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"Siento pánico antes de actuar"

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Belen Blanco

Antes de subir a un escenario Belén Blanco tiembla. Actúa para superar el miedo a estar frente a desconocidos, siendo otra, hablando en voz alta. Llegó a Montevideo para interpretar La señorita Julia. Aquí una entrevista con la actriz argentina que está deslumbrando al público uruguayo.

Fuera del escenario la actriz argentina Belén Blanco también ríe compulsivamente. Llegó a Montevideo para presentar La señorita Julia, bajo la dirección de Cristina Banegas y junto al actor uruguayo Gustavo Suárez. Tiene los brazos golpeados y una rodilla dolorida.
Es que en el escenario Belén Blanco baila, grita, salta, se arrastra, llora, cae, seduce, enloquece. Pero entonces, buscando, cualquier espectador impactado descubrirá que esta intensidad es su marca.
Por eso es una de las mejores actrices de su generación.
Aunque antes de enfrentar al público tiemble, pone un pie sobre las tablas y se entrega al teatro como si estuviera siendo arrastrada por un huracán.

—¿Qué se necesita para interpretar a la Señorita Julia?

—Es una pregunta que también me hago, porque aunque el ensayo duró cuatro meses fue poco para una obra tan intensa. Creo que lo voy a ir descubriendo con las funciones, con el tiempo. Lo que necesito por lo general, cuando tengo un personaje que abarca tantas acciones complejas y diferentes, es hacer una especie de viaje antes de la función: repasar y repasar.

—Llegás más temprano a la sala...

—Muy temprano. Empiezo a jugar, a intercalar ficción y realidad, repaso la obra, pruebo la voz. Es un personaje que te pide demasiado como para entrar directamente al escenario a actuar. Tenés que estar muy conectada con las imágenes y las emociones que hay que producir. Y si no pasás por ahí no hay obra.

—Hablás de imágenes, ¿se observan durante los ensayos?

—No lo hago porque me da mucho miedo el espejo. No me gusta opinar sobre lo que estoy haciendo, prefiero la opinión del otro. No me quiero juzgar porque puedo ser lapidaria y eso me juega en contra.

—Mientras actuaste en Tumberos (2002) comentaste que no podías ver los capítulos.

—Para verlos me tapaba los ojos como cuando ves una película de terror. Me fui acostumbrando pero me cuesta muchísimo verme actuar.

Belén Blanco junto a Gustavo Suárez en La señorita Julia.
Belén Blanco junto a Gustavo Suárez en La señorita Julia.

—Actúas en teatro, cine y televisión, ¿disfrutás más el teatro por esto mismo de no verte?, ¿te sentís mas libre?

—Sí. Es mucho más trabajo también, eh. Te tiene que gustar mucho porque exige mucha disciplina, mucha entrega física, mental y emocional. Pero es hermoso, es algo que está vivo y podés ir haciendo variaciones, podés encontrar cosas nuevas, profundizar, corregir.

—Te han tocado personajes muy exigentes. Mencionaste que muchas veces ese contacto te hacía surgir algunas sensaciones que te recordaban porqué habías elegido actuar.

—No estoy segura de si sería actriz si no existieran ciertas obras, ciertos actores y ciertos directores. Esto es algo que a mí me divierte mucho hacer. La asociación de texto con imagen y con música, esa interacción, esa manera de narrar historias, es algo que me apasiona. Pero no soy actriz por vocación: lo soy porque tengo deseo de hacerlo con gente que me gusta y materiales que me gustan. No haría una obra por mí misma.

—Tus últimas tres obras tienen mucha exigencia física: los movimientos del cuerpo son muy narrativos, ¿es un estilo de dirección o es tu manera de encarar los personajes?

—No lo sé. Pero este estilo apareció hace tiempo en mí porque tengo una formación que tiene que ver con la antropología teatral, es decir, es una manera de pensar la actuación desde la imagen y no solo desde lo interior. A mí no me interesa lo que le pasa a los personajes.

SABER MÁS

Funciones de La señorita Julia

Cristina Banegas dirige esta versión del clásico que August Strindberg escribió en 1988. Se trata de una coproducción entre Argentina y Uruguay. En escena actúan las argentinas Belén Blanco y Susana Brussa, y el actor local Gustavo Suárez (Bienvenido a casa). La obra se estrenó primero en Montevideo. Se presentará hasta el domingo 21 de febrero en la sala Zavala Muniz. En su primer fin de semana agotó localidades.

—¿Y qué es lo que te interesa?

                                                                  —Narrarlo, contarlo, ser un instrumento narrativo-poético de la obra. Lo que siente Julia viene conmigo, y si eso no lo tengo no lo voy a poder hacer. Por eso he renunciado a tantos proyectos.

—¿Por no encontrar el personaje?

—Sí. Hay veces que no los encuentro en mí y no puedo. Un proyecto además tiene que ver con una comunión del equipo y a veces no se da. Por eso, cuando sucede, todo se sostiene y hay que hacer mucho menos fuerza; es lo que está pasando con esta versión de La señorita Julia.

—¿Es cierto que colocaste en tu heladera las obligaciones fundamentales del actor según Stanislavski?

—Ya lo saqué. Me peleé hace años con eso. Pero los tuve un tiempo ahí para estudiarlos, porque tuve una etapa en que me di cuenta de que no sabía nada de teoría y me desesperé.

—¿Usás alguna ayuda para mantenerte dentro de la obra en escena?

—Para cada obra me pasa que son cosas diferentes las que necesito. Algo que me ayuda mucho es no detenerme, ir cumpliendo los objetivos sin darle lugar a mi cabeza, porque empiezo con "está mal, salió mal, sonó falso"...el desdoblamiento en el escenario es lo peor del mundo. Mi cabeza es lo peor, tengo que luchar mucho con ella para que no me moleste en el escenario y si luchás el público se da cuenta. Es fácil identificar el problema pero muy difícil de solucionar; cada día antes de actuar me repito, "por favor confía en vos". Siento que en ese sentido debe ser parecido a lo que le pasa a un deportista.

—¿Es más complejo en esta obra?

—No sabía que iba a ser tan difícil. Durante mucho tiempo quise hacer esta obra y cuando me puse a ensayar…es muy complejo, porque ella es una herida abierta. Me encanta un momento en el que ella se describe y dice "es como una espuma que flota y sigue muerta en el agua hasta que se hunde", y es que ella es pura espuma, pura frivolidad y por debajo hay un dolor y un abandono inmenso, que la llevan a una caída libre.

—Suena parecido a lo que le puede suceder a un artista mediático que luego desaparece o enloquece.

—¿Qué hay debajo, no? ¿Qué hay debajo de cada uno? Sí. La fama no siempre significa algo.

—Cristina Banegas atravesó toda tu carrera.

—Fue mi primer referente y mi primera maestra. Yo la vi actuar de chica y me movilizó todo. Me orientó hacia lo que quería hacer, como profesora pero también con su propio trabajo: verla actuar alcanza.

—Hay un capítulo de Mujeres asesinas en el que te tortura ("Margarita, la maldita").

—Sí, quedó muy bien ese capítulo, y es que actuamos mucho juntas.

—¿Encontrás alguna diferencia entre ser su alumna y su colega?

—Ninguna. Ella trabaja desde un lugar en el que te da mucha libertad, y creo que compartimos un mismo nivel de asociación. Pero es ella quien me guía.

—En un momento dijiste que querías mantener una coherencia entre los proyectos que elegías, ¿es fácil de lograr en Argentina?

—Puede ser difícil, y lo es aún más al principio, cuando querés correrte de un lugar. Siendo mujer también hay ciertas cosas que se esperan de vos y si no le das cabida a eso caes mal: sos una soberbia, una arisca, una autoritaria. Es difícil ser, construir algo, pero no solo por los demás, por uno mismo también.

Actúa en TV, cine y teatro, que es el espacio en el que más se ha lucido desde que es adolescente. Entre sus trabajos más destacados se encuentran  
Actúa en TV, cine y teatro, que es el espacio en el que más se ha lucido desde que es adolescente. Entre sus trabajos más destacados se encuentran  "El don" y "Querido Ibsen, soy Nora".

—¿Trabajás con mánager?
?

                             

                                                                         —Sí. Siempre tuve y voy cambiando. No es que sea la manera típica de trabajar, es una opción, te orienta en algunas cosas.

—Tu lado autoral está en el cine. Dirigiste varios cortos.

—Ahora hice una película que estoy terminando. Trabajé con amigos y familiares, es un proyecto totalmente autogestionado. Me pasa algo con la cámara, con la imagen y con el sonido, que me divierte mucho. En cambio, en el escenario siento que las imágenes son bastante estáticas y por eso no podría crear en ese espacio. Pero el cine me encanta. Es una historia que tiene un poco de documental y otro poco de ficción. La filmé en la Pampa, quería filmar esos paisajes.

—Ahí naciste. De hecho comentaste que al mudarte a Buenos Aires siendo niña surgió tu decisión de actuar.

—Cuando llegamos a Buenos Aires empezamos a ver mucha televisión en mi casa, todo el día, y dije, "bueno, voy a ser actriz", porque en mi casa todo lo fascinante tenía que ver con eso.

—Pero la pasabas mal en las clases de teatro.

—No me animaba a hacer los ejercicios. Durante muchos años no me pude subir a un escenario. Tenía y tengo pánico. Pero iba igual, para mirar, porque me encantaba lo que hacían pero yo pensaba, ¿cómo hacen?, ¿cómo se animan a estar ahí parados, a que la gente los mire?, ¡a hablar alto! Me asombraba y me causaba mucha admiración.

—¿Y ahora?

—Siento pánico cada vez que entro a escena. Tiemblo. Me pasa en la televisión, en el cine y en el teatro, pero en el teatro es peor: tengo palpitaciones y mareos, me da mucho miedo. Lo que me pasa ahora es que me dan ganas de hacerlo para superar esa fobia. Actuar es un miedo terrible que quiero superar: no me paraliza, pero yo actuó para pasarle por arriba al miedo.

Y todo eso me produce adrenalina, también.

—Porque en el fondo sabés que las cosas van a salir bien.

—No, nunca sabés si las cosas van a salir bien y eso es lo lindo del teatro. Es como un partido: está todo ahí, es la lucha en vivo.

—Tenés un pasado como actriz infantil en televisión.

—Sí y espero que nadie se acuerde de esa etapa.

—¿No te gustaba?

—Odiaba actuar en programas infantiles. Quería hacer cosas buenas, yo miraba cine, quería estar en La historia oficial, ponele. Me daba cuenta de qué era bueno y qué no.

—Querías ser más grande...

—Sí, siempre quise ser más grande. No veía la hora de crecer.

—¿Cuándo empezaste a vivir de la actuación?

—Desde adolescente. Nunca trabajé de otra cosa. No me molestaría, tampoco. Podría hacerlo.

—¿Por ejemplo?

—Ese es el problema. No tengo idea porque no sé hacer otra cosa que actuar.

Todas las pantallas.

Aunque no los represente, Belén Blanco tiene 40 años. Comenzó a actuar en su adolescencia de forma casi simultánea en teatro, televisión y cine. Acaba de dirigir su primer película.

Integró los elencos de Alta comedia, Nueve lunas, Vulnerables, Tumberos, Disputas, El tiempo no para, Mujeres asesinas, Los siete locos y los lanzallamas. Vivió dos años en España, donde rodó dos series y una película en Francia. Trabajó en cine junto a Luis Puenzo, Alejandro Doria y Héctor Olivera, entre otros. Pero principalmente se luce en el teatro, donde suele conquistar a la crítica y al público.

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