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Triángulo

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Vuelven a compartir escenario en Doña Flor y sus dos maridos. Fotos: Carlos A-Cámara

Nacho Cardozo vuelve a dirigir a Franklin Rodríguez, Adriana Da Silva y Leonardo Lorenzo en Doña Flor y sus dos maridos (Jorge Amado). La obra se exhibe los sábados y domingos en el Teatro del Notariado. En la siguiente nota, los actores y el director hablan sobre este nuevo proyecto que los reúne. 

En los camarines se conversa mucho y Nacho Cardozo saca provecho de ello.Al director, actor y coreógrafo le tocó hacer una suplencia en Diez maneras de ser un hombre hace un par de años y escuchó tras bambalinas que Franklin Rodríguez, Adriana Da Silva y Leonardo Lorenzo tenían ganas de hacer un espectáculo juntos, entonces los unió para Los hombres no mienten, obra que dirigió en 2014. En otro diálogo de camarines el trío repitió, ‘sigamos haciendo proyectos juntos, busquemos algo que nos divierta’. Franklin les propuso Doña Flor y sus dos maridos y todos se entusiasmaron.

A Nacho le pareció genial la idea y en seguida vio a Franklin en la piel de Vadinho y a Leo en el papel de Teodoro. Conoce a ambos actores y estaba seguro qué rol le calzaría mejor a cada uno, "por una cuestión de tono, por las características personales, por oposición y méritos inclusive entre ellos dos, para que la química estuviera y el triángulo terminara con ella (Adriana Da Silva)".

Entonces le cayó con toda la artillería, si estás decidido a hacer esto sabrás que Vadinho pasa gran parte del espectáculo sin ropa, ¿te animás? La respuesta de Franklin fue sí. "Sabía que la obra era así. No pongo mucho peros en eso. Si me llega una propuesta de esas o hacer una obra de dos hombres, no tengo problemas en aceptar si me gusta el texto y quiero hacerla porque soy un profesional. El desnudo tampoco es un problema, no es algo que me traume, me traumó más desnudarme frente los compañeros en una primera instancia, pero después ante el público no", comenta. El actor se ríe al contar que varias mujeres lo esperan a la salida del Notariado para sacarse fotos. Es que este Vadinho es un tipo querible así que Nacho puede decir, misión cumplida ya que era lo que pretendía, que el público femenino se fuera diciendo, ¡ay, qué divino!

El trío de actores y el director de Doña Flor y sus dos maridos se explayaron sobre el desnudo, aunque se encargaron de aclarar que no es lo único que sucede en escena: el eje está puesto en el erotismo, la sensualidad, el amor, la pérdida, el duelo y sobre todo en conservar la esencia de ese tinte brasileño y más precisamente oriundo de Bahía, que es donde sucede esta popular historia que Jorge Amado publicó en formato de novela (1966); Sonia Braga, José Wilker y Mauro Mendonça la llevaron a la pantalla grande bajo la dirección de Bruno Barreto y más tarde la TV Globo la transformó en una mini serie.

Desafío.

La consigna que reitera Nacho Cardozo previo a salir a escena y para estimular al elenco es Brasil, Brasil, Brasil, calor, calor, calor, Brasil, Brasil, Brasil. "De hecho, en el día del estreno tomamos caipiriña y comimos feijoada", acota quien interpreta a Doña Flor. Leo opina que uno de los grandes logros de la puesta es que encontraron "ese color brasileño sin abrasilerarnos. La sensualidad y la desnudez son brasileñas, no es una desnudez argentina para ratonearse, morbosa, histérica, mirame pero no me toques, todo lo contrario, es una desnudez alegre, sensual, para delante". Franklin afirma que ese erotismo también es parte del juego que proponen los norteños, "hasta la muerte es alegre para ellos".

Los cuatro habían visto la película pero volvieron hacerlo porque era requisito primordial para ponerse a tiro con la trama. "La historia no se acerca mucho a lo que teníamos libretado y teníamos que respirar lo que se estaba contando", comenta Franklin. Y agrega que él la había visto como "prohibida en aquel momento, en dictadura no se podía ver, pero es bastante inocente para lo que hay hoy". "Jorge Amado estuvo tan de moda y en la boca de todo el mundo que había que leerlo. Cuando apareció la película todo el mundo se desvivió por verla. Dicen que es de las más vistas en el mundo. En su momento se desnudaban y no era pornográfica, era erótica, no era Isabel Sarli, era otra cosa", complementa el director.

Les tocó el desafío de interpretar un referente, una historia conocida por todos. Aún sin haber leído el libro, ni haber visto el filme, a uno le dicen Doña Flor y asocia rápidamente de qué se está hablando. "Creo que fuimos bastante inconscientes en ese sentido, no dijimos, che, mirá que Doña Flor la conoce todo el mundo. Nunca se nos ocurrió ni siquiera pensar que eso podría llegar a ser un problema", destaca Leo.

Montaña rusa.

Franklin introdujo la idea sin saber si existía un guión teatral o no. Nacho lo transmitió al Teatro del Notariado y ellos se encargaron de acercarles el libreto. A partir de ahí crearon una versión propia agregándole un importante condimento de baile y música. Son 16 personas en escena, ocho actores y ocho virtuosos bailarines "que se desdoblan en personajes". Había mucho material para estudiar y Nacho asumió la tarea de analizar las diversas versiones a modo de referencia, para conocer cómo elegían a los actores y de qué forma lo encaraban. Se encontró con varios enfoque, uno más "guerrero, donde lo que importa es que se vea la cola de alguien y otras puestas que tienen otro criterio, están más cuidadas. En algunas versiones la escenografía es brutal pero cero cuidado a la actuación". El director optó por ir hacia el equilibrio: "preferimos algo más sobrio, un gran escenario, una muy buena iluminación, la música brasileña que acompaña con un sonido que envuelve a los espectadores y una excelente actuación de ellos. Este engranaje hace que funcione y salga tan bien. Ellos me conocen y saben que estas cosas de relojería son difíciles al principio pero después se van acomodando como los zapallos en el carro".

—¿Qué tenía que tener esta Doña Flor?, ¿cómo la encaraste?

—Quería que el espectáculo tuviera una enorme rapidez y que pasara como un viento. Tenía muy claro que quería una cama funcional que fuera útil para muchas cosas: sirve para que ellos hagan el amor pero también para velar a Vadinho, para que ella llore sus penas. Tiene ruedas, se puede desplazar por todo el espacio y pasa a ser un elemento coreográfico. A mi criterio, el mundo de Doña Flor se divide entre lo que hace en la cama y lo que hace en la cocina, son los mundos donde mejor se luce y desarrolla; esa pasión que tiene por la cocina también la tiene por el disfrute de quien fue su marido, es una mujer pasional.

Si lees el libro o ves la película, la historia va y viene en el tiempo y yo preferí que fuera un ciclo vital, que ellos se conozcan, se casen, él se muera y todo lo que sucede después. Es lineal pero mantiene un montón de subidas y bajadas que enriquecen el espectáculo y permiten que se pase de un estado al otro con gran facilidad.

Leo introduce una comparación, "es como una montaña rusa en todos los aspectos. Uno de chico se sube porque juega con el peligro y sabe que no le va a pasar nada, nosotros estuvimos haciendo eso todo el tiempo y Nacho era quien nos daba esa seguridad porque sabemos que va a cuidar nuestra imagen, nuestra trayectoria. Y la gente puede disfrutar de ese mismo vértigo sabiendo que no le va a pasar nada".

Facilitador de personajes.

Este proceso tuvo una particularidad: no se empezó a ensayar por el principio sino por las escenas, momentos y encuentros en los que participan solo ellos tres a fin de lograr crear ese clima especial. El arranque sucedió en un ambiente muy acotado donde solo participaban Nacho, Franklin, Adriana, Leo y una cama, "ahí empezó a pasar todo, ahí arrancó la historia".

—Son tres personajes, Vadinho y Teodoro son opuestos y ella en el medio, ¿lo trabajaron como trío, fueron más hacia lo individual o ambas cosas?

—(Nacho) Las dos cosas. Cada uno es una unidad, pero como todos los seres humanos no tienen una sola cara. De repente Vadinho es de una manera cuando tiene que enfrentar a Doña Flor directamente o a otras mujeres o cuando tiene que hablar de Teo, lo mismo Teo y lo mismo Doña Flor con los dos. Ella lo dice bien claro en la obra, Teo es perfecto, correcto, el ideal, educado, fino, distinguido. El otro es un atorrante, le ha sacado dinero, es un desfachatado.

Nacho los habilitó para que usaran la película como referencia, pero no a nivel de semejanzas físicas, ya que "Franklin no tiene nada que ver con José Wilker y ella tampoco con Sonia Braga". El director los rumbeó para que encontraran su eje a nivel de manera de ser y así lograr conseguir un equilibrio: "hasta dónde Vadinho es un malandra, un maltratador. Tampoco queríamos que Teo entrara en el prototipo de uso lentes, soy un idiota, lo que en Gasalla sería Naboleti, sino se iba a convertir en un sketch".

El director utilizó el baile y los movimientos como recursos para redondear los personajes y armar la escena de amor entre Vadinho y Doña Flor: "está marcada momento a momento a partir de movimientos naturales de ellos, viendo antes que nada qué les quedaba cómodo físicamente porque hay que seguir moviéndose. Les tenía que resultar natural, tenía que formar parte de ellos y utilizando el estado físico de cada uno lo fuimos acomodando". Esa escena se charló, "llevó un tiempo de ensayo y de concretar hasta dónde. En realidad el más vergonzoso fui yo, lo confieso, ella me animaba, en un momento empezó a apurarme porque yo estaba muy lento", se delata Franklin. Nacho desde afuera le exigía, vamos, tenés que besarla, abrazarla, tocarla.

Leo define a Nacho como un "facilitador de personajes" y se lo agradece. "Te trae ropa, una corbata, un pañuelo y te va armando el personaje. No solo hace la puesta y te dirige, sino que además te provoca, te estimula, te viste. La suma de esos detalles hace que el trabajo sea muchísimo más fácil".

La confianza y amistad que tiene este equipo también fomentó que el triángulo trascendiera las horas de ensayo. "Con Franklin nos mandábamos mensajes diciendo, me parece que en esta escena deberías hacer esto, así yo lo hago de esta otra manera Adri me conoce, me sugiere cosas porque sabe hasta dónde puedo dar, yo lo hago con Franklin, Franklin con Adri, esa dinámica funcionó más allá de los horarios de ensayos".

Sin ropa.

El camino hacia el desnudo no fue simple, pero Franklin asegura que el director se encargó de allanárselo. "Estoy agradecido porque es un personaje mucho más joven que yo y seguramente en ficción sea la última vez que me desnude", se ríe. Le costó arrancar, se planteaba cuánto le permitía su compañera, cuánto podía y cuánto quedaba bien. Los primeros ensayos los hizo en ropa interior hasta que Nacho le dijo, es momento y buscó una instancia ideal para romper el hielo, con poca gente y en un espacio acotado. Luego fue apareciendo el resto del elenco a quienes les repitió, no se desnuda solo Franklin, nos desnudamos todos con él, todos lo estamos acompañando, todos tenemos dos maridos como Adriana porque todos estamos participando y en comunión".

Los bailarines se suman y transitan por los carriles del erotismo y la seducción porque sin ese plus, "la obra no funciona, juega con eso: pasa en Bahía, un lugar donde la sensualidad está a flor de piel. No había otra forma de hacerlo", declara Franklin. Nacho opina que el desnudo es tan natural que "cuando vuelve a aparecer vestido llama la atención". "Como actores estamos preparados para hacer un desnudo y sabemos que se necesita un proceso de confianza entre nosotros, después es lo más natural del mundo y lo vivimos con alegría porque, además, es un hecho artístico y está al servicio de eso, no es para nada gratuito", cierra Adriana.

Sus dos maridos.

“Creo que cumplo con la fantasía de la mayoría de las mujeres que es estar con dos hombres. Vienen al teatro con su marido y de repente se acuerdan de algún otro”.

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Vuelven a compartir escenario en Doña Flor y sus dos maridos. Fotos: Carlos A-Cámara

Calor y bahíaMariel Varela

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