intelectual sin duda genera polarización en la sociedad.

—¿Te has reservado opiniones para no ser etiquetada como "facha" o "progre"?

—Me reservo opiniones, pero eso tiene que ver con mi rol de moderadora del programa. Tengo un ganglio inflamado hace un mes. ¡Estoy segura de que son palabras atoradas! (Risas) A esta altura ya no me condiciona lo que puedan decir de mí por una opinión, sino que me condiciona mi propio sentido de responsabilidad. Igualmente hay días que leo que me vendí a la "izquierda internacional", como si fuera una organización con sede en algún lado. Y en el mismo programa leo que me dicen "¿qué querés de esta facha, derechista, amiga de no sé quién?". Si se me puede llevar a los dos extremos significa que voy bien.

—¿Cómo te definís ideológicamente?

—De centro.

—¿Siempre fue así?

—Tradicionalmente voté a los blancos y colorados, y en el 2004 le di la oportunidad al Frente Amplio. Entendí que había un área de justicia social que no estaba siendo contemplada. No me pueden achacar la ceguera del fanático.

—¿Te desilusionaste del Frente Amplio?

—Sí, en muchas cosas. Si bien algunas se hicieron bien y en su esencia la base programática del Frente Amplio tiene objetivos muy nobles, está el tema de las personas que llevan adelante esas ideas. Muchos actores políticos trascendentes han buscado justicia social desde el resentimiento y el prejuicio. Creo que eso le hizo daño a la sociedad. Subrayó la grieta. ¿Y dónde están los resultados de estos 12 años de gobierno en lo que tiene que ver con políticas sociales? Más que algún que otro ensayo asistencialista, ¿dónde quedaron todas las promesas? Hasta ahí, podría ser una pregunta que se le puede achacar a todos los partidos que pasaron por el gobierno. Pero el Frente Amplio tiene el agravante de haber sido oposición durante años y haberse embanderado de una supuesta "moral superior" que no se nota en los hechos.

—¿Cómo ves a los nuevos movimientos feministas que han militado, por ejemplo, por la legalización del aborto en Argentina?

—Yo voté a favor de la ley de salud sexual y reproductiva. En el capítulo que remite al IVE, había una injusticia que rompía los ojos y había que solucionar. Antes, si tenías plata, abortabas en otro país y volvías "regia", pero si eras pobre, terminabas en una clínica clandestina y por ahí "no volvías". Voté a favor para que no se siguieran muriendo mujeres pobres por esto, pero no porque crea que la mujer tiene el derecho absoluto sobre su cuerpo aun cuando lleva una vida dentro. Eso me parece de una soberbia sideral, discrepo de acá a Estambul. Si una chiquilina que es criada en una familia con buenos recursos, con educación, cariño y contención, queda embarazada es una pelotuda. Que se haga cargo. Distinto es una que no tiene contención familiar y nunca recibió educación básica. Lejos de coincidir con las feministas que salen orgullosas a la calle porque en Uruguay el aborto es legal, a mí es una ley que me da mucha vergüenza. Significa que el Estado falló en educación sexual, en prevención, y en atención a la infancia y adolescencia.

—¿No te considerás feminista entonces?

—No puedo serlo por estas cosas. Comparto 100% la lucha histórica de mujeres por igualdad de oportunidades y la lucha contra la violencia de género. Me siento identificada con el feminismo de antes, pero no con el de hoy en día que se radicalizó y refleja más una lucha por poder y dominio que por igualdad y equidad. El feminismo en su expresión radical de hoy, podría parecerse al machismo de ayer. Mismo perro con distinto collar.

—¿Lo políticamente correcto admite que una mujer no se declare feminista?

—Seguramente no, ¿y? Tal vez no marcho, pero sí me comprometo. Soy de esas. Lo hago desde mi rol como profesional y como persona. Muchas saben que en más de una oportunidad he rescatado a mujeres en situación de violencia doméstica. Desde refugiarlas en mi casa hasta contactarlas con las ONGs dedicadas al tema. Y creo que en mi propia vida, en el acierto o en el error, he sabido luchar por lo que quiero, ganarme la vida e ir para adelante. Hay mucha gente que critica a los demás y debería lavarse la boca antes.

—¿Qué lugar ocupa el amor de pareja en tu vida?

—Me había olvidado de lo enriquecedor que era compartir. Yo estuve muchos años sola. Ahora estoy hace más de tres años en pareja y comparto proyectos, buenas noticias, malas noticias. Sentir que hablo el mismo idioma con alguien y que esa persona está ahí es muy importante. Él (Philippe Pinet) se da cuenta cuando vengo cargada y sabe desintoxicarme. Me siento muy querida. Estar en pareja, sin dudas, enriquece muchísimo la vida.

—¿De qué forma lo cautivaste al inicio de la relación?

—Soy una persona muy poco convencional en mi estructura mental y en mi vida cotidiana, aunque no lo parezca por la imagen que puedo proyectar en los medios. Él es más organizado y estructurado que yo, entonces hubo algo de desfachatez en mí que sé que lo sedujo. Hoy me adora por eso, pero mañana capaz que eso mismo le parece un caos y me deja...

—¿Se va a realizar la Teletón este año?

—Tengo entendido que sí.

—¿Por qué creés que no se llegó a la recaudación esperada en las últimas ediciones?

—Debemos haber fallado en varios puntos. No sé si fue por la realidad del país porque en plena crisis del 2002 llegamos a lo esperado. No se explica por ahí. Fueron muchos años de no innovar, de no apostar a algo diferente. También ha hecho cierta mella el discurso anti Teletón por parte de algunos actores políticos del oficialismo que cuestionan la exoneración impositiva de las empresas que donan o el espíritu de abordaje a la discapacidad que hace la Teletón. Son dos temas absolutamente debatibles. Hay que analizar esos puntos. No se puede pensar que estamos por encima de todas las críticas.

—Para cerrar, ¿cuál es tu visión sobre la crisis que atraviesan los medios de comunicación?

—Voy a ver si sigo pintando (risas)… ¡No tengo que aflojar ahí!

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