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Verónica Mato: "Cuando habla una mujer en el Parlamento, hay más murmullo"

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Verónica Mato. Foto: Leo Mainé

NOTA DE TAPA

Hija del detenido desaparecido en dictadura Miguel Mato, la diputada de 43 años por el Frente Amplio habla de sus inicios en la política y en el arte.

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La legisladora del Frente Amplio tiene formación actoral y como dramaturga. Seguirá en ese rol artístico una vez que reabran los teatros. Hija del detenido desaparecido en dictadura Miguel Mato, la diputada de 43 años habla de sus inicios en la política y en el arte. Da su versión sobre el enfrentamiento con Martín Lema y explica por qué borró un chiste en Twitter.

—Sos actriz y dramaturga, ¿cómo te iniciaste en el mundo del teatro?

—Había estudiado Arquitectura; llegué hasta cuarto año de la carrera y trabajaba como ayudante de arquitecto. Pero luego me encontré con otra vocación. Comencé haciendo un taller de teatro a los 25 años. Ya era madre; mi hijo (hoy de 20 años) tenía dos en ese momento. Cuando descubrí el teatro, me dije: “Es por acá, es mi camino”. Y así fue. Hice dos años del taller del teatro del Circular, luego ingresé a la EMAD (Escuela Municipal de Arte Dramático) tras haber aprobado el examen de ingreso. Más tarde sentí la necesidad de escribir y concurrí a talleres con el dramaturgo argentino, Mauricio Kartun. Apliqué para una beca en Fondos Concursables (MEC) para estudiar con él en Buenos Aires y lo hice. Actué, escribí y dirigí varias obras.

—¿La militancia política es anterior o vino después de la actuación?

—La militancia no necesariamente es partidaria. Comencé a militar a los 18 años en el grupo “Hijos uruguayos de detenidos desaparecidos”. Luego la agrupación se disolvió. Cuando tuve a mi hijo y al mismo tiempo trabajaba y estudiaba, dejé un poco de lado la militancia, pero seguí vinculada a grupos relacionados con memoria. En 2018 comencé a militar en política partidaria a partir del grupo “18 de agosto” con gente del cooperativismo, la cultura, el feminismo y lo que nos reunió fue el respaldo a la precandidatura de Oscar Andrade, en el entendido de que él resignificaba la importancia de las organizaciones sociales y de las bases del Frente Amplio. Así milité para la interna y seguimos durante toda la campaña.

—¿Cuánto te aporta la formación actoral en el rol de legisladora?

—Lo que permite el teatro es la capacidad de flexibilidad y de ver las cosas desde otro lugar para generar empatía. No me interesa poner un termómetro para ver quién es más sensible, pero los artistas tenemos la capacidad de ver más allá de ciertas situaciones y de ponernos en el lugar del otro. Ese es un aporte. También algo importante para la política que viene del teatro es que uno no le tiene miedo a la gente. Una de las cosas que más me gusta es ir a los comités o a actividades con gente, a hablar y a escuchar, sobre todo. 

—Respecto a tu intervención que dio mucho hablar y generó que Martín Lema la interrumpiera por razones reglamentarias, ¿cómo se originó? ¿Por qué hablar de ese tema? ¿Ese día?

—Los diputados se anotan para la media hora previa y no sabés cuándo te va a tocar. Yo me anoté el 10 de marzo y me tocó hablar el 2 de junio. Siempre tuve claro que iba a hablar de la mujer: la realidad del Uruguay es muy dura en ese sentido. Todas las semanas tenemos noticias de violencia de género, con mujeres asesinadas en manos de hombres. Es un tema urgente. Soy presidenta de la Comisión de Derechos Humanos y como legisladora, asumí el compromiso de la defensa de los derechos de las mujeres, así como de niños, personas con discapacidad o adultos mayores. Pero eso día me parecía importante focalizar en la mujer. Una semana antes, además, me había reunido con una persona de Naciones Unidas en Uruguay y una de las cosas que le dije, en función de mi corta experiencia parlamentaria, es que notaba que cuando hablaban legisladoras mujeres eran menos escuchadas que los varones.

—¿Por qué lo decís?

—No me considero la dueña de la verdad. Pero cuando habla una mujer en la Cámara hay más murmullo y más distracción. Yo invito a que la gente lo observe. El Día de la Mujer ejercí la Presidencia de la Cámara, porque Martín Lema tuvo la gentileza de cedérmela, y en esa jornada pude evidenciar claramente la diferencia. Hablaron muchas mujeres y yo tuve que pedir varias veces silencio. Partiendo de la base de la baja representación que hay en el Parlamento, era una oportunidad para que las mujeres hablaran y fueran escuchadas. No sucedió. Y no tiene que ver con partidos porque ha pasado con compañeras de otros partidos.

—¿Por esa experiencia lo planteaste en términos generales?

—Sí. Yo soy bastante cuidadosa con las palabras. Me gusta escribir lo que voy a decir, lo que me ayuda con el tiempo, algo que tiene que ver con el teatro. Sé además que no se puede incurrir en alusiones personales a nadie. Por eso lo escribí así, siendo cuidadosa pero también diciendo lo que quería decir.

—Otro de los pasajes delicados fue cuando preguntaste: “¿Cómo se sienten cuando varones como ustedes ejercen violencia física y sexual?”…

—Me gusta llamar a la reflexión, haciendo preguntas. La forma apelativa en el discurso es movilizante. Yo no pienso ni creo que alguien por ser varón sea violento. Se ha trabajado mucho el tema de violencia para que las mujeres tomen conciencia de sus derechos y no naturalicen ningún tipo de violencia. Pero creo que hay que trabajar con los varones en general para comprendan ciertos “micromachismos”. No es que el varón sea consciente de esa situación pero culturalmente está y la gente lo ejerce.

—¿Al “micromachismo” atribuís lo murmullos en la Cámara?

—Puede ser. No creo que sea una mala intención de parte de los varones, pero está instalado así y se naturalizan esas y otras cosas. Como hace poco que estoy en el Parlamento, veo ciertas situaciones que no son naturales para mí. Entonces me pareció que era algo que se tenía que decir.

—El argumento de Lema es que esas apelaciones no serían reglamentarias en la media hora previa por “hirientes” y porque si alguien quisiera responderlas, no puede. ¿Es malo el reglamento en ese punto?

—Yo invito a la gente a revisar otras medias horas previas y a nadie le aplican el reglamento. El caso más claro, el de (Guido) Manini Ríos hace unas semanas. Muchas personas podrían haberse sentido heridas o con argumentos para rebatir lo que dijo sobre la Justicia (en los procesamientos a militares) y sin embargo, lo dijo.

—Beatriz Argimón le llamó la atención.

—Sí, pero él terminó de decir lo que tenía para decir. Más allá de ese caso, hay muchos otros ejemplos de discursos que son alusiones a otras personas y nadie les dice nada. De hecho, yo siento que lo mío fue de “Frutillita” al lado de otros casos. Fui muy cuidadosa con las palabras.

—¿Pero no te pareció ofensivo pedir una identificación de los hombres en general con los hombres violentos?

—Eso es algo que hemos hablado con mi hijo, que es escritor y estudiante de letras. Le he dicho que me resulta raro que los varones no sientan empatía con otros hombres. Por ejemplo, los que están presos. Con las mujeres pasa que nos preocupamos cuando hay una mujer privada de libertad, o en situación de calle. Enseguida preguntamos si tiene hijos y cómo podemos ayudar. No entiendo cómo los varones no son sensibles con lo que le pasa a otros varones. Hay menos conciencia colectiva, cosa que sí sucede con las mujeres, a lo mejor porque hemos estado en la historia en una posición menos favorable y nos unimos. Yo llamaba a pensar en eso, sin tratar de molestar a nadie.

—Luego del episodio, ¿tuviste respaldo de tus colegas legisladoras?

—Sí, me sentí muy respaldada por toda la bancada del Frente Amplio.

—Fue tema de las redes sociales y de los medios, con voces a favor y en contra. ¿Qué te queda de las repercusiones?

—Yo escribí una obra sobre Blanca Luz Brum y un momento el personaje decía: “Las mujeres son conocidas por ser la esposa de, la madre de o la hija de...” Cuando empecé como diputada, lo que se dijo fue: “Es la hija de un desaparecido”. Ahora con lo sucedido con Lema, pasé a ser “la que se peleó con”. No me retienen por lo que yo construya, sino por lo ocurrido con otra persona. Sería bueno que las mujeres destacaran por su trabajo, no porque un varón las calla o porque son esposas de tal o hijas de cual, sino por ellas mismas. Eso es lo negativo. En cuanto a lo positivo, me pareció importante que se vitalizara el texto y mucha gente sintió empatía con lo que dije o iba a decir.

—Entre las repercusiones, apareció un listado de las veces en que obtuviste Fondos Concursables durante el gobierno anterior, ¿qué respuesta darías a eso?

—Es difícil lidiar con las mentiras en las redes. Por suerte, el Frente Amplio desarrolló políticas de fomento a la cultura. Yo me presenté 800 veces a Fondos Concursables y 800 veces perdí hasta que en un momento gané. Encontré la forma, y eso es un aprendizaje, de presentar los proyectos. Pero gané y perdí como todo el mundo. Ni siquiera se puede decir que era frenteamplista porque no estaba afiliada al FA en ese momento. Todo los proyectos que presenté, los presenté como artista. 

Verónica Mato. Foto: Leo Mainé
Estilismo: Dani Pauletti. Vestuario: Mandinga. Make up: Paula Melgar. Foto: Leo Mainé

—Sos activa en redes, ¿respondés a todo?

—El paso a ser diputada implicó también cambios en ese sentido. Antes ponía chistes en Instagram y ahora obviamente no lo puedo hacer. No respondo. Tampoco leo los comentarios porque en Twitter, por ejemplo, si uno se pone a responder todos los comentarios, quedás psiquiátrica. Hay gente que dice cosas tremendas. Además, yo no creía en los bots y trolls, pero existen. Me gusta hablar con personas reales.

—La semana pasada hiciste un chiste sobre el “dealer de Luis” y luego lo borraste, ¿por qué?

—Porque no se interpretó como yo quería. Jamás utilizaría palabras hirientes contra alguien que reviste una investidura. Eran de público conocimiento determinados audios, todo el mundo los escuchó y nadie dice tal Luis es este Luis. Hice el chiste por lo que “se comenta” y lo borré por las malas interpretaciones.

—¿Por qué crees que se ha demorado el regreso a la actividad en teatros y otros ámbitos culturales? A tu juicio, ¿hay una especie de revancha porque la mayoría de los actores culturales se expresaron en campaña a favor del Frente Amplio?

—Yo no había pensado en eso. Soy una persona muy positiva y no creo en la maldad. Conozco a la directora de cultura del MEC, Mariana Wainstein y me parece una gran profesional. No creo que ella piense eso. En todo caso, es una situación que la supera. El otro día fui a una actividad y mucha gente de la cultura me dijo: “Sentimos que esto es una represalia”. De verdad que yo no lo puedo creer porque de ser así, sería una enorme maldad injustificable. Sería horrible dejar a personas sin trabajo por haber dicho a qué partido votaban. Pero en la cultura muchos lo piensan. Con la bancada de diputados del Frente Amplio presentamos una batería de proyectos que incluye un salario mínimo para los trabajadores de la cultura porque nos parece una verdadera urgencia. Ojalá los legisladores del gobierno sean sensibles con este planteo.

—¿Vas a seguir con tu trabajo artístico?

—Sí. Este año tenía prevista una temporada como actriz. Aunque el Covid-19 y las medidas sanitarias, impidieron que eso se concrete. Por el momento no se sabe cuándo reabren los teatros, así que es imposible una planificación. Tenía dos reposiciones como actriz y el estreno de una comedia para el segundo semestre. Habrá que ver luego en qué momento vuelve la actividad para reprogramar el regreso a los escenarios. Pero voy a seguir, sí.

—¿Usás lenguaje inclusivo?

-El lenguaje es algo variable. Si uno analiza la historia del lenguaje, va cambiando. A su vez, el lenguaje construye realidad. Cuando uno nombra algo, lo está significando. El lenguaje inclusivo es necesario. Trato de usarlo porque me parece que incluye a todos, todas y todes pero no me siento atada. Es como todo aprendizaje: si en una conversación no me sale, tampoco me castigo con eso. Creo que es algo que tenemos que incorporar todos. ¿Viste? Digo “todos” automáticamente. Pero hay colectivos que piden ser nombrados y que sienten que en el “todes” estamos realmente “todes” incluidos. Eso hay que respetarlo.

—¿Hay una contradicción entre ser feminista y coqueta?

-Yo diría que no. Una mujer se tiene que querer o cuidar para sí misma. Cada una sabe lo que es cuidarse y quererse. A alguna le gustara pintarse los labios, otra tendrá ganas de depilarse y otras no. Eso no te hace más ni menos mujer, ni más ni menos feminista. Los estereotipos de género los construyen los otros. Lo más importante es que una mujer sea libre para tomar la decisión y que no sea otro el que diga “te tenés que depilar” o “maquillar”. Creo en la libertad total de las personas y eso que parece tan fácil, no lo es. Porque a veces la sociedad impone. El feminismo trata de luchar para que las mujeres tengan la posibilidad de elegir por su cuerpos y que nadie te diga qué es ser linda.

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